La actual pandemia ha significado un retiro obligado de las aulas que ha revelado muchas variables: buenas, malas, utópicas, paradójicas, contradictorias, fracasos históricos, diferentes realidades. Así también mostró oportunidad y retos.
Y sobre todo, ha revelado desigualdad en la sociedad –de grupos, territorios, contextos, poblaciones– en orden económico, social, cultural y espiritual.
La educación se trasladó a un modelo digital, en línea, y también a la llamada “educación a distancia”.
Las reuniones se cancelaron de forma presencial, hecho que trastocó en casi toda la educación (la que mejor pudo superar el reto fue la educación superior). Sucedió de forma súbita, esto profundizó e hizo visible la brecha entre alumnos, escuelas y uso de tecnologías.
Los profesores se han adaptado, pero ¿a qué costo?
Se ha salido del embrollo como se ha podido, improvisando, pero se requiere mucho más dinero porque sin recursos materiales no se puede trabajar en modelos en línea.
La educación como un derecho debe garantizar que llegue a todos. La educación a distancia pretende garantizar este derecho, pero ¿cómo llegar a aquellos que no tienen recursos materiales para seguir aprendiendo? ¿Cómo llega a aquellos que no están en la escuela? ¿Quién tiene y quién puede? La brecha digital se hace más ancha.
Se necesitan nuevas habilidades…que se tendrían si se enseñara pensamiento crítico, como la reflexión, la autonomía y la autorregulación. Temas teorizados, no operatorios.
La educación debe ser un bien común; sin embargo, en esta época ya no hay bienes comunes. Ya todo tiene un precio, y si cumplo los requisitos lo tengo, si no, pues no. Por ejemplo, el agua es un bien común que nos cuesta… pronto el aire.
¿En México, hasta qué nivel se educa? Decía Andrade: México es un país de primaria, mientras más subimos de nivel, menos alumnos egresan. ¿Cuántos llegan a la universidad y la terminan? Pocos, muy pocos en relación a la población de México.
La tecnología ya estaba en el campo de la educación, el virus aceleró este proceso. ¿Cómo se va a evaluar este proceso de cambio?, se evaluarán el uso de la tecnología como un indicador de calidad. ¿Y los aprendizajes? La evaluación es un campo pendiente en el actual contexto.
Los que regulan los procesos evaluativos (y tecnológicos), por lo general no son consultivos, son elaborados con una racionalidad instrumentada desde la jerarquía de una institución homogénea para un país diverso y desigual. Se necesitan procesos de construcción en contexto, no de evaluación o fiscalización.
Se evaluarán actividades asignadas con un número, se dará una nota final –siempre aprobatoria en nivel básico–, pero el número no representa aprendizaje. ¿Y la deserción? ¿Cómo medir el aprendizaje de alumnos y la enseñanza de los maestros que también tuvieron que aprender rápido y bonito para que se les evaluara? ¿Cómo medir el entendimiento la comprensión y la construcción del aprendizaje?
Frente a esta situación tan desigual, ¿cómo se logra acceder a cierta igualdad?
La brecha se hace muy ancha: entre escuelas, contextos, minorías étnicas, personas con discapacidad, entre lo privado y lo público, la pobreza.
Los maestros aprendices, sin capacitación, desde casa, concilian lo laboral con lo doméstico. Esta situación ha representado más carga por el mismo salario, más estrés y miedo, por la evaluación constante –que por lo general no mide enseñanza, sino uso de tecnología– y la inseguridad laboral.
Un caso particular son los papás que tienen como oficio la docencia. No hay que olvidar que sus hijos deben atender sus clases mientras los papás también dan clase en los mismos horarios, y el resto del día, preparan clase. Nada que ver con el hecho que romantizan los medios de comunicación donde estar en casa solo es cuestión de organizarse y distribuir el tiempo para que los hijos cumplan y no se estresen.
Los padres muchas veces se vuelven suplentes de la deficiencia escolar y/o asistentes técnicos, sin ser educadores ni tener formación pedagógica.
En las redes sociales se ve ciberbuying (que ha aumentado), acoso, cazadores de pornografía, etc. Los padres deben estar al pendiente de los niños y jóvenes: en dónde navegan y por cuánto tiempo. La paradoja es que los jóvenes ya dedicaban más de seis horas a estar en la red antes de la pandemia, ¿cómo aprovechar esto a favor de la educación?
