De rutinas, paseos y cortejos en la vida de la nobleza virreinal

Viajemos en el tiempo y situémonos en la época virreinal cuando México era Nueva España.

28 de mayo, 2015

Anónimo, El retrato de la familia Fagoaga Arozqueta a los pies de la Virgen de Aranzazú, óleo de 248 x 333 cm, colección de Concepción Obregón Zaldívar de Valadez, siglo XVIII.

Viajemos en el tiempo y situémonos en la época virreinal cuando México era Nueva España. Periodo gobernado por la corona española en donde los títulos de nobleza eran comunes, adquiridos al inicio de la colonia (siglo XVI) por conquistas y batallas o a lo largo de la colonia por donaciones a la corona o a la Iglesia.

En este y los próximos artículos me centraré en la vida cotidiana y rutinas de las familias de condes y marqueses que habitaron la Ciudad de México durante el virreinato. Usaré el arte que se produjo y se empleo en esas épocas para rescatar los detalles de hábitos de la nobleza virreinal.

En este artículo abarcaré por medio de planos las dimensiones de la ciudad. Hablaré de cómo iniciaba la mañana en los palacios y cuáles eran las primeras actividades en un día común en la vida de la nobleza de la Nueva España, todo apoyado con pinturas de la época que muestran las clases sociales de la época y los espacios de recreación y de ocio visitados durante las mañanas.

En el siguiente artículo continuaré relatando las actividades de la nobleza al medio día, la comida y el paseo a la Alameda por las tarde.

LA CIUDAD DE MEXICO A TRAVES DE PLANOS Y SIGLOS

La sociedad virreinal vivía en una ciudad que durante la colonia fue creciendo muy poco en dimensión, pero que fue embelleciendo cada vez más sus edificios.

A continuación se pueden apreciar diversos planos que muestran la ciudad en los diferentes siglos de la colonia (XVI-XVIII). Debo aclarar que presento estos planos ya que dan una idea de cómo era la ciudad que habitaba la nobleza virreinal. Ver sus calles, dimensiones, despoblados en todos los alrededores, incluso las acequias (acueductos), nos permite comparar lo diferente que era la vida entonces a la que conocemos hoy y más quienes habitamos la Ciudad de México.

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Anónimo, Primer plano publicado de México Tenochtitlán, archivo internet, 1524.

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Juan Gómez de Trasmonte, Forma y levantado de la Ciudad de México, archivo internet, 1628.

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Anónimo, “Vista de la Ciudad de México”, Biombo, Museo Franz Mayer, finales siglo XVII.

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Antonio Álvarez y Miguel Rivera, Plano de la Ciudad de México, 1720.

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Don José Antonio de Villaseñor y Sánchez, Mapa plano de la muy noble, leal e imperial Ciudad de México, 1753.

 

LOS OLORES Y SONIDOS AL ALBA

Cada mañana en los palacios virreinales, antes que la familia noble se levantara y aún antes de que amaneciera, los ruidos, los fogones y la actividad en el segundo patio iniciaban.

Estas grandes casas, llamadas palacios, contaban con dos a tres pisos de altura y dos patios. En el principal era donde se encontraban las alcobas y todos los salones de la nobleza, pero solo en la planta alta. Y en el segundo patio era donde se alojaba toda la gente del servicio, los cuales podían llegar a ser 25-30 personas (ya que incluso las costureras vivían en estos palacios). En el primer piso del segundo patio se encontraban las dependencias, es decir, cocina, despensa, guardavajillas, repostería, caballerizas, huerto, entre otros. Es en este patio donde a la aurora todos se despertaban, se daban un pequeño baño tipo “francés”, se acicalaban y bajaban lo más rápido posible para ponerse a las órdenes de la ama de llaves o de los mayordomos para iniciar las labores del día.

Una gran variedad de “castas” o mezclas raciales conformaban la servidumbre y poblaban las calles y la vida de la Nueva España. La colonia vivió una fuerte división dentro de la sociedad llamadas castas. A continuación presento algunos ejemplos de estas “mezclas” plasmadas en “pinturas de castas”, obras que mostraban los nombres de la casta a la que pertenecía cada “mezcla”. En los palacios se podían encontrar diversas castas, cada cual con una posición diferente y trabajo, siendo cada una limitada a ciertas áreas, responsabilidades o incluso siéndoles negada la posibilidad de trabajo dentro del palacio.

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Anónimo, Pintura de castas, ca. siglo XVIII

Volviendo al segundo patio al amanecer, en la cocina se comenzaban a avivar los fogones con carbón y madera para preparar los alimentos del día. Los olores a madera quemada, ollas de barro, especias, vapores y sazones invadían con aromas el patio completo. Los sonidos de loza lavándose en la fuente del patio, la verdura picándose sobre la mesa de madera sólida al centro de la cocina y las semillas moliéndose en metates sobre el piso, más el ir y venir de la servidumbre era lo único que el palacio escuchaba al amanecer.

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Édouard Pingret, Cocina poblana, óleo sobre tela, 63 x 51 cm, colección Museo Nacional de Historia, INAH, 1853

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Anónimo, Cocina. Exconvento dominico de Santa Rosa, Puebla, Siglo XVIII.

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José de Páez, De español y negra, produce mulato, óleo sobre tela, sin medidas, colección particular, México, hacia 1780.

