Recibí un meme en el cual se muestran tres filas de ciudadanos esperando relacionarse con el gobierno federal actual con tres actitudes: criticar, mentir y ayudar.
La primera se encuentra tan larga que no le alcanza el espacio al dibujante para ubicar la cantidad de personas que esperan ser atendidos; la segunda tiene una pequeña fila para mentir y en la fila de ayuda solo se encuentra una persona.
Esta posición me muestra la actitud de muchas de las personas con las que me relaciono en los diferentes círculos que me permiten participar, personas preparadas, cultas, de mi mayor consideración a quienes estimo y respeto y con quienes lo último que deseo es enemistarme y mucho menos por diferencias de opinión política, hoy creo entender un poco su posición.
Sin duda se me ubica entre quienes sólo quieren criticar y nadie piensa que quiera yo ayudar a la presente administración. Les informo que aunque creo que el programa de “Jóvenes Construyendo el Futuro” me parece incompleto, sin metas realistas y objetivas, evaluables y esencialmente injusto, despilfarrador y sobreprotector; injusto porque hay muchos jóvenes productivos, dedicados a trabajos formativos y productivos como médicos residentes en hospitales que si bien están estudiando, también están trabajando con turnos hasta de 24 horas continuas y reciben “becas” hasta de la tercera o cuarta parte de lo que reciben cada uno de los jóvenes de construyendo el futuro quienes en general carecen de la preparación de los jóvenes residentes de su misma edad y que han terminado al menos la licenciatura en medicina; es despilfarrador porque la mayoría de jóvenes desempleados se hubieran integrado al programa con la mitad o hasta la tercera parte de los ingresos que les otorga hoy el gobierno; toda sobreprotección es castrante, la facilidad con la que se puede integrar un joven a este programa no le obliga a desarrollar un esfuerzo considerable y le va acostumbrando a estirar la mano y dar las gracias; al salir del programa ¿tendrán suficientes cambios cualitativos que le permitan reencaminar su vida con nuevas capacidades? O ¿seguirá requiriendo la sobreprotección del estado convirtiéndose en su permanente cliente?
Con todos los inconvenientes del programa, los menos culpables son los muchachos que participan y a pesar de mi no coincidencia, participé gratuitamente con un grupo de jóvenes en capacitación en una fundación dedicada al apoyo de discapacitados para compartir un breve curso de redacción y cultura, en favor de mejorar los resultados del programa para estos jóvenes.
Quiero cuestionar si es posible ayudar a quien no requiere ayuda, a quien es dueño de la verdad, que tiene sus paradigmas perfectamente establecidos y cuya opinión prevalece por encima de cualquier otra.
Que le vaya bien al primer mandatario es un asunto que nos importa a todos los mexicanos. Ya que este éxito va ligado al destino del país. Todos estamos dispuestos, en principio, a prestarle la mayor ayuda posible.
Para empezar la primer ayuda consiste en hacerle entender el significado de la palabra mandatario, ya que es quien ejecuta las acciones que el mandante le ordena, es quien recibe las instrucciones para ejecutar la voluntad de quien está por encima de él, que es quien lo ha contratado y espera cumpla su cometido como lo que es, un servidor del pueblo que lo manda, no le entregó el país en propiedad, ni en comodato, sino que espera lo componga y mejore para todos, no para lo que él considera ya que ni a sus colaboradores más cercanos les permite opinar si no se solidarizan con sus percepciones, aunque le digan que en el aeropuerto de Texcoco no se encontró rastro de corrupción como él lo decretó.
Los Derechos Humanos parecen ser propiedad exclusiva del mandatario cuando se le cuestiona no existe quien en el país le haga rectificar la posición que es autoritaria y definitiva. Muy buena ayuda sería explicarles con pelos y señales lo que son los Derechos Humanos, en especial los de los niños.
Algún día mandó al diablo a las Instituciones Nacionales y lo que hizo de palabra ahora lo hace de hecho al recortarles inmisericordemente los presupuestos que si hubo corrupción debería comprobarse personalmente y encarcelar a los corruptos y no hacer que paguen justos por pecadores.
Si le baja dos rayitas a su soberbia que le hace actuar con la prepotencia característica de los regímenes dictatoriales en los cuales Chávez y Maduro son sus mentores paradigmáticos y no existe capacidad en el gobierno para reconocer la situación a la que han llevado a Venezuela.
Una actuación humilde le permitiría aplicar el sentido común pidiendo ayuda en todo lo que está fuera de su área de conocimiento. Un mandatario no tiene que ser experto en todos los temas y si bien muchas de sus iniciativas son acertadas y loables, a la hora de ejecutarlas no es de esperar que sea amplio conocedor, por ejemplo en los recortes al presupuesto convenientes y en muchos casos necesarios no habría que hacerlos con hacha y machete como lo ha hecho; con un buen asesoramiento y una auditoría contable y administrativa que sin temor a equivocarme puedo afirmar que los institutos y colegios de contadores y administradores, así como las escuelas y universidades donde se imparten las carreras administrativas y contables, hubieran colaborado hasta gratuitamente para hacer esos recortes con bisturí, eficaz y eficientemente en cada secretaría o institución de la que sospechara el ejecutivo de posible corrupción y obtendría el país una burocracia en grado de excelencia.
Un buen asesor de redacción sería conveniente para que nos transmitiera por escrito lo que él considera como neoliberalismo, definiendo la corrupción y la impunidad.
Habría que ayudar a olvidar los fantasmas del pasado que le ocupan gran parte del tiempo, invocando un fraude electoral que en su momento nunca pudo probar y mucho menos puede hacerlo ahora, dejar de culpar a gobernantes anteriores ya que los males eran conocidos y hoy es su responsabilidad resolverlos.
Nadie lo engañó al aspirar al cargo y las exageraciones del malestar del país eran de sobra conocidas y ante la advertencia debería enfrentar la problemática y aunque recibió en pleno el apoyo para lo que calificó como solución al problema de inseguridad hoy lo único que tenemos es el doble de muertos de los que se asignaron a Calderón y la tendencia no se ve cuando vaya a empezar a declinar.
Podría aprender a aceptar la realidad del nulo crecimiento que ha sido motivado por las decisiones que a todos los ojos del mundo son erróneas y que sólo como bufón de carpa utiliza para empeorar las cosas descalificando a los calificadores y menospreciando a quienes tienen carreras técnicas afirmando que para gobernar lo único que se requiere es un gran sentido común de lo que él adolece.
Una buena asesoría para selección de personal le impediría poner al frente de una petrolera a un agrónomo sin experiencia cuyo nombramiento contribuyó a la baja de calificación de la deuda petrolera y eso cuesta mucho más dinero que lo que obtiene con las subastas de bienes embargados o la recuperación de combustible huachicoleado.
También podría aprender a respetar su palabra de hecho, no de dicho, como guardar y hacer guardar la constitución y no considerar que con las cámaras a su disposición puede cambiar cuantas leyes se le ocurre hasta por los fines más baladíes como colocar a sus preferidos en puestos que la ley anterior les impedía, o manejar los procedimientos enviando sólo a personas incapaces para los puestos que requieren aprobación legislativa, importándole más su sumisión que su incapacidad.
No debemos cejar en ofrecer nuestra ayuda, pero la duda que permanece es ¿la aceptará?
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