Les voy a contar algo que me sucedió. Hace unos meses tuve relación con una chiquilla que estaba trabajando con los encargados del servicio de limpieza. La veía todos los días muy temprano recibiendo bolsas de basura de las casas y echándola al camión recolector, y hasta muy tarde separando fierros, pet y cartón. No hacía falta observar mucho para saber que es menor de edad, tiene 16 años y se llama Alondra. Me contó que todos los días trabaja 10 horas sin ningún descanso ni tiempo para comer; que son varios los chavos que trabajan así y que de eso se aprovechan ciertas personas que sabiendo que son trabajadores informales y por su edad, no pasa nada si no les pagan o les pagan menos de lo acordado.
Alondra me contó de los trabajos anteriores que tuvo. Es una niña en condición de calle, sí conoce a su mamá pero no tiene los medios para hacerse cargo de ella porque tiene muchos hermanos, y también se dedica al trabajo informal. Además, fue víctima de violencia y abuso en su casa.
Alondra me pidió empleo como trabajadora del hogar, le dije que no podía porque es menor de edad, pero me quedé sin dormir pensando que seguía en la calle. Le propuse ir a alguna estancia infantil del DIF o de cualquier otra Institución (pensé que sería algo sencillo). Conseguimos la dirección del DIF más cercano y fuimos. Nos topamos con que no podían recibirla si no la llevaba su mamá. Alondra les dijo que tenía su acta de nacimiento, que no veía a su madre desde hace mucho tiempo y que no tenía en dónde vivir. Aun así no fue aceptada. Algo entiendo, igual que yo la institución no puede darle asilo a una menor de edad sin el consentimiento de sus padres porque estaría incurriendo en un delito, es como hacer cosas buenas que parecen malas. Así es como se reclutan niñas y niños para la trata de blancas y la pornografía infantil, tráfico de drogas o para cualquier otro tipo de delito del crimen organizado.
Alondra me dijo que iría a su casa a pedirle apoyo a su mamá, nunca volvió, no tengo ninguna duda: regresó a la calle. Alondra, como muchísimos niños y adultos, vive en la calle y vive del trabajo informal, a veces vende mazapanes y otras es vagonera en el Metro; mientras, sus hermanitos limpian parabrisas o cuidan coches en las calles. Franeleros, pasilleros, mendicantes, buhoneros, vendedores de piratería, vagoneros del Metro, artistas callejeros, son solo algunos de los ejemplos de economía informal con la que nos topamos todos los días sin excepción. Pero también lo son la gran mayoría de las trabajadoras del hogar, lectoras de Tarot, peinadoras, masajistas a domicilio, los gestores, fruteros itinerantes, trabajadoras y trabajadores sexuales, propineros, jardineros, plomeros, eléctricos, meseros independientes, músicos, terapeutas por Zoom, vendedoras por internet, choferes de transporte privado. Es decir, no facturan ni pagan impuestos por su ingreso, pero tampoco tienen ningún tipo de apoyo gubernamental ni patronal, no tienen vacaciones ni derecho a los servicios de salud, no tienen fondo para el retiro ni seguro social y lo más grave, ningún tipo de garantía ni seguridad.
Obviamente hay niveles y el peor lo ocupan los trabajadores callejeros, son presa de la criminalidad, el abuso, los operativos, la violencia, el desprecio de la ciudadanía, liderazgo que les exige parte de su ganancia para permitirles trabajar en la calle. Salen cada día a trabajar sin saber si regresarán o pasarán la noche detenidos en el mejor de los casos, si les robaran su mercancía, si lloverá y no podrán ejercer su trabajo, si las patrullas los levantarán y remitirán con las autoridades que están esperándolos para extorsionarlos; muchas veces prefieren pasar dos días detenidos, al menos tienen techo y comida, pero muchos, sobre todo mujeres, saben que dejaron a sus hijos solos y que tienen que volver aunque sea sin dinero.
La economía informal genera el 23% del PIB (Producto Interno Bruto). Según datos del INEGI, a raíz de la pandemia el comercio informal aumentó de forma exponencial en todos los países del tercer mundo. 24 de cada 100 mexicanos se dedican al comercio o al trabajo informal, sí, también la masajista, la amiga que vende panqués entre sus contactos, la maestra que regulariza niños en su casa, son trabajadores informales. Quienes tenemos negocios establecidos sabemos lo complicado que es mantener en orden todos los requisitos del gobierno y lo caro, pagar nóminas, Seguro Social e Infonavit, renta, impuestos, contabilidad, servicios, permisos, protección civil, licencia de funcionamiento y un largo etcétera.
Obviamente sí me molesto porque yo pago todos los requisitos de la economía formal y hay estilistas que compiten conmigo yendo a domicilio y así podríamos quejarnos todos. La economía formal es carísima, casi impagable, pero la vida en la calle es mucho peor, es triste, peligrosa, injusta, fría, hambrienta y llena de abuso. Todos reprobamos el comercio informal hasta que necesitamos a alguien que nos limpie el parabrisas, nos venda un chicle a la mitad del tráfico o nos ofrezca productos novedosos y baratos en la calle o el Metro. Este es un círculo vicioso del que todos participamos, al que todos condenamos sin darnos cuenta si hemos sido parte o si lo hemos propiciado y que muy pocos ciudadanos defienden, que afecta la economía, pero que la mayoría de las veces lo ejerce gente que no tiene alternativa, que no tiene preparación, que no tiene la posibilidad de trabajar en un lugar establecido por cientos de razones: horarios, estudios, talento, capacidades físicas, edad, millones de personas en México no tienen siquiera una identificación oficial porque para empezar no tienen un domicilio. Cada caso es distinto y cada ejemplo es defendible y condenable.
Que la economía formal sea tan cara y la economía informal una opción para muchísimas personas es sin duda el resultado de un sistema de siglos de negligencia y corrupción. Nuevamente el mensajero es el mensaje, corregir la desigualdad y la falta de oportunidades y el exceso de corrupción requeriría de la unidad y cooperación de toda la sociedad, algo que todos pedimos pero pocos estamos dispuestos a dar.
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