No me haga esas preguntas. Pero la verdad, así es: No se mueve una hoja de un árbol de Tierra Caliente sin mi autorización. Y los que no cumplen mis órdenes o no quieren coperar ya saben lo que les espera. Hemos sido tres los que hemos mandado aquí, pero yo he durado más. Mi mano dura, mis órdenes de hierro me han hecho duradero. Quien soy, todo lo que tengo… mis fincas, mis empresas, mis mujeres, lo he conseguido por mi trabajo; primero el de arriba, pero de ahí todo por mi propio favor. Aunque le debo decir que mucho del dinero que mis muchachos juntan van a parar en maletines intactos al gobierno.
Soy trigueño, de mediana estatura por no decir que alto, delgado, pero correoso, pómulos pronunciados de sedicioso finisecular. Barbas y bigotes recios, de azabache que hacen destantear mi edad. Mirada concentrada, aguda, fulminante. Tengo mi oro. No me faltan mis cadenas, mis pulseras, mis anillos. Es de mis gustos favoritos ¿sabe? ¡el oro! Pero cargo otros amuletos que me protegen y me guían. El amuleto principal lo traigo aquí, en la pretina del pantalón, mi pistola Súper con cachas de oro, señor… Como puede ver, ando merodeando los cincuenta años.
Soy bueno para ventear el peligro, eso lo tengo desde que salté del pecho de mi madre. Siento las asechanzas del enemigo, como quien dice. Y me sé retirar a tiempo. Sé prevenirme a tiempo. Es por eso que he llegado hasta donde he llegado.
Sobre las cuotas que dan los comerciantes y empresarios, si no lo hiciera yo, alguien más lo haría y tal vez hasta de modo más pérfido. Yo he llegado a buenos acuerdos con ellos. No hay quién de mí se queje. Si cumplen, cuentan con mi protección. A los presidentes municipales y otros funcionarios los hemos metido en cintura; antes, todo lo robaban para ellos, ahora se tienen que mochar con mis muchachos. Yo no cuento ningún dinero. Mi gente se encarga, tengo gente muy valiosa, que sabe husmear dónde está el dinero y ellos mismos se encargan para que todo suceda sin que ninguno pierda. Si hay necesidad de fundar una constructora para hacer una carretera, tengo gente que se las sabe de todas todas. A mí nada más me rinden cuentas. Mis muchachos no viven del aire, no andamos aquí para ser santas teresas de Calcuta. Yo no he torcido nada, pero todo… ¿cuál fue la palabra que usted dijo? ¡Venero! Todo venero que lleve dinero debe de parar aquí, en nuestra compañía. Ser el comandante, estar a cargo de esta zona, cuidar que no se nos metan, que nadie se salga del redil, negociar con los otros comandantes ¿no cree usted que cuesta un montón de dinero? ¿De dónde vamos a sacar para la manutención, para nuestros equipos, para nuestras armas? Todo cuesta. Yo no trafico droga a los Estados Unidos. Por eso tengo que sacar de aquí, tienen que entrarle, si no, entonces me vuelvo ¿cómo dice usted?… ¡siniestro!, sí, señor.
Aquí hay dinero, los que se quejan son una bola de pichicatos que le tienen mucho amor al dinero, aquí es un hervidero de ricos. Aunque les gusta disimularlo. Muchos de ellos me vienen a dar aquí a pedirme favores especiales. Esa gente siempre ha necesitado de gentes como yo. Hemos reorganizado el comercio. De los productos principales de consumo hemos designado un solo surtidor. La coperacha debe venir de abajo para que todo sea parejo. Todas las empresas están trabajando bajo nuestra protección. Una que otra ha cerrado pero es nonada. Algunas cierran temporalmente mientras llegamos a un acuerdo. Pero luego siguen trabajando con normalidad. Pregunte, y si le hablan con la verdad, nadie habrá de quejarse de mí. Pregunte cuántos carros se roban, pregunte en cuántas casas se meten a robar. Hay usurpadores que hacen males utilizando nuestra fama, pero esos luego están bajo tierra.
Me desimpaciento con sus preguntas. ¿Qué si me considero un personaje siniestro? ¿En qué forma, en qué sentido? Me da risa su traza. Vaya y pregúntele a la gente, pregúnteles a los jóvenes qué piensan de mí. Ellos le dirán una respuesta verídica.
No entiendo su pregunta, me la vuelve a repetir. ¿Que por qué no toco a algunas trasnacionales? ¡Que qué! Pasan por las armas. Aunque no todas. No seré yo quien me ponga la soga al cuello.
Los arreglos con la policía, que los hay y cuestan mucho riesgo y dinero, no pueden más de ponerme más alerta. Los tiempos de esos señores, del gobierno, del ejército son veleidosos. Más de una noche no he dormido mirando moros con tranchetes. No me confío, pero eso se lo dejo a mi sexto sentido. A mi sexto sentido y al Altísimo y a la Santísima Muerte que me protegen.
No me estoy haciendo una mansión con tabiques de oro. El dinero no es nada. Todo se distribuye y otro queda para los muchachos de la compañía. Soy todo lo que los corridos puedan decir: amigo de los amigos, hierro para los enemigos, muerte para los vivillos, fierro para los incumplidos. Pero tengo mi familia. No todo es furia y droga. Aquí vino, por estos días, un buen hombre que quiere ser presidente municipal, quiere que le ayude, y me gustaron unas palabras que dijo, quiero que a mis hijos y a los míos no les falte nada, por eso quiero ser presidente, me dijo, por eso yo estoy aquí. Quiero un mejor futuro para ellos, algo así dijo. Lo mismo digo yo, pienso en mis hijos como pienso en mis padres ya muertos. Yo nací pobre. Me hice de la nada. Como dice la canción y no es enfadoso: Yo me hice en la universidad de la vida. Desde chico me inicié en el negocio, cuando todo se trataba de traficar a los Estados Unidos. Aquí no había cárteles, y los que había estaban lejos de nuestra imaginación. Una serie de circunstancias y motivaciones que sería para otro día contarlo me hicieron llegar hasta donde estoy. Más de una noche no he dormido buscando el calor y tranquilidad que tuve de niño. No fumo ¿sabe? últimamente me he sentido mal del pecho. Hasta hace poco yo no sabía de ninguna enfermedad, no sabía ni lo que era un mareo. Pero ahora siento que el corazón me bombea de más, de modo lento, como queriéndome dar un buen susto. Siento los segundos eternos, siento que ahí voy a acabar.
Yo no sé de cosas, más vale no hablar del gobierno, pero llegando un presidente nuevo lo llamo y le leo la cartilla. No tengo muchos problemas con ellos. Llegamos a buenos acuerdos. Y el que no quiere entrarle, me lo trueno en una noche pavorosa…
¿Que qué es mi tierra para mí? Es un pueblo con buenos negocios. Hay mucho dinero en estos pueblos y hay buenos cerros para vadear el peligro en sus apacibles escondites. Así como le ha costado preguntar eso, a mí me cuesta pensar en el final. Eso tarde o que temprano va a suceder, pero ya no estaré yo para contárselo.
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