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El Papado como factor de contrapeso geopolítico

Preocupa que el Papa Francisco, el primer pontífice jesuita de la historia, esté decayendo en su fortaleza física, con prácticamente un solo pulmón y una rodilla inhabilitada.

10 de agosto, 2022

Ginés Sánchez

Un 4 de marzo de 1983 el mundo vio atónito la reprimenda pública del Papa Juan Pablo II a un sacerdote nicaragüense, esto aún en el aeropuerto de Managua, al hincharse el primero con el fin de recibir su bendición. Por si el cubetazo de agua helada no fuera ya suficiente, al año siguiente el mismo sacerdote regañado, el también poeta y miembro activo del FSLN, Ernesto Cardenal (quien además se desempeñaba como ministro de cultura en el gobierno sandinista de Daniel Ortega), fue suspendido de su ministerio por el mismo sumo pontífice, junto a otro puñado de prelados en circunstancias parecidas (identificados todos con la hoy languideciente corriente católica de la teología de la liberación). Cabe mencionar que el padrecito de marras no fue restituido de su sacerdocio sino hasta el año de 2019 –tan solo cosa de un año antes de su muerte– ni más ni menos que por el Papa Francisco. No está de más citar que el padre Cardenal, ya para los años 90 se pronunció abiertamente en contra del criminal rumbo que tomaba ya el movimiento sandinista.

El párrafo anterior solo es un botón de muestra de la febril actividad política del Papa Juan Pablo II en contra del comunismo y el bloque socialista, polaco y sabedor de los crímenes cometidos por esos regímenes en el mundo por ser Polonia parte de éstos. Su alianza en ese país con el movimiento ‘Solidaridad’ sindicalista independiente del gobierno encabezado por el mítico Lech Walesa nos puede ilustrar más que una simple fotografía de una fuerte llamada de atención pública respecto al papel jugado por el papado en contra de un sistema condenado desde mucho antes al fracaso.

Ya entonces era evidente el rol de la iglesia Católica y su poderoso líder, el Papa, como un factor de contrapeso geopolítico. El comunismo cayó (nunca existió en los hechos sino en los libros como una utopía inalcanzable) o más bien la mayoría del bloque de países del llamado “socialismo realmente existente” que, se suponía, debía ser el camino a tan disparatada meta teórica- ideológica.

Hoy, el Papado continúa siendo un factor de contrapeso, pero paradójicamente en contra de los abusos resultantes de la caída del llamado comunismo y la cola de una misma serpiente: el neoliberalismo y sus inhumanos dogmas, a los que el Papa argentino Mario Bergoglio ha llamado en repetidas ocasiones a romper. Preocupa que el Papa Francisco, el primer pontífice jesuita de la historia, esté decayendo en su fortaleza física, con prácticamente un solo pulmón y ya una rodilla inhabilitada, con 85 años a cuestas; el no pensar en su relevo resulta imposible. No sabemos si sea hasta el final de sus días terrenales o utilice la figura del Papa emérito, como lo es el Cardenal Ratzinger. El hecho es que Francisco se ha encargado de que el Colegio cardenalicio se incline hacia una ideología similar a la suya, progresista pudiéramos denominarla, con, a la fecha, 67 cardenales de 128 que votarían por la continuidad, ya no digamos en cuestiones meramente religiosas, sino, ni más ni menos, que del orden de un factor de contrapeso geopolítico.

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