En esta ocasión dedicaré la columna a ciertos comercios del centro de la Ciudad de México, tal vez muchos los hayamos mirado de reojo o quizás con las prisas y el ritmo de sus calles ni siquiera los hayamos notado. He elegido a los que considero más representativos por su antigüedad y porque han logrado vencer toda adversidad llegando hasta nuestros días con 100 años o a punto de cumplir un centenario.
Para esta selección no pude dejar de lado a algunos comercios que, aunque hoy día ya no fungen como tal, fueron tan relevantes en su época que merecen ser rescatados.
Visitar y recorrer, aunque sea desde la lectura, estos lugares nos permite viajar en el tiempo y poder mirar a través de sus vitrinas, mobiliario, decoraciones, marquesinas, artículos y muros, el antiguo ritmo de la ciudad, la vida cotidiana y la manera en que la gente transitaba las mismas calles que hoy día pisamos y andamos.
Es importante mencionar que por lo extenso del tema, aprovechando la antigua usanza de las novelas que se leían por etapas, de igual manera este artículo será continuado por entregas, para poder recorrer más comercios y rescatar sus historias. A lo que espero este primer capítulo les guste para que ansien leer, tal como sucedía antes, los siguientes artículos.
NOTA: Para ambientar la lectura de este artículo he anexado a este texto musica que se escuchaba en México a finales del siglo XIX y principios del XX, llegando hasta a Agustín Lara en los 40.
Del Pequeño Mostrador al Grande Aparador
Frente a nosotros se encuentra un edificio con muchas ventanas y detalles en sus costados. Se alcanzan a ver unas amplias escaleras a su entrada. Un letrero nos indica ser el Gran Hotel de la Ciudad de México. El zócalo lleno de gente. Sus ruidos habituales, los empujones de siempre. La gente con prisa y a nuestro alrededor sólo edificios. Pero al mirar con más detenimiento, vemos sobre el costado del edificio un letrero que jamás habíamos visto. Este anuncia "El Centro Mercantil."
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Anónimo, “El Centro Mercantil”, fotografía, Ca. 1900.
El reloj retrocede en el tiempo y nos encontramos en 1899, a tres meses de cambiar de siglo, en una ciudad puramente porfiriana. La calle se llena de negocios de talabartería y aparecen carruajes jalados por caballos. Los sonidos cambian. Solo organilleros, cascos de caballos y voces inundan las calles. No hay pavimento, solo tierra bajo nuestros pies. Junto, el Portal de Mercaderes lleno de flores, verduras y comerciantes sin local incitan al paseante a comprar. A lo lejos se ven las montañas acinturando la ciudad y un azul profundo cubre todo el cielo. No hay una sola nube, el final del verano se siente con el aplomo del sol sombre la piel. Mujeres con sombrillas, acompañadas del brazo de hombres de bigotes largos y muy bien vestidos pasan junto a nosotros. Todos murmuran, todos demuestran interés en el edificio. Se agolpan para asomarse hacia su interior. En el aire una palabra sobresale "Centro Mercantil." Es el día de su inauguración, 2 de septiembre de 1899, día en que abre sus puertas en la Ciudad de México el primer centro comercial.
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Guillermo Kahlo, “El Centro Mercantil”, México, 1930.
El reloj regresa a la normalidad y vemos nuevamente el edificio, pero ahora es nuevamente un hotel. Aún conserva las formas art nouveau y los detalles de aquel gran almacén. En su interior el gran techo de vitral tipo Tiffany sigue quitando el aliento de quien lo admira. Sus dos bellos y calados elevadores, que fueron el segundo y tercero en existir en la Ciudad de México, aún hoy recorren sus pisos. Ya no hay percheros con ropa, ni mujeres eligiendo perfumes, ni guantes en vitrinas o melodías saliendo de alguna caja de música. Pero al menos podemos recorrer sus muros, disfrutar su vitral, encontrar sus siglas en la herrería “CM” (Centro Mercantil) y caminar por sus pasillos imaginando cómo habrá sido aquel grandioso y porfiriano Centro Mercantil.
Con el paso del tiempo este gran almacén fue testigo de la nuevas décadas y transformaciones del siglo XX. Se llenó de historias y anécdotas que testifican el paso del tiempo sobre México. Se dice que el gran candil que cuelga sobre sus escaleras de entrada dando la bienvenida, fue un regalo que el entonces presidente Porfirio Díaz dio para el Centro Mercantil. También que su esposa doña Carmelita acostumbraba tomar café todas las tardes en la sección de cafetería que ofrecía el centro. En la década de los 40's era común encontrar a las celebridades del cine de oro entre sus pasillos, incluso se cuenta que en varias ocasiones, sólo para amenizar y compartir con sus amigos, el músico y compositor Agustín Lara tocaba el piano de la cafetería y cantaba a oídos de todo el que estuviera en el Centro Mercantil.
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Gran Hotel de la Ciudad de México (Antes el Centro Mercantil), fotografía, 2015.
