Cada cuatro año, la misma historia: mexicanos exigen medallas a los deportistas Olímpicos, cuando no tienen una idea de la cantidad de sacrificios que hace un atleta de alto rendimiento. El solo hecho de asistir a unos juegos implica ser un ganador de élite. El camino para clasificar a unas olimpiadas es largo y sinuoso, tanto, que no pocos atletas, que dedican su vida en cuerpo y alma a una disciplina, de plano no tienen ese privilegio.
Un mal desempeño es a menudo juzgado con demasiado rigor por los aficionados de ocasión, cuyo único esfuerzo físico consiste en tomar el control remoto y prender la televisión. Es aquí dónde se debe poner especial énfasis no solo en las medallas ganadas, sino también dar un vistazo a las trayectorias de los atletas, indagar por sus resultados en torneos panamericanos, centroamericanos, universitarios, nacionales, entre otros. Aquí es donde entran a cuento los Diplomas Olímpicos obtenidos, esto es, de los lugares 1 al 8 en cada disciplina, que se otorgan por parte del Comité Olímpico Internacional (COI), y que en todo el mundo tienen la relevancia que se merecen: simplemente están entre los mejores ocho del mundo en su especialidad en Juegos Olímpicos. En todos los países, sus autoridades deportivas, prensa y aun sus Jefes de Estado y/o Gobierno se suelen referir a éstos, y felicitar y premiar a los ganadores de los mismos. Dichos certificados tienen prácticamente el mismo estatus de reconocimiento por parte de las autoridades olímpicas internacionales, comité organizador y comité olímpico mexicano y federaciones; pero en México rarísima vez se escucha a los periodistas especializados hacer mención de ellos, mucho menos a la CONADE o al COM, ni pensarlo aún del Presidente de la República.
México obtuvo en los pasados Juegos de Rio tres Medallas de Plata y dos de Bronce, sí, pero también fueron 16 Diplomas Olímpicos en total (incluyendo siete cuartos lugares). Esto muy pocos lo saben porque incluso en la ceremonia de la Presidencia a los medallistas olímpicos, a los acreedores del Diploma Olímpico se les relegó, tanto físicamente (incluso acreditándolos solo como “Staff”) como en el discurso. Los problemas de comunicación de la administración de Peña Nieto fueron enormes. “Sí hay buenas noticias, como decía el Presidente, y no pocas”, aseguraba Peña Nieto, sin duda tenía razón. El deporte de alto rendimiento no era la excepción, pero si estas se comunicaron deficientemente o de plano se omitieron, pues entonces, para efectos de reconocimiento a ese logro de los deportistas mexicanos en su propio país, pasó casi desaparecido.
Los Diplomas Olímpicos no son algo reciente. Desde los Olímpicos de 1952 en Helsinki (Finlandia) se entregan a los lugares del cuarto al sexto, y a partir de Los Ángeles 84 también al séptimo y octavo. De modo que los que minimizan una actuación de atletas mexicanos con Diploma olímpico no muestran más que una triste ignorancia en el tema, cosa que en nada abona a una motivación extra a los representantes de la delegación mexicana en Tokio. Al día de hoy, México lleva ya varios Diplomas Olímpicos en Tokio 2020, incluidos tres cuartos lugares, aparte de las medallas ya cosechadas y lo que aún falta, que los Juegos, aún son muy jóvenes. No por nada, el joven clavadista nacional Diego Balleza externó su decepción luego de leer comentarios negativos después de conseguir un enorme cuarto lugar en la prueba de plataforma de 10 metros combinado, resaltando el nivel de dedicación total, sacrificios y esfuerzos en los que se empeñan los deportistas de élite. Si aún alguien se atreviera a minimizar los resultados de nuestros atletas en Tokio, que revise el medallero histórico en Juegos Olímpicos, y se darán cuenta que existen aún países completos que carecen de UNA sola medalla siquiera en su haber.
Ojalá que el presidente López Obrador le dé un trato especial a los acreedores de Diplomas Olímpicos (no solo a los de medalla), estímulos incluidos, abonando así a que todos los mexicanos valoremos los esfuerzos y la dedicación de los deportistas que dan la cara por nuestro país, poniendo muy en alto su nombre. El deporte es y debe ser toral en las políticas públicas del presidente para ATENDER LAS CAUSAS en cuanto a las conductas antisociales de los jóvenes, azote de los últimos años en nuestro México.
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