AMLO, Novak Djokovic y el Ómicron

El caso de Djokovic es un perfecto ejemplo del debate sobre la solidaridad nacional y mundial que se debe tener respecto a la decisión de vacunarse para evitar contagiar a los demás. 

17 de enero, 2022

El presidente Andrés Manuel López Obrador  volvió a contagiarse de Covid-19 durante la larga pandemia que cumple su segundo año de azotar al mundo. Durante la conferencia mañanera del pasado lunes 10 de enero, el primer mandatario manifestaba síntomas de la nueva variante Ómicron; se notaba su ronquera al hablar. Ese mismo día a las 18:05 confirmó en un mensaje de Twitter que había salido positivo, señaló que estaba aislado y que al parecer los síntomas eran leves.

En contraste con el mensaje presidencial donde se retomaron algunas recomendaciones para la población como aislarse si se presentaban síntomas parecidos a la gripe común, asumiendo que se trataba de un contagio por coronavirus, el presidente no se resguardó ante lo que posteriormente seria confirmado como un caso más en los contagios masivos del presente año. La mañana del 11 de enero AMLO apareció en un breve mensaje de video tomándose así mismo la oxigenación y la temperatura con rangos normales, aseguró sentir como una gripa, por lo que puede seguir trabajando aislado y con ánimo. Finalmente, volvió a retomar sus conferencias matutinas el 17 de enero.

La cuarta ola de contagios en el país, ahora por la variante Ómicron, es mucho más intensa, aunque al parecer con menor gravedad y letalidad que la provocada por la variante Delta. Sugerencias de evitar ir a trabajar si se presentan síntomas, cuidar los niveles de oxigenación, y llamar a los números de emergencia si la enfermedad se agrava, son recetas que nadie hubiera imaginado hace un año, antes de la vacunación, durante la segunda ola de contagios que saturaban los hospitales, provocaban escasez de oxígeno, permitiendo su lucro y la terrible mortalidad de las familias mexicanas.

Aún en los inicios de esta cuarta oleada, el escenario no es menos complicado debido a la posibilidad de que existan muchos contagios que vuelvan a saturar los hospitales, o puedan interrumpir las cadenas productivas, tan diezmadas por la prolongada e inmisericorde pandemia. A la velocidad actual de contagios, la mitad de la población mexicana podría haberse infectado en semanas.

En ese contexto de emergencia mundial sanitaria la estrella del tenis mundial, Novak Djokovic, protagonizaba un escándalo más al ser una de las figuras deportivas declarada abiertamente antivacunas, por lo que para su participación en el tradicional abierto de Australia debió recibir una exención medica del organismo australiano de tenis. Sin embargo a su llegada al país oceánico las autoridades  confinaron al deportista en su hotel,  le retiraron la visa de trabajo, mientras se estudiaba su caso, pues en primera instancia se dijo que no había acreditado un esquema de vacunación completo como se exige a todo extranjero que ingresa al país. 

Luego de un fallo legal que daba mayor peso a minucias de procedimiento, un juez le regresó la visa para poder participar en el tradicional abierto de tenis. La opinión pública mundial manifestó su descontento al privilegiar los intereses económicos del torneo deportivo por encima de las férreas políticas sanitarias que el país mantiene  para sus ciudadanos y muchos extranjeros que visitan o trabajan en su interior. 

El caso Djokovich planteó una amplia discusión sobre si deben existir ciudadanos de primera y de segunda en medio de una ola de contagio por la variante Ómicron que golpea sin distinción a la humanidad. Finalmente, el tribunal federal austriaco resolvió cancelar la visa del tenista número uno a nivel mundial, por lo que no podrá participar en el Abierto de Australia.  

El caso de Djokovic es un perfecto ejemplo del debate sobre la solidaridad nacional y mundial que se debe tener al vacunar al mayor número de pobladores posible para evitar los contagios y sus terribles consecuencias mortales y económicas. Si bien el deseo de cada individuo de recibir o no la vacuna debe ser respetado, dicha libertad individual debe ser coartada cuando exista la posibilidad de ser un portador del virus que puede provocar la muerte en amplios sectores de la población inmunodeprimida, o en los casos extremos de ciudadanos que no han tenido acceso a ninguna dosis del biológico debido al acaparamiento demencial de los países ricos.

Como se demuestra en el caso del tenista serbio, las figuras antivacunas y mediáticas son poco proclives a aceptar las restricciones de los diferentes estados y ciudades que dictan medidas preventivas para las personas no vacunadas. La libre decisión de Djokovic de no recibir vacuna es su derecho personal, siempre y cuando se quede aislado en su casa en un acto de responsabilidad ante una pandemia que ya nadie puede negar. No obstante, a pesar de que se informó que el tenista serbio había estado contagiado y con síntomas leves, no dejó de acudir a eventos públicos y reuniones sin las menores medidas de seguridad y con la irresponsabilidad de haber contagiado a muchos de los asistentes.

En lo que sí existe una distinción entre los contagiados y vacunados es en la calidad de los tratamientos médicos a los que pueden acceder. Si el tenista serbio requiriera de auxilio médico y hospitalización, sus posibilidades de sobrevivir a una enfermedad grave son muy altas. Lo mismo ocurre para los mandatarios como el expresidente estadounidense Donald Trump, así como para el presidente López Obrador y muchos otros mandatarios que se han contagiado a lo largo de esta trágica pandemia.

Aquellos privilegios médicos de los que pueden gozar las cúpulas empresariales, los mandatarios y muchos deportistas de elite mundial no serán nunca accesibles para los ciudadanos comunes, que pudieron infectarse por acudir a algún evento de Djokovic o los reporteros que acuden a las conferencias mañaneras del presidente AMLO. Por lo general, un infectado con enfermedad agravada por Covid-19 es sinónimo de enfrentar un viacrucis interminable.

Solamente la solidaridad de todos los ciudadanos, sin distinción de clases, la hermandad de países y el acceso equitativo del biológico sin distinciones, permitirán que la pandemia se pueda ir controlando. Los gobiernos deben garantizar que los mensajes de prevención lleguen de forma correcta, combatir la infodemia de los movimientos antivacunas, pero sobre todo, ser coherentes entre las recomendaciones que realizan, con la actitud personal de sus figuras políticas más importantes.

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