Pero para finales de los años 50, el centro dejo de tener la importancia que tuvo por casi media década y no pudo competir contra otros lugares que fueron creciendo su prestigio y nombre (como por ejemplo el Palacio de Hierro) y por lo tanto fue cayendo en desuso. Para 1958 cerró sus puertas y permaneció así una década. En 1968 los nuevos dueños del lugar decidieron retomar el lugar para convertirlo en un hotel. Al principio se pensó en derrumbarlo, aspecto que se agradece no haya sucedido. Vieron en sus espacios y formas la capacidad de amoldar habitaciones y todo lo necesario para transformar su esencia de venta en la de hospitalidad y comodidad. Tuvieron que derrumbar una parte del edifiico para construir un estacionamiento, aspecto que es lamentable, pero al final esto es ya parte de su historia. Hoy en día ya pocos recuerdan el inicio de su “vocación”. Para las nuevas generaciones el Gran Hotel de la Ciudad ha sido siempre eso, un hotel. Por ello considero importante rescatar su historia para que cuando transitemos por la avenida 16 de septiembre y veamos sus muros, podamos apreciar todo lo que ha vivido y pasado aquel edificio para llegar hasta nosotros en pie despues de 116 años.
Aunque a nosotros hoy un Centro Comercial nos parece algo común y cotidiano, para el siglo XIX esta aparición significo toda una revelación. Abrió las puertas a una nueva etapa para el comercio en el mundo.
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Anónimo, Palacio de Hierro (edificio original), Ca. 1900. Cortesía del Palacio de Hierro.
En México la primera tienda departamental que inició con esta nueva forma de venta fue El Palacio de Hierro, el cual en 1891 inició sus ventas. Este concepto no nació en México, fue obtenido por la tienda departamental europea “Le Bon Marché” nacida en Francia en 1852, influenciada ésta a su vez por “Bainbridge's” surgida en Inglaterra en 1849. Ofrecía innovación en la manera de mostrar sus productos, en la atención al público y en ofrecer café y un sitio para leer, así como una oficina de correo postal dentro de la tienda. Todas estas modalidades fueron adoptadas y explotadas también por “El Centro Mercantil”.
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Anónimo, Interior tineda de sombreros Tardan, Ca. 1930-40. Cortesía Sombreros Tardan.
Uno de los aspectos que resultó ser más atractivo para la clientela fue poder ver los artículos, tocarlos, elegirlos. Tenerlos al alcance de la mano en vez de la costumbre anterior en la que todo debía permanecer en bodega, guardado en cajas y solo el dependiente podía mostrarlo. No olvidemos tampoco que antes todo se mandaba a hacer y no había, como hoy, varios modelos iguales de cada artículo listos para adquirirse. Todo revolucionó, incluso hasta los tiempos y la velocidad con la que se vivía. Hoy día si necesitamos algo sabemos que podemos ir una tienda, elegir, pagar y hasta incluso estrenar en ese momento lo recién comprado. Antes eso no era así. La gente ordenaba su pedido y debía esperar a que la mercancía o llegara de Europa por barco o se terminara de manufacturar. El ritmo de la vida en aquel entonces se puede comprender al descubrir estos procesos por los que pasaba la gente. Cómo todo se planeaba con anticipación, ya que no podía ser de otra manera.
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Anónimo, vehículo para transportar mercancía del Palacio de Hierro, Ca 1920. Cortesía del Palacio de Hierro.
Otra innovación fue la entrega a domicilio, también proveniente de Europa. Tal como se aprecia en la última imagen, es uno de los primeros automoviles designado para repartir mercancía directamente en los domcilios.
Las tiendas antes de los grandes almacenes eran pequeñas y por lo tanto no contaban con mostradores ni vitrinas grandes. Tampoco se acostumbraba poner toda la mercancía a la vista. Esta innovación, aunque fue altamente acceptada por el público considerándolo el futuro (y no estaban errados), para los pequeños negocios no fueron buenas noticias ya que no pudieron competir contra estas grandes tiendas departamentales. Unos cuantos negocios se adaptaron a las nuevas formas para sobrevivir y seguir a flote, pero la mayoría se fueron quedando en el tiempo y poco a poco volviéndose fantasmas en la historia de nuestra Ciudad.
En el próximo artículo “por entregas” continuaré rescatando y relatando las historias de algunos negocios que aún abren sus puertas día a día, en el centro de la Ciudad de México, venciendo hasta hoy a aquellos gigantes del comercio.
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Relación de música que acompaña a este artículo
SIGLO XIX. Juventino Rosas, “Carmen”, Vals.
DECADA DE LOS '20. Charlestone
DECADA DE LOS '30. Swing, jazz, etc.
DECADA DE LOS '40 y '50. Agustin Lara, “Amor de mis amores”.
Trío los Panchos, “La Barca”.
Agustin Lara, “Solamente una vez”.
Lecturas recomendadas
- CENTRO HISTORICO DE LA CIUDAD DE MEXICO, num. 1, Artes de México, México, 1993
- CRONICAS DE LA CIUDAD DE MÉXICO A PIE. Esquina bajan… El transporte en la ciudad. Año 4, número 12, junio/agosto 2006
- De Valle-Arizpe, Artemio, Historia, tradiciones y leyendas de calles de México I, México, 1999
- Gonzalbo Aizpuru, Pilar, La Vida Cotidiana en México, México, Colegio de México, 2013
- Gruzinski, Serge, La ciudad de Mºexico. Una historia, México, Fondo de Cultura Económica, 2008
- Rafael Pérez Gay, Héctor de Mauleón y Carlos Villasana Suverza, Ciudad, sueño y memoria, México, Ediciones Cal y Arena, 2013
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