Harpagón. –Hay que vivir para comer, y no comer para vi…
No, no es así. ¿Cómo dices tú?
Valerio. –Hay que comer para vivir, y no vivir para comer.
-Moliére, El Avaro, acto tercero, primera escena.
En México tenemos el mito cultural nocivo del “buen trabajador”, entendido como aquella persona que “da el todo” por la empresa. Esto implica quedarse horas extras –sin paga–, laborar en fines de semana e, incluso, la aceptación que vivir con agotamiento extremo –burn out– es considerado indicador de un “buen rendimiento” y una “persona comprometida”. Vaya, hasta es mal visto aquella persona que deja de trabajar a la hora indicada –“¡qué sangrón!”, “¡uy, es que no le gusta trabajar!”–. Mi aversión con esta etiqueta social es que pensamos que siempre hay “que echarle muchas ganas” –y sí, nadie lo niega–, pero el esfuerzo y trabajo son precisamente eso, una actividad dentro de muchas de la vida, más no la única.
Nos quieren vender que el trabajo es el centro de nuestra existencia y que aquellos profesionistas con más de veinticinco años trabajando en una empresa son el ejemplo de la constancia y el buen desempeño. Sin embargo, ¿realmente es bueno que dediquemos un cuarto –o más– de nuestra existencia a enriquecer a aquel sector en la cúspide de la pirámide social? ¿Nos parece aceptable que la gran mayoría de los mexicanos trabajemos ocho horas diarias –y más– para poder disfrutar cuatro –o menos–? Incluso con la reciente reforma a la Ley Federal del Trabajo uno tendría que trabajar veintiséis años para ser acreedor a treinta días de vacaciones. Al respecto, destaca el estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos –OCDE– donde se señala lo siguiente:
“Mexicanos y mexicanas son los que más horas trabajan de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pero los que menos vacaciones tienen, una circunstancia que incide en la productividad y que empieza a tener consecuencias en la salud de la población. En los primeros tres meses de este año, de los aproximadamente 56 millones de personas con un empleo regulado en México, un 47,1% trabajó entre 1.785 y 2.124 horas anuales, según datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO)” 1 .
Cabe mencionar que, dentro de la OCDE se encuentran países como Reino Unido, Alemania y Japón. Y, a tantas horas laboradas, ¿realmente impacta en la productividad? En realidad… no. Contrario a la lógica común, “México es uno de los países donde se trabajan más horas, pero la productividad es baja” 2 . Además, en los últimos años no hemos mejorado este factor: “En 2020, la Productividad Total de los Factores registró un descenso de 3.69 por ciento con respecto a 2019. En lo que va de este gobierno, entre 2019-2020, la productividad ha decrecido 2.2 por ciento en promedio” 3 . Incluso, comparados con otros países, en su momento se llegó a afirmar que “los mexicanos, además de trabajar las jornadas más largas, también están sujetos a uno de los regímenes vacacionales más mezquinos del mundo: sus vacaciones mínimas pagas legales son de menos de 10 días, lo mismo que ocurre en Nigeria, Japón y China, por ejemplo” 4 . Con estas alarmantes cifras, ¡claro que era necesario una reforma! Sin embargo, poco resuelve el problema de fondo.
Como lo menciono al principio, mi intuición es que la raíz de esta situación es cultural. Este mito del “buen trabajador” existe por dos realidades inseparables. Por un lado, tenemos una admiración perversa por la figura del “líder”, quien es la persona que gestiona y sabe resolver cualquier problema. Que, por su puesto de mando, rara vez se puede equivocar. Lo cual da origen a un doble discurso moralmente ambiguo. Nos dicen en las empresas “hay que hacerse responsable de nuestros actos” pero el patrón siempre puede echar la culpa al subordinado. Y, tristemente, se acepta como “lo normal”. Al final del día, “así es la realidad aquí y en cualquier empresa”. Mi pregunta es: ¿hasta cuándo lo vamos a permitir? Si existen jefes que se comportan como capataces es porque la gente lo tolera y acepta. Para llegar a cambiar esta realidad hemos de entender que el auténtico líder no es la arrogancia encarnada, sino una persona de virtud y humildad. No se trata de estilos de ejecución, sino de carácter. Es aquella persona que acepta las críticas y busca dirigir con el ejemplo. Quien no teme los conflictos por amor ciego a números y cifras, sino que integra las dificultades para promover el crecimiento, ya que “los conflictos nos permiten conocer y apreciar las diferencias: a partir de aquí podemos aprender, crecer, cooperar con objetivos comunes”5.
