La doctrina neoliberal, que reina a sus anchas en prácticamente todo el planeta, máxime desde la caída del muro de Berlín y un mundo bipolarizado, ha dado al traste con la (indispensable) participación del Estado en algunas de sus inherentes tareas. Una de estas tareas es la investigación científica y tecnológica. Y va una larga pregunta: ¿cómo puede ser posible que en un mundo donde las Apps, Startups y en general todo el mundillo ese que tiene sus palacios (hoy, por cierto, se caen a pedazos) Silicon Valley, su banco y demás, no pueda haber avances significativos en contra de una amenaza tan apocalíptica como lo es el cambio climático por el calentamiento global vía el efecto invernadero por exceso de emisiones de CO2 al ambiente?
Se dice que ya hemos llegado al famoso “punto de no retorno” y no lo dudo. El demencial y errático comportamiento del huracán OTIS, que azotó Acapulco es tan sólo un ejemplo. Vamos, hasta la NASA (agencia estatal), que en décadas pasadas tenía una actividad febril, hoy sus esfuerzos prácticamente son opacados también por empresas privadas, pero ojo que no con el propósito de investigación en pro de la HUMANIDAD, en general, sino como lo es la “SPACEX” de Elon Musk: llevar a turistas multimillonarios a dar un paseo de breves minutos por el espacio exterior y, en general, se invierten ingentes esfuerzos con fines cada día más frívolos y estériles.
Los recursos pues, insisto, para tales efectos (ciencia y tecnología), se concentran en francas estupideces: aplicaciones para TODO, ¡hasta para hacer ya llamadas de voz… desde un TELÉFONO! ¿Así o más tarado está el ser humano? Y ojo, que si no se aumenta de manera radical los recursos dirigidos hacia la investigación en favor de combatir los cambios en el medio ambiente, nada bueno nos espera.
¿Que no se puede? Suplicaría echar un vistazo en la red a quien fue el mexicano ilustre Mario Molina, uno de nuestros tres premios nobel en la Historia y sus logros. Eso claro en tiempos donde el neoliberalismo todavía no devenía en DOGMA; porque ni el uso de bicicletas, ni los ventiladores eólicos ni tampoco los automóviles eléctricos sirven para maldita la cosa, sino (si acaso) como un ridículo intento de auto engaño.
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