Tlatelolco

En mayo de 1968 se iniciaba un movimiento desestabilizador en Francia; las acciones del gobierno francés eran rebasadas por manifestaciones callejeras, revueltas y protestas. Trascendían...

4 de octubre, 2019

En mayo de 1968 se iniciaba un movimiento desestabilizador en Francia; las acciones del gobierno francés eran rebasadas por manifestaciones callejeras, revueltas y protestas. Trascendían como estudiantiles, como manifestaciones para sufragar la libertad de expresión, de expansión de las ideas de libertad, de autonomía y de rechazo al autoritarismo.

Unos meses después, en México se iniciaban las primeras manifestaciones de huelga, así fue llamado el movimiento en sus inicios, para refrendar las manifestaciones latentes todavía en París. El combate al autoritarismo era enarbolado como primicia fundamental del movimiento. Se radicó fundamentalmente en la UNAM, máxima Casa de Estudios de la nación y baluarte del conocimiento universal.

Yo era uno de los miles de estudiantes en ese año, 1968; cursaba el cuarto año de Contaduría Pública a mis 20 años. Las primeras manifestaciones no pasaban de mítines en la Escuela de Ciencias Políticas fundamentalmente y otros aislados en la Escuela de Economía. La curiosidad me hizo atender diversos foros y escuchar un poco de todo, desde la exaltación hasta la invocación a la violencia, desde la enumeración de prácticas eminentemente académicas hasta la incitación a tomar plazas públicas.

El revestimiento de la demanda académica terminó con una marcha a la que acudí al lado del Rector Barros Sierra, junto con miles de estudiantes demandando mejoras en la educación y otras inherentes a las instalaciones, bibliotecas y centros comunitarios. Hacía sentido, había pertenencia a un gremio estudiantil.

La intromisión de grupos y la franca invasión de espacios reservados al estudiantado fue gradual supongo yo; desde mi óptica, cuando los golpistas y grupos ajenos al cuerpo de estudiantes fue penetrado, ya era demasiado tarde. Por tarde quiero decir que la llama de la demanda ya estaba encendida pero nunca la de la rebelión; esta fue inducida y calculada desde fuera del movimiento. Los grupos de choque ya pisaban mi Universidad, ya se sentaban en los auditorios, ya cifraban sus lemas en discursos incendiarios.

La amenaza de la desestabilización era clara, contundente. El boicot a la Olimpiada estaba en proceso, la eterna apuesta al caos que siempre ha redituado en la historia, desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas hasta economías satélites en el Mar caribe. Gustavo Díaz Ordaz lo vio y sopesó su dilución. Vino la noche del 2 de octubre; el ejército estaba apostado en lo alto de un edificio cercano a la Plaza de las tres Culturas. El fuego se inició desde abajo, desde el espacio de la manifestación. El ejército respondió. Fue una masacre. Fue una pena disponer de vidas útiles a la nación. Era la última llamada que tenía el gobierno para derrocar un movimiento que venía de fuera, que había contaminado mentes jóvenes, que había invadido estratos de nuestra sociedad.

México estaba bajo amenaza de fuerzas oscuras, indignas del acogimiento de los mexicanos. Fue una tragedia, tal vez tuvo errores de cálculo sin precedente, pero no fue un crimen de Estado, como lo plantea la transición en turno. Fue una defensa de la nación y bajo la responsabilidad de un solo hombre, responsabilidad que asumió desde sus inicios hasta su conclusión. Se llamó Gustavo Díaz Ordaz.

Ignoro cuantas generaciones tendrán que pasar para asumir Tlatelolco como pasaje histórico y no como parteaguas de la vida nacional. El acecho a la estabilidad nunca se irá, el consentimiento de las fuerzas dedicadas a desestabilizar surge de las más remotas formas de poderes ocultos y cercanas por igual. Pudimos verlo en estos días en las calles de la ciudad, con una gran diferencia, con una autoridad pasmada, sin autoridad. 1968 evoca memoria. Así lo viví, como joven, como estudiante; así lo atesoro, como vivencia, como resguardo de conciencia, 51 años después.

Manuel Torres Rivera, octubre 2019.

Comentarios






Más de categoría

México exige cuentas

Por definición, toda política económica arroja números. Por definición también, toda expectativa en política económica es o debiera contemplarse...

julio 20, 2020

La Nueva Mira del Capital

Si algo cambiará después de la visita a Washington, es pronto para saberlo. Si algún mensaje recibió el presidente...

julio 13, 2020

La Captura del Principio Económico

Por décadas, los gobiernos han intervenido en forma tangencial en política económica de las naciones adscritas formalmente o no...

julio 6, 2020

Capital sin invitación

Un semáforo naranja anuncia una etapa de la pandemia que nos ha retirado de toda acción productiva. La etapa...

junio 29, 2020