La otra realidad que promueve el mito del “buen trabajador” se centra en la concepción misma de cómo apreciamos a los trabajadores y la labor cotidiana. Dentro del sistema somos vistos como un bien, un asset o commodity de las organizaciones. Como lo llegó a comprender Herbert Marcuse, nos impregnan de necesidades falsas que perpetúan el mito de la productividad. De esta manera, nos creemos el cuento de que, mientras más crezcamos y demos horas de nuestra vida, más libres somos y, en realidad, más serviles nos volvemos al sistema:
“La productividad más alta del trabajo puede utilizarse para la perpetuación del trabajo, la industrialización más efectiva puede servir para la restricción y la manipulación de las necesidades. Al llegar a este punto, la dominación –disfrazada de opulencia y libertad– se extiende a todas las esferas de la existencia pública y privada, integra toda oposición auténtica, absorbe todas las alternativas”6.
Es decir, que mientras más permitamos el abuso de tiempo –horas extras, fatiga extrema, burn out como indicador de que “somos buenos trabajadores”–, más fortalecemos el sistema de pequeños abusos laborales constantes. Curiosamente, la palabra “trabajo” tiene un peculiar origen. El lingüista Joan Corominas7 explicó que etimológicamente proviene del latín tripaliare, que significa “torturar”. Si bien, tener un trabajo no se equipara con padecer martirios extremos, sí conserva cierta semántica de angustia, suplicio, estrés, obligación y frustración.
A modo de conclusión, tanto sector público y privado son esenciales para cualquier sociedad. Sin embargo, hay que quitarnos de la cabeza que la saturación de encargos y responsabilidades nos hace mejores personas. El trabajo es sólo una dimensión de la vida, no la central. Hemos de caminar hacia una idea de que cualquier trabajo es un medio que permite desarrollar habilidades y nos provee del sustento necesario para perseguir nuestros sueños y anhelos, es decir, para vivir bien. Como lo demuestran los estudios, la productividad no se traduce con jornadas largas y constantes. Al contrario, hay mayor productividad cuando se permiten descansos frecuentes, tiempo para concentrarse y, sobre todo, tiempo para cultivar el ocio, la diversión y las relaciones personales. Dejemos de poner excusas para desgastarnos y defendamos una cultura laboral basada en la equidad, lo justo y lo correcto.
1“La escasez de vacaciones en México impulsa una reforma legal para aumentar el ocio a 12 días anuales”, Darinka Rodríguez, El País, 12 de agosto de 2022. Disponible en: https://elpais.com/mexico/2022-08-12/la-escasez-de-vacaciones-en-mexico-impulsa-una-reforma-legal-para-aumentar-el-ocio-a-12-dias-anuales.html.
2“¿Qué países trabajan más horas al año? Spoiler: México es el que dedica más tiempo”, redacción de El Financiero, 20 de agosto de 2022. Disponible en: https://www.elfinanciero.com.mx/economia/2022/08/20/que-paises-trabajan-mas-horas-al-ano-spoiler-mexico-es-el-que-dedica-mas-tiempo/.
3Ídem.
4 “Los países del mundo en los que se trabaja más horas (y los dos primeros son de América Latina)”, redacción de BBC Mundo, 25 de abril de 2018. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/institucional-43872427#:~:text=Corea%20del%20Sur%20tiene%20una,horas%20por%20a%C3%B1o%2C%20por%20trabajador.
5 Carlos Llano Cifuentes, Humildad y liderazgo. ¿Necesita el empresario ser humilde?, (CDMX: Ediciones ECA, 2018), p. 20.
6Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, trad. de Antonio Elorza (CDMX: Editorial Planeta, 2021), p. 55.
7 Cfr. “¿De dónde viene la palabra trabajar?”, redacción de El Heraldo de Aragón, 21 de mayo de 2017. Disponible en: https://www.heraldo.es/noticias/sociedad/2017/05/21/donde-viene-palabra-trabajar-1176098-310.html.
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