Variables económicas en esta transición

No se trata de una derrota de la tecnocracia en este régimen, simplemente se ignoran los preceptos en la corrección que indica la referencia adecuada...

6 de mayo, 2019

No se trata de una derrota de la tecnocracia en este régimen, simplemente se ignoran los preceptos en la corrección que indica la referencia adecuada para expresar términos de la economía que concentra tanto avances como desequilibrios en la marcha de la gran economía. Los mercados aluden a imperfecciones cuando señalan acaparamiento, alteraciones de precios y otras. La economía hace lo mismo con medidas que puedan lograr una interpretación sencilla para adecuar correcciones o establecer rumbo.

El solo hecho de mencionar una tasa de inflación ya establece un parámetro de comparación con el resto del mundo. De ese modo, el conjunto de números que conjuntan la vida económica de una nación se denominan variables en ese afán de comparar una economía con otra, entendiendo que su dinamismo es meramente interpretativo de un momento sujeto a cambios y tendencias.

El presidente no lo ve de este modo y en días pasados se refirió con desdén al término variables como un vocablo ligado a una doctrina que ha imaginado como neoliberal y por tanto maligna en la nueva concepción de gobierno. El desecho de términos de aceptación universal no ampara una forma novedosa de interpretar la economía de un país que es nada menos una de las quince más importantes del planeta. La contradicción de esta concepción se manifiesta en la intención de crecer por encima del promedio mundial, en la magra invitación al capital con malas señales de inversión pública, en proyectos fallidos de origen y en el modelo instalado de la contracción de la economía mediante una función de ahorro.

Si repasamos con cuidado los preceptos económicos, los que no han cambiado en la era moderna, descubrimos no solamente un equilibrio en el ahorro y la inversión, en realidad encontramos una secuencia que nunca se interrumpe para creación de riqueza, de capital nuevo; en economía se llama formación de capital. Tomemos la empresa como ente económico representativo: crea utilidades pasando por la competencia y rasgos de especialidad; la creación de utilidades no es para llenar los bolsillos de sus dueños. Su remuneración será justa y adecuada al riesgo que corren, pero el destino de las utilidades corresponde al capítulo más relevante del ciclo empresarial: la reinversión.

En el ámbito público, el ciclo es similar, la inversión pública corre en paralelo con la inversión privada, la primera provee de infraestructura y la segunda de bienes y servicios. En ese proceso, se crean empleos y se robustecen los mercados internos. El ciclo nunca se interrumpe; si esto sucediera, como es el caso actual de esta transición, la tercera que vivimos en el México moderno, en donde la inversión pública ha caído, y por tanto el crecimiento del producto, entonces la economía sufre un estanco gradual en la producción, se acelera el desempleo y se debilita el mercado interno.

Se argumenta que existe una curva de aprendizaje en todo inicio de gobierno; una parte podría ser interpretada de esta manera, pero la realidad muestra otra cosa porque el ahorro es deliberado y la restricción del gasto para ser utilizado en promoción no productiva, ya merma la capacidad de instalar proyectos verdaderamente productivos. Asimismo, la escena internacional no se encuentra cubierta ante la gama de proyectos con retorno especulativo e incierto. Podemos añadir el factor crucial: confianza, en terreno de duda.

El rechazo a la política económica de esta administración ya es patente en diferentes entornos y foros; la prensa especializada dentro y fuera del país revive la conceptualización de una economía abierta como supuestamente es la nuestra, finalmente tenemos una activa participación en nuestro bloque americano con los Estados Unidos y Canadá, también pertenecemos al G20, como también existe representatividad en el escenario de las finanzas mundiales, trayectoria de varias décadas.

Entonces, vivimos una contradicción; la simulación de adherencia a un modelo de economía abierta, con anhelo de crecimiento económico, con una participación latente en nuestro bloque, y en paralelo estimulando una reducción del gasto con afectación directa al empleo y al consumo interno, llamándolo modelo de austeridad, está contaminando todas las variables económicas de las que el gobierno no quiere mención, por el simple hecho de que son recuerdo de modelos que pretende alejar, como ha alejado nuestro mejor proyecto de infraestructura, el aeropuerto de Texcoco, inicio de la aberrante política económica de esta transición.

La ausencia de un modelo económico, que en estos días ha pretendido insertarse en el Plan Nacional de Desarrollo, no cubre las expectativas de crecimiento y desarrollo contempladas en una imaginaria conceptual de apuesta a esa supuesta competencia en la que unos pronostican, los expertos, y otros retan, como el presidente y sus allegados, estos últimos silenciosos cómplices que prefieren la complicidad al regaño.

En el corto plazo, la redistribución del ahorro forzado por recortes y no por función programática, ya se manifestó en la contracción del producto a un margen negativo en el primer trimestre; en el largo plazo puede resultar devastador y un efecto sensible de esta política es el desempleo, el que ya forma parte de la eliminación sin miramiento de servidores públicos de carrera, los ajenos a la función partidista.

La superposición del pacto social al económico, por desecho sin doctrina, la eliminación de conceptos, los supuestamente ligados a la ortodoxia económica, se han convertido en ese denuedo caprichoso por abandonar todo precepto pasado en donde se radica todo menos avance, todo menos integración, para ahora responder ante una franca división social que inunda no solamente redes y pronunciamientos de texto, inunda calles y poblaciones, que rechazan además de la impericia por encima de la impotencia, la denostación y el lenguaje suelto y ofensivo, indigno de una representación de Estado.

 

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