El “Día Internacional de la Democracia”, celebrada el 15 de septiembre, recuerda a los países del mundo la necesidad de fortalecer con igualdad, libertad, inclusión, innovación y amplitud sus mecanismos y prácticas democráticas de gobernabilidad y gobernanza para que enfrenten con eficiencia los desafíos que representan la violación de las libertades individuales, la desigualdad social, política y económica que imperan en las sociedades en menor o mayor magnitud.
La democracia mantiene un amplio reconocimiento a nivel mundial como la mejor vía para garantizar procesos y mecanismos que permiten el derecho al voto en elecciones libres, la articulación de instituciones autónomas que establecen controles y contrapesos en el ejercicio del poder, respeto a los derechos humanos, la construcción de la paz y el desarrollo de los países; pero también es cierto que la democracia en su permanente construcción y perfeccionamiento para promover y lograr igualdad, libertad, solidaridad, respeto, dignidad y justicia, puede ser rehén de simplismos, retóricas, narrativas y pasiones individualistas, autocráticas y populistas que pervierten, transgreden, trastocan, enturbian y debilitan las instituciones, los procesos democráticos y los derechos humanos.
Los profesores de la Universidad de Harvard Steven Levistky y Daniel Ziblatt en su libro Cómo mueren las democracias refieren que la democracia es frágil y está enfrentando una nueva forma de ser socavada por “líderes electos de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo con los que los condujo al poder. Algunos de esos dirigentes desmantelan la democracia a toda prisa”, en otros casos “las democracias erosionan lentamente en pasos apenas apreciables”. Indican que los retrocesos democráticos en la actualidad “empieza en las urnas”, es decir, son provocados por los “propios gobiernos electos” citan como ejemplos a “los gobiernos de Venezuela, Georgia, Hungría, Nicaragua, Filipinas, Perú, Polonia, Rusia, Turquía y Ucrania”. Refieren que actualmente las caídas de las democracias, ya no es común que se den por golpes militares, o por la suspensión de la Constitución y las elecciones, sino que ahora se dan con autócratas electos en las urnas que mantienen en sus países “una apariencia de democracia, a la que van destripando hasta despojarla de su contenido”.
También advierten cómo las medidas gubernamentales de los autócratas electos por la vía democrática alteran la democracia con legalidad desde “la asamblea legislativa o bien los tribunales” o a través de “medidas para mejorar la democracia, para reforzar la eficacia del poder judicial, combatir la corrupción o incluso sanear el proceso electoral”. Ello causa “confusión pública” debido a que la población no se percata de que el régimen está perdiendo su calidad democrática y “quiénes denuncian los abusos del gobierno pueden ser descalificados como exagerados o alarmistas. Para muchas personas la erosión de la democracia es casi imperceptible”. Lo anterior indica que los regímenes democráticos en el mundo están en constante riesgo por el asedio y ascenso de líderes autócratas que aparentan ser demócratas y en lugar de fortalecer la igualdad, la justicia social y los procesos democráticos, los vulneran y los limitan a la luz del día o silenciosamente.
Por ello es una realidad que la democracia enfrenta deformaciones en su contenido, en sus procesos y mecanismos; deformaciones impulsadas por personajes individualistas, autocráticos y populistas que desdeñan, debilitan y minan minuciosa, y estratégicamente a las instituciones autónomas, al equilibrio de los poderes, a los derechos humanos, a las libertades y a la justicia social. Steven Levistky y Daniel Ziblatt advierten que los autócratas convierten las instituciones en “armas políticas, esgrimidas enérgicamente por quienes las controlan en contra de quienes no lo hacen”, reescriben “las reglas de la política para inclinar el terreno de juego en contra del adversario”, además, “utilizan las propias instituciones de la democracia de manera gradual, sutil incluso legal para liquidarla”.
Es importante señalar que la calidad de un régimen democrático se mide por resultados en favor de la población y por los contrapesos en el poder, pero cuando aparece otra deformación de la democracia en el ejercicio del poder, como la “egocracia”, la calidad del régimen democrático e institucional está en grave riesgo, sobre todo, porque el egocrata se abraza de la autocracia y el populismo, se abraza de la irrealidad y de los resultados intangibles.
José Nun, quien fuera Secretario de Cultura en Argentina y catedrático en la Universidad de Berkeley, le da significado al término egocracia en su obra el Sentido común y la política para referirse al entonces gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. A esta deformación de la democracia, José Nun la describe como el poder que se ejerce desde el “ego” del gobernante, desde el “yo” del gobernante, es decir, monopoliza el poder para ejercerlo desde su “ego”, lo cual enturbia, disminuye y debilita la calidad de cualquier régimen democrático.
