“…Una bandera impregnada con el viento de México; con sabor a chiles y capulines; a tortillas y mole. Con tres colores como las cocadas. Con el sabor de todas sus canciones, de mariachis, de bandas y marimbas, donde Dios nunca muere…
“…Quiero una bandera que pueda yo traer junto al corazón, pequeña y viva; con la que los niños de allende el inmenso mar, los chilpayates; los escuincles, agitan México en sus alegrías, afirman México en sus desafíos germinan México a pesar de los pesares… la bandera festiva de los lunes; de los lunes en todas las escuelas; la de todos sus patios…” (1).
Ayer fue día de la bandera nacional y siento la intensa necesidad de conmemorar su nacimiento cuyo mensaje debería ser difundido y escuchado por todos nosotros, los mexicanos. Según la tradición histórica reconocida, el 24 de febrero de 1821, México y España en los brazos de Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide se dieron un abrazo de reconciliación en Acatempan (en el estado que hoy lleva el nombre de Guerrero) y su encuentro entre hermanos dio como resultado la independencia de México.
A partir de ese momento, no había disculpas pendientes por exigir ni por dar; a partir de ese momento, España se convirtió en patria hermana; la patria hermana que iluminó México con los hijos de su exilio creadores del Colegio de México entre 1938 y 1940. Es muy importante destacar que México como país independiente, nace de un acto de amor y reconciliación entre hermanos: un acto de amor que hoy nos dice que, a partir del odio, el rencor y los resentimientos, nada puede construirse.
Exigirle hoy a España disculpas que desde Acatempan son innecesarias, solamente sirve a los piratas ingleses que desde Buckingham urdieron la Leyenda Negra tras la que los británicos han ocultado sus genocidios en América del Norte, India, Sudáfrica, China y Afganistán por solamente mencionar algunos.
El espíritu del Abrazo de Acatempan excluye la necesidad de disculpas posteriores, de reclamos, de venganzas o retribuciones; en ese abrazo sin necesidad de palabrería, surge el México independiente como una página en blanco sobre la que estábamos llamados a escribir nuestra historia nueva.
Los primeros dos siglos de nuestra patria han estado llenos de periodos oscuros y otros luminosos. Hemos tenido héroes en todos los bandos; es indispensable que sepamos reconocer las virtudes y la entrega de todos los hijos de México y no nada más los de tal o cual partido.
Yo me permito con la autoridad que la larga vida vivida nos da a los ancianos, invitarnos a todos a liberarnos de la vorágine que busca dividirnos entre mentirosos y “faros de LA VERDAD OFICIAL”; entre fifís y pueblo bueno y sabio; entre golpistas y “leales”.
Nos urge recuperar el respeto por la fuerza de las palabras; por la FUERZA MORAL DE LA PALABRA. No podemos seguir prestándole oídos a discursos cargados de heces y lodo sin importar quien los pronuncie. Nos urge regresar a Acatempan para fundirnos en un abrazo de hijos de esta misma patria, esta patria que ha sido irrigada con sangre de todos los bandos.
Para la patria vale lo mismo el sacrificio de Santos Degollado o de Melchor Ocampo, que el de Miguel Miramón, el CONSERVADOR cuya vida es ignorada por todos los niños y jóvenes de México.
¿Por qué me detengo precisamente en Miguel Miramón? Porque a pesar de haberlo mandado fusilar en el cerro de Las Campanas, los liberales honestos y patriotas (que también los hubo) lo reconocían como alguien que prefería perder una batalla peleada con honor, que alzarse con una victoria sucia que ofendiera a la patria; por eso fue conocido por sus adversarios como “el caballero de los infortunios”.
Por cierto, Miguel Miramón fue uno de los niños héroes que defendieron las alturas de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847, en tanto su futuro rival, el General Mariano Escobedo, fue heroico defensor de México en las batallas de Monterrey y La Angostura peleando contra la misma invasión de Estados Unidos en 1846-47.
Hay un momento en la vida de Miramón, que lo distingue de manera muy especial. Estando frente al pelotón de fusilamiento, el Archiduque Maximiliano pidió un momento para cederle al General, el lugar de honor, pasándolo al centro de modo que enfrentó la descarga de fusilería entre el General Mejía, y el Patriota Mexicano llegado desde Austria a ofrendar también su vida por México.
Negarle a cada mexicano su valor y su significado en la historia de la patria es un error y un agravio a la verdad que tanta falta nos hace. Hoy vivimos una noche oscura donde las rencillas, las acusaciones, las ofensas y las mentiras, son cosa de todos los días desde las más altas tribunas del país.
Es por eso que, desde el pequeño rincón de mi corazón ya viejo, quiero expresar mi amor inconmovible por nuestra patria. Mientras escribo estas líneas, tengo a la vista sobre mi escritorio la bandera de México que me envió como obsequio mi entrañable amigo Javier Álvarez de la Peza. Al verla frente a mí, y al escuchar nuestros bronces de gloria, resonando los acordes del Himno Nacional interpretado simultáneamente con la Antigua Diana, cimbrando desde el zócalo, hasta los remotos rincones de nuestra patria, (que alcanzan hasta Stahringen), entiendo los ojos de mi padre, arrasados de lágrimas.
No importaba que mi viejo se encontrara en la intimidad de su habitación, donde nadie podía verlo; siempre que por radio o televisión se escuchaba nuestro Himno Nacional. Él se ponía de pie mientras la emoción rodaba por sus mejillas.
En este momento, al acercarme al final de estas líneas, recuerdo que a mi padre NO se le quebraba la voz en momentos así; en momentos así, ni siquiera podía articular palabra alguna. Al recordarlo, se me escapa una sonrisa, porque lo que estoy sintiendo puedo compartirlo porque lo estoy escribiendo; si se lo tuviera que decir de viva voz, yo como él, difícilmente podría articular palabra…
Hoy rindo homenaje a NUESTRA BANDERA que ondea por todos los rincones del planeta, en las casas de los mexicanos que vivimos lejos; en las mochilas de los mexicanos que anoche cruzaron el río para sostener a sus familias que NUNCA DEJAN ATRÁS; en las carteras donde nuestros tres colores resplandecen bajo una mica, al lado de retratos de hijos, esposas, nietos, amigos…
Hoy no me abruma la tormenta de odios que agobia a México, porque nuestra patria ha sorteado vientos huracanados y tormentas que finalmente se disiparon y fueron derrotadas por NUESTRA BANDERA INVENCIBLE; invencible en fiel reflejo de nuestra ALMA INDÓMITA.
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1 Fragmento del texto titulado “Una Bandera de México”.
Stahringen am Bodensee
Baden Wurttemberg, México
24 de febrero de 2022
Dedicado a mi querido amigo Javier Alvarez de la Peza.
Viva México y viva España.
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