Las dos historias que les contaré son ciertas, relatadas de primera mano por las víctimas. De no ser así habría pensado que se trataba de una mala serie de Netflix por lo ambicioso del plan, sobre todo en el primer caso.
A un amigo muy cercano y muy querido le llega un mensaje de un amigo que había visto recientemente por Whatsapp pidiéndole un favor porque está de viaje y quiere hacer un envío por Aeroméxico con unos regalos para sus hijos y esposa: laptops y perfumes. Sin embargo todavía no hay nadie en su casa que pueda recibirlos. Le pide a mi amigo el favor de que los reciba y éste accede.
Incluso hablan por teléfono, pero en una llamada con mucho ruido supuestamente de calle y mala señal no nota gran diferencia en la voz de su conocido, le llega un oficio de Aeroméxico informándole que ya llegó el paquete a la Aduana y que en breve será enviado a su domicilio (tuve acceso al oficio en hoja membretada y perfectamente redactada, sin duda la falsificación es lo más fácil de hacer bien en este oficio). Después le manda mensaje su supuesto amigo informándole que entre los regalos muy bien escondido va un sobre con 400,000.00 dólares, lo que preocupa mucho a mi amigo, pues sabe que esto es ilegal.
Al poco tiempo le llega un oficio membreteado, foliado y firmado de parte de Aduanas y de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México informándole que fue descubierto el sobre con fotos de la máquina de rayos X y que está incurriendo en dos delitos que conllevan prisión: Lavado de Activos y Enriquecimiento ilícito de particulares. Entre toda esta confusión, el supuesto conocido no toma la llamada (supuestamente porque está en un vuelo y le informan que la multa es de $90,000.00 y que se le está directamente involucrado por ser el destinatario del paquete).
No puedo imaginarme estar en esa situación. Lo que sí sé que haría es ver la forma de resolverlo antes de verme involucrará en un problema penal. Cuando por fin puede hablar con el conocido, éste le da un número de cuenta y le pide el dinero prestado de emergencia: los $90,000.00 con la promesa de devolvérselo de inmediato para resolver el asunto. Quiero aclarar que todas estas conversaciones no fueron por redes sociales sino directamente por teléfono que sí correspondía supuestamente a la persona y que obviamente fue hackeado.
El final seguramente ya se lo imaginan. No hay forma de comprobar nada, el paquete nunca llegó, nunca existió, los oficios eran falsos y el verdadero amigo jamás se enteró de lo que pasó. Hasta para defraudar se necesita talento. Esta es una de las historias más creativas y mejor montadas que alguien me haya contado.
Segunda historia. En una plática con artesanos de mi alcaldía, me cuentan desesperados que no han podido vender su mercancía (Textil, manteles, servilletas, fundas para cojín todo bordado hermosamente a mano y de origen Mazahua) porque ya de años atrás les cobraban un derecho de piso por parte de la alcaldía de Coyoacán de $5,000.00 pero que recientemente se les aparecieron unos nuevos cobradores exigiendo el pago de $7,000.00 más también por parte de la alcaldía pero de otra oficina. Los amenazan no solo con no dejarlos instalarse en donde llevan años haciéndolo sino quitándoles su mercancía, cosa que hicieron la semana pasada de forma arbitraria.
Ellos buscan desesperadamente hablar con alguien, participar en mesas de trabajo, ya hicieron un grupo con otros vendedores, están organizados, los han citado en dos ocasiones y los dejaron plantados. Está por demás decir que son personas indígenas y que el cobro que les exigen supera por mucho su utilidad mensual y que de esté trabajo que hacen de forma legal ganan el sustento de sus familias.
En México el fraude es el delito más común. 10.4 millones de intentos al año, más de 10,000 carpetas de investigación y 35,000 reportes, que es solo la pequeña punta del iceberg. Yo misma he sufrido varios y diversos intentos de extorsión, desde llamadas de supuestos secuestros, amigos pidiéndome dinero en redes sociales, entregas de envíos pidiéndome un número de tarjeta para cobrar $5.00 por reenviar el paquete, supuestos premios, recaudadores de impuestos nuevos y permisos en mi negocio que aparecen una vez con cartas, estampas con hologramas, credenciales y no vuelven a aparecer jamás.
Ni hablar de los cobros por derecho de piso bajo amenaza de incendiar los negocios, que tiene que pagar desde los comercios establecidos hasta los ambulantes en la calle.
¿Por qué hacemos esto? Traté de investigar en internet la razón por la cual la gente prefiere hacer trampas que trabajar honestamente y las primeras 20 respuestas que me arrojó mi búsqueda eran consejos y formas para hacer mejores trampas: quitarle al que tiene, quitarle al que no tiene, desarrollar formas nuevas y por demás creativas y elaboradas para engañar, amedrentar y llegar a la violencia para obtener ganancias, algo que sin duda también debe cansar e implica un gran esfuerzo.
Mi única respuesta es la que por lo general obtengo de mi lógica: somos una prueba error de la naturaleza.
¿Por qué somos supersticiosos?
Autor: Pedro Raúl Montoro Martínez Profesor Titular del Departamento de Psicología Básica I, UNED, Madrid, Según he escuchado alguna...
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