Bajo el mando de mayordomos y amas de llaves el resto del “regimiento” de servicio alistaba las salas y salones. Corriendo los pesados cortinajes, desempolvando muebles, alfombras, tapices y encendiendo candiles y candelabros para las habitaciones más oscuras. Los caballerangos y cocheros tenían a los caballos alimentados, cepillados y alistados en los carruajes. Todo para tener lista y en orden la casa para cuando la familia y sus invitados despertaran.

 

PASEOS PARA LAS LARGAS MAÑANAS

Apenas comenzaba a calentar el día la familia del conde o marqués despertaba. La servidumbre ya estaba lista con agua caliente para el baño y los asistían para acicalar y vestir. Esto funcionaba igual para los invitados, quienes viajaban con su propia servidumbre pero en caso de no contar con ello se les asignaba alguien para que le sirviera durante toda su estancia. Era usual tener familiares de visita hospedados en la casa e invitados externos a la familia. Incluso podían llegar a hospedarse por temporadas largas como semanas o meses.

Una vez vestidos desayunaban algo ligero y sencillo para no estropearse el apetito debido a que a medio día se comía la comida fuerte. Vestían algo campirano ya que la actividad durante la mañana era pasear por los alrededores. Leer, tocar algún instrumento, cantar o simplemente caminar y adentrarse en la vegetación que la Nueva España ofrecía: mezcla de selva y bosque.

Puedo decir que la mañana se pasaba larga, pero solo para aquellos que no tenían nada más que hacer que esperar a que llegara la hora de la comida, es decir para la nobleza.

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Anónimo, Pintura de castas, óleo sobre lienzo, 104 x 245 cm, colección particular, México,  siglo XVIII. 

Dependiendo a qué lugar querían ir es que elegían entre el carruaje o caminar. Podían caminar por sus extensos terrenos adentrándose en la maleza. Buscando un lugar para sentarse a leer o simplemente para disfrutar de la naturaleza. Muchas de las veces estos paseos propiciaban o aspiraban el cortejo de alguien.

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Anónimo, Pintura de castas, óleo sobre tela, sin medida, México, siglo XVIII.

Las damas, hijas de los nobles, en caso de querer ir a pie y “solas”, debían de ir siempre acompañadas de un niño esclavo quien además cargaría su libro, abanico y cualquier otra cosa que necesitara.

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Anónimo, Pintura de castas, óleo sobre lienzo, sin medida, México, siglo XVIII.

Los nobles y sus invitados también podían salir en carruaje a visitar alguna hacienda aledaña a la ciudad, ya fuera propia o ser invitados por alguna otra familia para pasar la mañana y tomar algún refrigerio.

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Anónimo, El palacio de los virreyes, biombo de ocho hojas (incompleto), México, siglo XVII

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Anónimo, biombo de cuatro hojas (incompleto), México, ca. finales siglo XVII

Los condes del Valle de Orizaba, quienes construyeron y habitaron la casa que hoy conocemos como Casa de los Azulejos, por ejemplo, tenían su hacienda en lo que hoy es la avenida Ribera de San Cosme (edificio que hoy pertenece a la UNAM y es conocido como Casa de los Mascarones). En la fotografía que presento a continuación se puede apreciar la Casa de los Azulejos o palacio de los condes del Valle de Orizaba.

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Anónima, Casa de los azulejos, archivo internet, ca. finales siglo XIX.

En el siguiente mapa se puede ver la distancia entre la casa y la hacienda. Es muy probable que en aquella época les tomara llegar en carruaje aproximadamente entre media hora y unos cuarenta minutos, sino es que más. Pero podemos ver que en realidad su hacienda estaba realmente muy cerca del palacio y del centro de la ciudad.

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Google Maps, distancia entre Casa de los Azulejos y Casa de los Mascarones, internet, 2015.

A continuación presento una foto de finales del siglo XIX en la cual se puede ver la fachada de la hacienda, construcción que debió de ser tan solo una pequeña parte de toda la propiedad.

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Désiré Charnay, Casa de los Mascarones. San Cosme, archivo internet, ca. nov 1857- sep 1858

Otra familia noble que tenía una hacienda en los alrededores de la ciudad era la de los condes de Miravalle (su palacio es hoy el nuevo hotel Down Town del Grupo Habita, ubicado sobre Isabel la Católica entre 16 de Septiembre y Madero). La entrada principal a su hacienda tenía al frente una gran fuente y el resto de la construcción y terrenos comprendían parte de las actuales colonias Roma y Condesa.

La fuente que hoy conocemos como de la Cibeles y que está al centro de toda una glorieta en la colonia Roma era exactamente donde se encontraba la fuente original, pero en 1980 fue transformada colocando en su lugar la que hoy conocemos, esto como muestra de hermandad entre España y México.

La glorieta aun conserva la misma dimensión que tenía aquella fuente conocida como de Miravalle. En el mapa a continuación se puede ver la dimensión de la glorieta e imaginar el tamaño de la hacienda y sus terrenos.

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Google Maps, Antigua fuente de Miravalle. Hacienda de los condes de Miravalle, internet, 2015.

El paseo terminaba con la posición del sol justo sobre sus cabezas. Acompañado por las campanadas de la Catedral anunciando misa de 12. El hambre ya se dejaba sentir y todos volvían a sus palacios para refrescarse, cambiarse de ropa y asistir al comedor donde una vasta y variada comida de hasta más de 25 platillos diferentes los esperaba.

Continuará…

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