8 de agosto: Día Internacional del Orgasmo Femenino

Una visión superficial haría parecer este día como una fecha trivial, insulsa, vulgar y hasta chabacana. Pero nada estaría más alejado de la realidad. Este día no sólo significa la exaltación del placer femenino –lo cual de suyo es encomiable–, sino, en el fondo, significa la exaltación de la mujer. 

Recordemos que en el pasado –y no muy remoto–, el placer y la sexualidad de las mujeres se veían, al menos desde los sectores dominantes y reaccionarios, como algo pecaminoso y hasta diabólico: “varium et mutabile semper femina“. La mujer, para filósofos como Aristóteles o Tomás de Aquino, era un hombre incompleto, imperfecto. Y no querrán saber las opiniones de filósofos como Kant, Schopenhauer, Nietzsche, o de teólogos como Lutero y un largo etcétera: fue una mujer la que hizo caer al hombre en pecado, hágame usted el favor. ¡Pobrecitos hombres!

A lo largo de los siglos –imposible negarlo– la figura femenina ha sido vilipendiada por la sociedad patriarcal judeocristiana (ya ni hablemos del Islam, que ahí es peor). La mujer ha sido maldecida en Eva, en Lilith, en Magdalena, en Hipatia. Por eso el 8 de agosto, o cualquier otra fecha que exalte la feminidad es digna de celebración. Es un día que enaltece a la mujer, a la mujer y su placer, y, en consecuencia, es un día contra el machismo. De ahí la importancia. 

Hay que celebrar este Día Internacional del Orgasmo Femenino, que no es otra cosa que un modo de celebrar la emancipación de las mujeres. Además, y esto es el lado hermoso y poético de la cuestión, el orgasmo de una mujer es la manifestación humana, llena de belleza, de la explosión primordial que originó el universo.

 

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