Tasas de Referencia y otras variables. La Oportunidad de México

Tal vez el referente para un 2018 en circunstancias de cambio de gobierno, etapa de transición como se le denomina, exija una apreciación global

20 de agosto, 2018

Tal vez el referente para un 2018 en circunstancias de cambio de gobierno, etapa de transición como se le denomina, exija una apreciación global para entender circunstancias a las que México está ligado indefectiblemente. Las variables económicas que pudieran cerrar este año nuestra economía apuntan a una inflación de 4 y hasta 4.5%, una tasa de crecimiento de 2.3%, un tipo de cambio promedio de 19.8 pesos por dólar y una tasa de desempleo de 3.2%. Son cifras alentadoras en el terreno de la disciplina y manejo de las finanzas públicas; ninguna novedad en cuanto a la trayectoria de otras décadas, incluidas las etapas de transición anteriores. Parecería un estanco la tasa de crecimiento del 2% y no lo es, simplemente obedece a factores sobre los que no se tiene estricto control, los externos. Estamos en plena reestructuración de un tratado que define un horizonte representativo en nuestra vida económica futura. La herencia de doctrina de bloques comerciales de otras épocas, previas a 1994, fecha de inicio de nuestro propio bloque económico y comercial, ya abría oportunidades de expansión de renglones de inversión en nuestro país. El reconocimiento de las economías abiertas en México despertaba iniciativas que predominan en nuestro sector empresarial, y rigen expectativas de inversión y estrategias de expansión. No debe sorprendernos el aliento que merecen los temas que lidera un equipo negociador profesional, y el respaldo del empresariado mexicano, labores que trabajan en paralelo las conveniencias de la inminente firma de un TLCAN de provecho tripartita.

El término de guerra comercial surge por una agresividad inusitada y proviene del vecino próximo del norte, sin duda. Las razones que explican este proteccionismo fuera de contexto doctrinario se cierran en torno del déficit comercial que ha venido incrementándose en la economía norteamericana. La teoría económica no presenta grandes opciones para corregirlo: depreciar la moneda, aranceles comerciales y cuotas de importación. De lo segundo, aranceles, ya padecemos el primer efecto en el acero y en el aluminio. La repercusión en la economía mexicana todavía no se aprecia, tendrá un efecto de plazo e inunda la arena política y no precisamente la nuestra. Los Estados Unidos tendrán elecciones en noviembre próximo y la administración Trump no tiene mayoría asegurada en el congreso. Esto puede repercutir en un retraso de otros rubros en los que se podrían implantar aranceles. Por otro lado, la atención de su política interna está centrada en la disminución del impuesto corporativo de un 35% a un  21%, liberando recursos internos para inversión y reposición de planta y equipo. No todo viene acompañado de buenas noticias, el índice inflacionario traiciona lo precipitado de las medidas a pesar de tener el nivel más bajo de desempleo en mucho tiempo. De esa apreciación la inflación puede alcanzar la tasa de referencia del 2% en el año. La Reserva Federal se vería obligada a alzas en su tasa de referencia, en franca desventaja con la eurozona que continúa en tasa cero rumbo al cierre del año.

Reactivar una economía sobre la base de sanar un déficit comercial, implantando medidas de protección a mercados con los que se tiene una trayectoria de respuesta amplia y contundente, en medio de un proceso de sanciones con mayor severidad a Irán, rompiendo acuerdos nucleares trascendentes y especulando sobre el futuro precio del petróleo a una alza inconveniente para la época y una depreciación de la lira turca, con impacto cambiario en la vía comercial mundial, no ofrece una cara bondadosa para los propósitos de un tratado en punto de cierre, al menos si se estima la impredecible reacción del presidente norteamericano y su veleidosa administración.

Las economías distan mucho de regirse solas, no es preciso abundar en el caso de Venezuela. Los bancos centrales están en estos momentos amortizando los instrumentos de plazo, específicamente bonos, que readquirieron durante diez años, sin olvidar que la herencia de la depresión del 2008 provocada por la quiebra de Lehman y el tema de vivienda norteamericana desencadenó alarmas en todo el orbe y la protección con la adquisición de bonos, unos propios, devolvió estabilidad y oxígeno a la economía global. Las cosas marchaban en cuanto a la liquidez que inundó una década después de la debacle financiera del 2008, con una política monetaria expansiva que el mundo agradeció, hasta este capítulo de agresividad comercial iniciada por Trump.

No podemos olvidar las ventajas comparativas y el valor agregado en la producción, cuando el producto terminado es importación de los Estados Unidos. Encarecer un producto de regular necesidad en el ambiente norteamericano, como son los automóviles, no se convierte en medida popular, desafiando el espíritu de sustituir importaciones con producción doméstica, que es la intención de la administración de Trump. Es justamente en estos días cuando se cierra el capítulo de reglas de origen en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio. Veremos pronto lo conveniente en la reacción norteamericana.

México mantiene un nivel de 7% en promedio en su tasa de referencia, mantiene por tanto una ventaja en su protección al capital en materia de ahorro institucional. Para 2019 no se espera ningún cambio en este aspecto, sin embargo, la tasa de inflación de los Estados Unidos obligará a la Reserva Federal a buscar un punto porcentual de incremento por lo menos, para despegar su referencia del índice inflacionario. Tal vez las circunstancias también obliguen a la eurozona a elevar su tasa cero. Contar con márgenes de maniobra en la eventualidad de continuar esta actitud beligerante norteamericana, será parte importante de los bancos centrales y repercutirá en los planes de expansión y atención de mercados de las empresas multinacionales. Radicar capital nunca ha sido tema de cuidadoso estudio como ahora, y la oportunidad de México de seguir mostrando un clima favorable para la inversión es tarea que corresponde a la nueva administración. Disciplina en política administrativa y financiera no necesariamente se convierte en proyección de confianza internacional. El respeto por acuerdos signados con el exterior, los que han comprometido nuestra soberanía, los que han sido acordados con experiencia de otras latitudes, con tecnología probada, deben constituir los primeros pasos. La seriedad de un gobierno se asume con la responsabilidad del encargo recibido. Este, nunca debe ser trasladado al pueblo que lo confirió. La responsabilidad no es comparable y por ende no debe ser compartida. La consulta popular es una política perversa para eludir acción de gobierno. El entorno internacional juzga acciones de gobierno, nunca ha juzgado reacciones de una población que ya otorgó su voto. El pronunciamiento de un gobierno debe ser firme y concluyente para la inversión. En ese pronunciamiento radica la confianza que merece el capital que nos confía el exterior.

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