¿Cómo fue tu primer encuentro con el odio?

Algo que agradezco profundamente a la famosa “Generación de cristal” es que nos hayan abierto los ojos y nos concientizaran sobre el error tan cruel en el que vivimos prácticamente todas las generaciones anteriores

4 de abril, 2023 Primer encuentro con el odio

¿Cómo fue tu primer encuentro con el odio? Y podríamos todavía subdividir la pregunta por categorías dependiendo de las características de cada persona. ¿Cuál fue tu primer encuentro con la homofobia? ¿O con la misoginia? ¿O la primera vez que te sentiste discriminado o racializado?

Cuando yo fui joven, expresarse mal de las mujeres, los indígenas, las personas no binarias, los afrodescendientes o las personas con discapacidad era tan común que lo teníamos perfectamente normalizado. Todos hacíamos chistes, nos referíamos con nombres despectivos y hablábamos de los cuerpos, preferencias, orientaciones, defectos y enfermedades de los demás con una libertad y negligencia que ahora me avergüenza.

Algo que agradezco profundamente a la famosa “Generación de cristal” es que nos hayan abierto los ojos y nos concientizaran sobre el error tan cruel en el que vivimos prácticamente todas las generaciones anteriores.

 

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Referirnos a los demás haciendo mofa de alguna discapacidad física o preferencia sexual, de su color de piel u origen racial o de su condición socio económica era algo tan común como aceptable, hablar de los cuerpos ajenos, etiquetar a las personas por alguna características y resumir su existencia a sólo eso es algo que nos lastimó socialmente y como individuos. Decir, por ejemplo, “La gordita del salón”, “Los nacos de la escuela”, “La amiga zorra”, “El gay”, “El cojito” e infinidad de apodos más que no puedo ni mencionar pero que todos sin excepción conocimos, escuchamos, repetimos y normalizamos.

¿Cuánta gente vivió teniendo que resignarse a ser tal o cual cosa, solo porque a los demás les pareció gracioso u oportuno otorgarles ese título? Fue tan normal esto como tener que soportar el acoso sexual y la violencia de género y pensar que era así, que era parte de la vida.

Yo les platico a mis hijos sobre la práctica de los niños de poner espejos en el piso o pararse abajo de las escaleras para ver la ropa interior de las niñas o espiar a través de las ventanas de los baños y que ni siquiera pudiésemos denunciarlos porque los adultos no lo veían como algo malo, en cambio, nos recomendaban que mejor usáramos shorts debajo de la falda y grapáramos con los suéteres los orificios por donde nos pudiesen ver desde afuera cuando hacíamos uso de los sanitarios. O saber que maestros otorgaban puntos extras a las niñas que fueran de minifalda a clase no era ni lejanamente visto como una total falta de respeto. 

Siempre voy a recordar la clase de anatomía de quinto año, cuando el mismo profesor que nos dio clases a muchísimas generaciones impartía el tema de aparato reproductor femenino y todos esperaban el ansiado momento en que hiciera el chiste de que el himen femenino tenía el mismo propósito que el sello de los frascos de Nescafé (“Servían para saber si alguien había cuchareado el pomo antes”). Todo eran risas y aplausos y nadie se ofendía ni se manifestaba en contra.

Me atrevo a asegurar que la inmensa mayoría caímos en esta práctica. Alguna vez  casi todos nos burlamos o nos referimos a algún compañero o compañera por sus características físicas, repitiendo apodos y sobrenombres sin importarnos que resultaran humillantes y despectivos. La verdad es que nadie nos dijo que estuviera mal, nadie nos llamó la atención y mucho menos nos explicó por qué era incorrecto. Mientras más interiorizamos en esta conducta más culpables nos sentimos e impotentes para resarcir el daño hecho en el pasado.

Los jóvenes de ahora hablan de un término, “Deconstruir”, y se trata de hacer conciencia sobre el error y tratar de concientizar a otros para así reparar el daño e iniciar con una nueva forma de relacionarnos entre nosotros, con respeto y humanidad. Se trabaja para no volver a caer en antiguas costumbres y no permitirnos ni permitirles a los demás referirse a los cuerpos y comportamientos de los demás ni para bien ni para mal.

Me parece que es un camino largo, que estamos muy mal acostumbrados y que es fácil volver a caer en la tentación de divertirnos a costa del otro, pero ojalá que podamos entender y darnos cuenta de lo mal que nos vemos, de cómo nos exhibimos como individuos y del pésimo ejemplo que damos a nuestros hijos y que además si queremos respeto, tenemos que empezar por brindarlo porque ninguno de nosotros está exentos de caer en alguna categoría que, aunque no debería ser motivo de mofa, nos seguirá pareciendo ofensiva si seguimos creyendo que calificar a una persona es correcto.

 

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