Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, juega con fuego. Tan sólo mencionar el “pacto de coordinación fiscal” en cualquiera de sus modalidades, ya sea revisión, desacuerdo, abierta critica o ya de plano como el más reciente caso que nos ocupa de Jalisco, implica jugar con fuego.
El primero en hacerlo fue Samuelito García por Nuevo León, secundado por el mismo Alfaro. Seguramente detrás de aquellas expresiones estaba una mente mucho más completa que la de ese par de imberbes estadistas: Dante Delgado Ranauro, el mandamás de Movimiento Ciudadano, de donde emanaron esos dos gobiernos locales.
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Incluso se llegó a más, a una suerte de sindicato de gobernadores que estaban en abierta oposición al entonces presidente Andrés Manuel López Obrador y que aún se atrevían oníricamente a apostar a su fracaso como Jefe del Poder Ejecutivo. A la postre, dicho esfuerzo terminó muy mal, diluido en la nada. El “grupo federalista” autodenominado así, naufragó, con el extra de ver el tristísimo espectáculo de un gobernador de Nuevo León suplicando el auxilio de la federación. ¿Qué les faltaba? AGUA. Las presas estaban secas y los neoleoneses, quebrados en su fatuo (y salpicado de ignorancia) orgullo, se veían en la necesidad de salir a las calles a bañarse, a manguerazo limpio al paso de pipas con el vital líquido. El entonces titular de la SEGOB, Adán Augusto López Hernández acudió al rescate, a convenir con otros estados medidas urgentes y obras públicas para remediar tremenda falta del líquido vital.
Alguien por ahí afirmó que uno de los principales logros de AMLO fue el “evitar la balcanización de México”. Quizás haya exagerado, pero lo que si es verdad es que jugar con ese delicado tema es hacerlo, repito, con fuego y el que lo hace suele quemarse.
Así que el Señor Alfaro esta colocándole un muy buen balón a la presidenta Claudia Sheinbaum para dar un buen manotazo sobre la mesa y de paso sacudirse las maledicencias en torno a un nuevo “maximato” y dos que tres barbaridades más.
Se debe dar a Alfaro una lección pública ejemplar, para de una buena vez y para siempre extirpar y erradicar cualquier remedo de un Puigdemont y su “Catalunya liure”, pero en versión inframundo.
Que el disparate pues de la iniciativa enviada por el aún gobernador de Jalisco a su congreso termine aún en mayor ridículo del que acabó el de Nuevo León, y las razones de la inviabilidad de su dislate son tantas que sería tedioso y ocioso aquí enumerarlas. Baste con decir que a los Estados Unidos una de las últimas ideas que apoyaría sería eso: Intentos corrientes y burdos de secesión, en pleno siglo XXI hacia el seno de su vecino (y socio comercial) del sur de sus fronteras.
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