Hay alumnos que cuentan con la posibilidad de estudiar por medio de su propia computadora particular, ¿pero qué decir de aquellos hogares que solo cuentan con un número limitado de computadoras para varios usuarios que deben cumplir con ciertos horarios (ya sea de oficina para los padres o escolares para los hijos)? ¿Y los que estudian a través de su celular? No es lo mismo.
Hay mucho estrés también en los niños, adolescentes. La brecha se sigue ampliando entre el derecho y las oportunidades de desarrollo, entre los que quieren pero no pueden bajo un contexto mucho más selectivo de quién puede hacer uso de ese derecho universal y los que no.
La educación superior no es básica, pero debería de serlo… ¿para cuántos?
Antes, terminar una licenciatura era suponer mejores oportunidades de bienestar, hoy no, ni siquiera basta un doctorado.
Las universidades son otra realidad. La migración educativa a sistemas a distancia, o de red ya lo venían practicando, unas más que otras; las primeras mejor constituidas y con más recursos para hacerlo; las segundas, de manera más lenta, pero ya iban en ese camino.
La educación a distancia facilita una educación para toda la vida y que no se limite a las aulas solamente. En teoría también facilitaría que todas las generaciones tengan oportunidad de estudiar, pero el mayor problema para que ello se cumpla son los recursos económicos: se requiere mayor financiamiento de las instituciones que ofrecen educación a distancia y también de sus beneficiarios. Las universidades que cuentan con este financiamiento han logrado aprovechar este contexto y ofrecer sus cursos a mayor gente, y lo están logrando.
Algunas características que implica un modelo a distancia son las siguientes: equipo material y humano, conectividad, acceso bueno y de calidad, capacitación de docentes, diseños flexibles para diferentes usuarios y de diferentes contextos, un currículo multinivel (muchas generaciones de diferentes edades), un currículo de saberes esenciales (el mayor de los retos), consideración de las diferentes capacidades del estudiante/usuario, no perder contacto humano, una didáctica del lenguaje, socializar a partir de generar diálogo colaborativo, educar la autonomía, el pensamiento crítico, uso de aprendizaje de los sentidos (de todos, no solo lo visual y escucha, que prima en la tecnología) , promover la divergencia, la curiosidad, la imagen, la narrativa expresada de diferentes formas; uso del juego para aprender, gamificación, uso de tiempos de ocio como espacios de aprendizaje, la motivación de inicio y de mantenimiento para lograr aprendizajes permanentes; aprendizaje experimental comunitario, compartido, experimentado con el otro; educación transformadora y no solo de teclado, educar para la incertidumbre. La restructuración del número de alumnos, de la enseñanza personalizada y la inclusión de las personas con discapacidad, ¿algún sistema en línea los ha tomado en cuenta? La tecnología no es lo más importante.
Se necesaria la educación humanizadora, abierta, flexible, de pensamiento crítico, de resolución de problemas, interconectada; basada en el uso de la inteligencia emocional, de la comprensión de todo lo humano y no humano, de sentirnos parte de un todo que trasciende; propositiva, que dialogue, resuelva y ame lo que hace. Una pedagogía del acompañamiento que promueva la introspección, el equilibrio emocional, el interés altruista por el otro, la empatía y la atención (uno de los riesgos de estudio en línea es el aislamiento, la soledad, la individualización).
A partir de estas líneas se presentan más retos y preguntas, algunas tendrán respuesta, otras tardarán en responderse y ajustadas; y varias más no podrán contestarse aun en el actual contexto de incertidumbre.
Una de las grandes ventajas que trajo el proceso de migración en línea ha sido de la facilidad para ofertar seminarios virtuales, conversatorios, congresos, espectáculos, y cursos abiertos a todo el público. Antes el costo de organizarlos y reunir a toda la gente era muy alto, y su acceso también tenía costo hasta para los de la institución que los promovía. Ojalá siga así, el saber y el conocimiento debe ser abierto, universal, no excluyente, como lo era.
Frente a este contexto, compartir el conocimiento en línea, en el sentido de compartir ordenadores para no individualizar las presentaciones, en reuniones abiertas donde se dialogue, tendrá los efectos de transformación educativa.
Faltan muchos retos que deben visualizarse en diferentes contextos, globales y regionales, públicos y privados, en sociedades diversas e incluyentes. ¿Qué retos se puede sumar a esta reflexión?
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Referencia:
Para mayor argumentación se puede consultar la página de Clacso de la UNAM y de diferentes universidades de donde a través de seminarios virtuales se realizó la reflexión y la aportación para este artículo.
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