La consigna más escalofriante de hoy: ser feliz

Sí pero, ¿cómo en la sociedad de hoy podemos ser felices? Una sociedad enferma con tristeza, miedo, desconcierto, ira, desesperanza, soledad, rabia, angustia. Un modelo...

30 de octubre, 2019

Sí pero, ¿cómo en la sociedad de hoy podemos ser felices? Una sociedad enferma con tristeza, miedo, desconcierto, ira, desesperanza, soledad, rabia, angustia. Un modelo político que no le interesa erradicar la pobreza y si aumentar el sobreconsumo de la sociedad individualizada al extremo, y que a través del miedo y el consumo controla a la sociedad; muy fácil, la culpa no es del sistema, es de cada quien. No se es feliz porque no se quiere, no importa las circunstancias. Control que no es externo a las personas, reflexionemos:

La felicidad, dicen la socióloga israelí Eva Illouz y el psicólogo español Edgar Cabanas en Happycracia (Paidós) se ha convertido en “una obsesión”, “un regalo envenenado” al servicio del sistema económico actual.

En la happycracia, comenta Ordoñez: El mundo se derrumba a tu alrededor, pero con un enfoque positivo puedes cambiar tu situación, depende de ti ser feliz. Camina erguido, busca la fuerza que hay en tu interior, sé positivo, confía en ti: la felicidad está a tu alcance (Ordoñez, 2019). El libro es una denuncia contra la manipulación de la industria de la felicidad, que fundamentada en una interpretación sesgada de la psicología positiva pretende legitimar su fundamento científico.

Terapias alternativas, couching, psicólogos, amigos, sanadores, yoggis, hyppies, jóvenes light, pastores (no de rebaños irracionales…o ¿son lo mismo?) hablan de ser feliz. Según Edgar Cabanas y Eva Illouz, esto es un engaño, comentan:  “Es como la felicidad se integra en el tejido del poder y se utiliza como criterio principal para tomar decisiones sobre la vida de las personas bajo argumentos siempre de autoridad”.  

Sin pensamiento crítico, al que reconocemos como autoridad (sea a veces legal o a veces no pero ejerce poder referente de su autoridad) le creemos sin cuestionar (¿López Obrador y sus discursos?).

En 1998 nace en Estados Unidos la ciencia de la felicidad, la psicología positiva que, bien financiada por fundaciones y empresas, en pocos años ha introducido la felicidad en lo más alto de las agendas académicas, políticas y económicas de muchos países. Una ciencia y una industria que venden una noción de felicidad, apuntan Illouz y Cabanas, “al servicio de los valores impuestos por la revolución cultural neoliberal”: no hay problemas sociales estructurales sino deficiencias psicológicas individuales. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y enfermedad, son fruto de nuestros propios actos (citado por Barranco, 2019).

La expansión en las últimas décadas de la psicología positiva por todo el mundo, es la razón de la omnipresencia de la felicidad, que a decir de los autores del libro de happycracia, esta psicología no ha demostrado sus tesis con solidez científica (citado por Ordoñes, 2019).

Comenta Ordoñez respecto a lo que dice el libro: “la felicidad se ha revelado como una forma muy poderosa de control social porque contiene la idea de que es por nuestro propio bien qué nos hace bien, la idea de felicidad ha venido a secuestrar todo aquel significado que tiene que ver con lo bueno, con lo adaptativo, con los éxitos y es una forma de responsabilizar a las personas por sus propios éxitos, por ser productivo, por ser sano. Ofrece solución a problemas que son estructurales, pero lo hace de una forma individual, así oculta la verdadera causa.

Esta ideología de la felicidad se trasladó de la psicología (psicoterapia) a la educación, al mundo de los negocios, al marketing y al mundo laboral, donde no importan las circunstancias, el contexto, si no eres feliz es porque no quieres, y así, sin el componente social, comunitario de todo bien común que nos acerca a la felicidad, el control se traspasa a la culpa individual y no estructural.

En un ejercicio de imaginación (o realidad que no se quiere ver) es como aquellos mensajes que nos venden la culpa tan sutil y disfrazada que la creemos: “Pepe se mantiene activo trabajando a sus 85 años”, “Ana tiene tres trabajos para mantener a sus hijos”, “Luis, a sus 7 años camina 8 Km con lluvia o sol para ir a la escuela” la desigualdad se vende como superación y felicidad.

