Vivir en la franja fronteriza norte permite dar una lectura distinta a nuestro México. Esta es una zona donde la aculturación da pie a una idiosincrasia muy peculiar, las celebraciones de ambos lados de la frontera generan sentimientos únicos en quienes han nacido en la zona limítrofe entre ambos países. Existen ciertas modalidades de la vecina nación que de alguna manera tratamos de imitar, aunque no con la eficiencia que aquel país lo hace. Para ejemplo: En nuestro país determinadas festividades oficiales, como la del 20 de noviembre, han corrido su descanso obligatorio a lunes, tal como sucede en los Estados Unidos de Norteamérica. Más no en todos los casos, el desfile se lleva a cabo en ese mismo día de la semana, lo que genera conflicto para muchos padres de familia. El 20 de noviembre –en este caso miércoles—es día laboral para ellos. En la ciudad de México será ese miércoles 20 cuando se lleve a cabo el desfile. Entonces, ¿cómo resuelven padres y madres el problema de acompañar a sus hijos a cumplir en el desfile, sin ausentarse de sus centros laborales? Según alcancé a revisar a través de diversas páginas oficiales, algunas entidades finalmente este año lo previeron y movieron el desfile, ya sea a domingo o a lunes, resolviendo en buena medida el conflicto laboral para muchos padres. Aun así, no hay uniformidad para todo el territorio nacional.
En lo particular hallo que esta fragmentación de una fecha nacional como la Revolución Mexicana, termina restando importancia a la misma. Hace que pierda lucimiento como conmemoración de la forma en que nuestros ancestros estuvieron dispuestos a luchar, en muchos casos hasta dar la vida, por una causa común. Figuras como Madero, Pino Suárez y los hermanos Flores Magón pierden brillo siendo que, en su momento, no dudaron en lanzarse con todo por el ideal de un país libre del régimen de Porfirio Díaz.
Conocer nuestra historia es aprender a valorar lo que hoy tenemos. Adentrarnos a las raíces de los movimientos populares que dieron pie al México de nuestros padres, es descubrir la responsabilidad que nos corresponde por preservar y mejorar lo propio. Conducirnos hacia un país ajeno a su historia, es naufragar en el océano de la anarquía.
En lo particular nunca he sentido entusiasmo por los concursos de aficionados al canto o al baile. Aparte del gusto personal, ello da cuenta de mi nostalgia por esos programas que apelan a la inteligencia, como fueron en su momento el de Pedro Ferriz padre, o el famoso Doctor IQ. Competencias donde se pone a prueba el conocimiento adquirido, preguntas que invitan a asumir el saber como un desafío interesante y enriquecedor. Las competencias actuales de este género no representan otra cosa que un mal acabado monumento a la mediocridad.
¿Quién fue Emiliano Zapata? ¿Cuáles eran los ideales de Francisco Villa? ¿Qué puntos comprende el Plan de Guadalupe?… Preguntas así de simples que nos pongan a dudar, a cuestionarnos, a consultar. Dar otro enfoque al estudio de nuestra historia; dejar de entenderla como materia obligatoria del programa escolar que hay que aprobar. Estudiarla como los cimientos del México de instituciones que hasta hoy han buscado garantizar una vida digna para todos.
Cuando un ciudadano no conoce la Carta Magna, no está en capacidad de identificar sus derechos y obligaciones. Si ignora el papel que tuvieron los artífices de la Revolución Mexicana, no podrá adentrarse en lo que representa una dictadura como la de Porfirio Díaz, para entender que no queremos repetir un régimen tal. Cuando consideramos que la indumentaria revolucionaria es un mero disfraz de ocasión, nos falta mucho para valorar la gesta de 1910, para agradecerla siendo leales a los principios que movieron a hombres y mujeres, a luchar hasta el final. Es menester portar esa vestimenta con orgullo, como la encarnación de los ideales, de aquellos que murieron por la causa.
Nuestro México se ha vuelto violento en todos los niveles. Hay violencia entre grupos de poder, como hay violencia entre automovilistas que reclaman el derecho de vía. Esa carga nace de nuestro interior y se refuerza con los elementos que va levantando en el camino. Uno de tales elementos es la falta de conocimiento, que contribuye a avivar ese fuego interior. Nos sentimos agraviados y tratados de manera injusta. Nace en nosotros una ira que vamos a descargar en lo que sea que tengamos enfrente. Para regresar a ese clima armónico que hemos perdido, es necesario, por una parte, un rediseño de cómo nos manejamos dentro del hogar, con nuestros niños. Y, por otra parte, favorecer el conocimiento de nuestra historia nacional, hasta entender que hubo quienes dieron todo porque nosotros pudiéramos gozar de mejores condiciones de vida. Si en vez de fragmentar las fechas más significativas, las unificamos y fortalecemos, estaremos contribuyendo a transformarlas en jornadas de reflexión ciudadana, que favorezcan aprender a conocer y amar nuestras raíces.
La consigna ha de ser rescatar el patriotismo, fortalecerlo a través del conocimiento de nuestra propia historia, así como el fomento del amor al legado de padres y abuelos…Claro, siempre y cuando lo que se busque al final del día sea un México unido, solidario y emprendedor.
Ser más humanos
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