Consideraciones
La democracia en México no es ajena a la influencia mundial de personajes de corte egocrático, autocrático y populista, sobre todo en la actual administración federal que simpatiza con líderes que han deformado la democracia en sus países. Esta simpatía ha marcado una preocupante línea política que conjuntamente con la narrativa, la retórica, las reformas y la estrategia política del gobierno de la 4T se asemejan a las prácticas que mencionan Steven Levistky y Daniel Ziblatt en su libro “Cómo mueren las democracias”, las cuales, han hecho sucumbir a regímenes democráticos de Latinoamérica y Europa convirtiéndolos en autocráticos y populistas.
En este sentido, México vive una realidad poco alentadora en su régimen democrático, el cual, está en constante lucha contra quienes pretenden disminuir o desaparecer la pluralidad, la división de poderes y los contrapesos. De acuerdo al Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit, señala que nuestro país tiene una “democracia defectuosa” debido a los problemas de gobernabilidad y gobernanza, a una cultura política rezagada y a niveles bajos de participación política, ya que en 2019 y 2020 se ubicó en el lugar 73 y 72 de 167 países analizados, con una puntuación de 6.9 y 6.7, respectivamente (Escala de 0 a 10).
Al respecto, Freedom House en su Informe Anual Freedom in the World que analiza a 210 países y territorios en materia de acceso a las libertades individuales, como el derecho al voto, la libertad de expresión y la igualdad ante la ley, ha ubicado a México en 2019 y 2020 con una “democracia parcialmente libre” con una puntuación de 62 y 61, respectivamente (Escala d 0 a 100).
Sumándose a lo anterior, México no puede hablar de una democracia de calidad cuando:
1.- La Constitución se quiere manipular a complacencia; la división de poderes se vulnera; las instituciones autónomas se les disminuye el presupuesto y pretenden restarles credibilidad, y los contrapesos sociales, políticos y económicos son denostados permanentemente;
2.-El acceso a una canasta básica diaria no es posible para más de 55 millones de pobres, de los cuales, de acuerdo al CONEVAL, 3.8 millones se sumaron en los últimos dos años, mientras, la población en pobreza extrema tuvo un incremento de 2.1 millones, por lo que, pasó a 10.8 millones;
3.- La inseguridad ha sumado más de 100 mil homicidios dolosos en los últimos tres años, o cuando, en la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas 2020, refiere que el costo total por la inseguridad que sufren las empresas es de 226 mil millones de pesos, es decir, el 1.25% del PIB, representando el 41.3% pérdidas económicas y a nivel nacional un costo de más 85 mil pesos en promedio por delito a empresas.
4.- La impunidad, que es la llave para abrir la puerta a diversos delitos, es quizá de los mayores retos para la democracia en México, desafortunadamente en este rubro no hay mejoría. El Índice Global de Impunidad 2020, indica que México ocupa la posición 60 de 69 países analizados, con 49.67 puntos, que representan 10 puntos más de en el rango de impunidad frente al promedio global que es de 39.9 (Escala de 0 a 100).
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2021, estable que el 93.3% de los delitos no fueron denunciados, o, la autoridad no inició una carpeta de investigación. Este nivel de impunidad reduce la calidad de la democracia en México.
5.-Datos de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad señalan que el 80.6% de contrataciones del gobierno se han realizado por adjudicación directa en 2021, obviando los procesos de licitación que son mecanismos de transparencia y rendición de cuentas fundamentales para fortalecer los contrapesos en el poder.
Por su parte, México Evalúa refiere que en el PEF 2021 el 83% de los recursos aprobados no tuvieron un destino geográfico claro, lo que genera opacidad en el gasto público.
México se encuentra en tiempos de definiciones en lo que respecta a su Democracia, definiciones que impactarán a las generaciones presentes y futuras, porque en la medida que se logre cerrar la brecha a la desigualdad, a la pobreza, a la injusticia, a la corrupción y al encono social habrá una mejor calidad en nuestra democracia. Por ello, hay dos caminos, blindar y fortalecer el régimen democrático de las tentaciones e influencias egocráticas, o, por el contrario, el pueblo y quienes juraron defender la Constitución se inclinen y abran paso a un régimen egocrático que centralice toda acción pública y denote una franca incomodad a la transparencia, a la rendición de cuentas, a la división de poderes, a los contrapesos, a las instituciones con autonomía y al pluralismo, lo cual sería retroceder y anclarse pasado.
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