Mantén tu mente positiva… dicen los coachs de felicidad, que además venden sus curos -y muy caros-, “cómo ser feliz en diez pasos…”: Agradece siempre (aunque tu jefe te grite y te humille, él no es el problema); utiliza palabras constructivas, (no lo sabes hacer inepto, vuélvelo a hacer con otras palabras); Come sano, (la empresa te da de comer, pero es mejor que traigas de tu casa tu dietita de vegetales, ser sano es tu elección); enfócate en el presente (hoy todavía estás en la empresa, mañana quizá no, recuerda tu efímero contrato), haz favores sin importar a quién, (horas extras); Haz ejercicio, deje el coche en el último estacionamiento (aunque estés cansado o, para llegar al trabajo, te transportaste de dos a tres horas), te servirá. Alimentación sana, agradecer, orar o meditar, abrazar, dormir bien, reír, bailar y cantar, practicar tus hobbies, dicen estos coaches, pero si trabajo más de 12 horas -trabajo esclavo- por un salario mínimo que no alcanza para comer ni para transporte, ¿hobbies?, ¿meditar?, ¿bailar?; tener metas y hacer actividades para cumplirlas es parte del paquete de la felicidad (meta: tener para comer, sobrevivir). Los pobres han elegido no ser felices, ¿hay cursos gratis para ellos?

En Puebla el transporte subió de 6.00 pesos a 8.50, pero a los estudiantes el gobierno, considerándolos, se los da a 6.00 con credencial, “estamos muy agradecidos con el gobierno”, “esto es una buena acción del gobierno”, “gracias por este gran beneficio” dicen las personas…Es una burla el aumento y la gente en vez de reclamar ¡agradece!

En el trabajo y luego, en el terreno ideológico, es una psicología conservadora, comentan los autores del libro. Propone que las soluciones a problemas estructurales tienen soluciones individuales. Pero los trabajadores que viven en un estrés constante lo tienen porque no gestionen bien sus emociones. En las empresas obligan a pasar cursos de resiliencia y mindfulness para aprender que eres tú el que ha de encontrar la forma de estar mejor en el trabajo, de eso depende la productividad.

 La educación no es la excepción, se dice que el objetivo es hacer que los alumnos sean felices. Habría que ver qué tipo de ciudadano queremos construir. Crítico y centrado en el conocimiento del mundo o un alumno emocional centrado en el conocimiento de sí mismo. Es complicado que la psicología en vez de ser una herramienta pase a dictar lo que debe ser la educación. Pero la construcción del conocimiento siempre es mediado para ser crítico y libertario, si no, no funciona, y no ha funcionado.

Antes, lo más importante era razón sin corazón, positivismo puro, ahora se va al otro extremo, corazón sin pensamiento. Vivimos en los extremos, en una era de radicalismos.

Lo más escalofriante de este ser feliz es que el control no viene de afuera, sino de adentro de las personas, un pensamiento huxeliano.

Aldoua Huxley mencionaba: “Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre” (un mundo feliz, escrito en 1932).

No entendemos al mundo y las conexiones que somos con él, porque hablando de amor (palabra que nos remite la felicidad) es la comprensión del ser en todas sus dimensiones y posibilidades y de la infinita conexión con el universo, que implica valores como la justicia, la solidaridad, el principio de subsidiariedad, la equidad, la responsabilidad comprometida con la verdad, la amistad, el amor que se da para crear un nosotros, en el pensamiento crítico y en el diálogo (mente y corazón, argumento-comunicación, seres en construcción a partir del otro y con el otro) que nos hace más humanos.

Así, lo más peligroso de la happycracia es que desactiva el cambio social, la participación del bien común, nos aleja de un sistema de relaciones e interrelaciones en las que la vida tiene lugar.

Se trata de ser sentipensante como dice Galeano: que no separa razón del corazón. Que siente y piensa a la vez, sin divorciar la cabeza del cuerpo, ni la emoción de la razón.

 Los autores del libro señalan que no escriben contra la felicidad sino contra la visión reduccionista de la buena vida que la ciencia de la felicidad predica.

¿Nos están llevando a una Happycracia? ¿Quiénes y cómo? ¿es un control para toda la población o para un sector que puede acercarse a la ciencia de la felicidad?

 

REFERENCIA de artículos:

Barranco J. (20 de marzo 2019) Llega la ‘happycracia’ o la obligación de ser feliz. La Vanguardia, Actualizado a20/03/2019 16:01, recuperado de: https://www.lavanguardia.com/cultura/20190320/461140462148/felicidad-dia-internacional-libros-happycracia.html

Ordoñez (17 de marzo 2019) Se feliz te estamos controlando. El independiente, recuperado de: https://www.elindependiente.com/tendencias/cultura/2019/03/17/se-feliz-te-estamos-controlando/

Mas información del tema: http://marinolatorre.umch.edu.pe/wp-content/uploads/2019/05/85_FELICIDAD-VERSUS-HAPPYCRACIA.pdf

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