Hace unos días escuchaba un programa del doctor Leonardo Curzio, comunicador inteligente y preparado como pocos, pero por lo visto todo ese bagaje no es suficiente para realizar un análisis atinado sobre las circunstancias del momento político actual en México, ni sus causas y menos aún sus expectativas a mediano y largo plazo. El Dr. Curzio aseguró, a cuento del surgimiento de movimientos y/o partidos políticos de ultraderecha en el mundo (Bolsonaro en Brasil, Le Pen en Francia, VOX en España, etc.) que no quiere imaginar siquiera “el pendulazo” de ultraderecha que avizora para México en unos cuantos años, dijo, a causa es “esta izquierda y su insoportable levedad”, invocando, con un pretencioso dejo de superioridad intelectual, al escritor Milan Kundera.
En medio de una aseveración en cuánto a que el VOX español es consecuencia directa del arribo de su némesis, el partido de izquierda radical PODEMOS a la arena política ibérica –de lo cual tiene razón, así sea parcialmente– , y de la irrupción de Bolsonaro en Brasil después de los gobiernos de LULA y de Dilma, que los antecedieron, Curzio auguró que dicho pendulazo de ultra derecha golpeará a nuestro país de forma salvaje, que incluso “Dios se apiade de nosotros”, o algo muy parecido.
No puedo creer que sea honesto, intelectualmente hablando, el Doctor Curzio, o de plano su burbuja de privilegio es de un cristal tan grueso como para causarle tal miopía a la hora de analizar el actual gobierno y los sucesivos que vengan en nuestro país. Me hubiese gustado estar frente a él para recordarle que, precisamente, venimos como país de un tremendo y despiadado pendulazo de ultraderecha, que comenzó a raíz de los excesos del período conocido como “desarrollo compartido”, una pseudoizquierda, de la cual el entonces partido hegemónico (de naturaleza hegeliana, por sus decisiones de ponderación dialéctica, sobre todo sucesorias) tuvo que ceder la estafeta a su ala más de derecha, con Miguel de la Madrid como su cabeza más visible, para paliar los estragos estatistas provocados al país por los gobiernos ya antes citados (1970 – 1982). Ese fue un pendulazo necesario, diría yo que incluso indispensable, cuando menos hasta el sexenio del presidente Salinas de Gortari, que fue (hasta la llegada al poder del actual Presidente López Obrador) el último del nacionalismo revolucionario, tan es así que el mismo Salinas en sus libros y/o entrevistas y conferencias asegura NO haber sido un presidente neoliberal. Su línea, nos dice, fue la del llamado por el gran ideólogo del anterior sistema, Don Jesús Reyes Heroles, el LIBERALISMO SOCIAL; el neoliberalismo dogmático como tal comenzó desde Ernesto Zedillo. Y es que razón no le falta.
Volviendo entonces a Curzio, el “pendulazo” famoso que augura ya le pegó a México, y duró una eternidad. Fue desde la administración Zedillo hasta la de Peña Nieto, y no creo que haga falta enunciar aquí sus trágicos saldos, precisamente es este gobierno de la denominada 4T el que surgió como una suerte de dique para detener la decadencia causada por la debilidad del Estado, convertido en un consejo de administración al servicio de una oligarquía rapaz, tanto nacional como extranjera.
Entonces me atrevo yo a expresar aquí lo que veo a futuro: un partido cuasi hegemónico, donde el péndulo político se mueva (precisamente a lo que el mismo Curzio aseguró no hay ya en México) en torno el CENTRO de la geometría política, donde las discusiones se den dentro de sus cámaras y demás poderes, y órganos de la administración pública, en general, donde se evite el volver a caer en dogmas de ningún signo (como la biblia neoliberal de Milton Friedman). Ojalá no me equivoque porque simple y sencillamente la pluralidad y la alternancia emanada de una transición democrática que resultó por más de 20 años no trajo sino el engañoso derecho de salir a votar entre una pléyade de opciones que no eran, las más de las veces, sino porquería. Los índices en desigualdad, violencia, falta de crecimiento económico, entreguismo y corrupción heredados son innegables. Un modelo calcado de las grandes democracias liberales no le queda a la idiosincrasia mexicana, hija cómo es, de dos absolutismos milenarios.
Así que, espero, el doctor Curzio se dé cuenta que al presagiar el futuro no hace sino narrar el pasado, y que su análisis de ese día resulta de una insoportable levedad, espero, no malintencionada.
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