Cada vez es más común que los representantes de ciudades con características específicas -entre éstas podemos citar a las que cuentan con posibilidades de destinar presupuestos para proyectos tecnológicos– consideren viable iniciar su paso a ciudades inteligentes.
En general, se entiende por “ciudad inteligente” una urbe que, mediante el uso de la tecnología, proporcione servicios tradicionales y resuelva cuestiones urbanas. Una ciudad inteligente es aquella que, entre otras cosas, facilite la movilidad, mejore los servicios sociales, sea sostenible y dé voz a sus habitantes.
Todo esto se escucha muy bien, sobre todo ante la inminente llegada de la tecnología 5G, la cual permitirá más conexiones de datos a muy alta velocidad. No obstante lo anterior, hay que ser realistas: en muchos países –entre ellos, México–, los responsables de áreas estratégicas como movilidad, planeación urbana, tecnología, servicios públicos, polos o corredores laborales y muchas más áreas, no celebran acuerdos para desarrollar un plan estratégico de urbanismo. Normalmente se atienden acciones más por urgencia y ocurrencia que por estrategia.
Considerar pasar de este estado de falta de orden y organización a un escenario de ciudad inteligente es una locura y poco sensato. Antes de ello, suena bastante más lógico entrenar a los diferentes equipos a usar simuladores donde puedan poner a prueba sus ideas, premisas o iniciativas.
En el mercado hay una serie de herramientas de distinto nivel que permitirían desarrollar de mejor forma y a muy bajo costo la habilidad de validar las ideas en áreas donde normalmente no hay una gran experiencia personal y menos de equipo.
Videojuegos simples como SimCity (https://www.ea.com/es-es/games/simcity) o simuladores de alto nivel como CityScope (https://www.media.mit.edu/projects/cityscope/overview/) serían el laboratorio ideal para dimensionar la viabilidad de ideas y la estructuración de un plan integral, de la mano a una estrategia como antesala de una ciudad inteligente.
Entonces queda claro que hay que hacer un trabajo inteligente antes de implementar una ciudad inteligente. De lo contrario se tendrá una ciudad que, lejos de inteligente, será lo más cercana a una ciudad bruta con inversiones inaceptables que bien vale destinarlas a mejorar los servicios públicos… ahí no hay pierde.
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