El desuso y la condena de presuntos privilegios desde el poder, en un supuesto plan de ahorro, con un partido en el poder que recibe 1,600 millones de presupuesto para sustento de agremiados, familia y allegados del presidente en turno, por espacio de un año, debe borrar en la mira del gobierno que instala sus prerrogativas de gasto, una inclinación a participar en vicios del pasado propenso a dispendiar y ostentar formas de vida sin correspondencia al modelo de la austeridad pregonado y exhibido como quimera endémica, que se traga todos sus preceptos y enunciados.
Así es el populismo, cifras disfrazadas en un intento vano de cubrir deficiencias de origen, cimentación imaginada en la convocatoria de trayectorias abyectas, embudo que conjuga la vileza y el abuso del recurso apropiado en la demasía y en la sustracción de los activos de una nación indemne.
Viene el pronunciamiento redentor y salvador de toda enunciación de la historia para de una vez por todas acomodar los juicios y las procedencias de todo lo que la nación ha conservado como acervo y tesoro, para de un solo impulso redimir un pasado capturado y anunciar un futuro pletórico de oportunidades jamás contempladas en la historia de una nación que desde luego nunca tuvo cuna, nunca asiento y nunca origen; ese está reservado a la nueva anunciación del simplismo y la aventura del desplegado venturoso del horizonte de redención con el dedo señalador de rumbo.
Así se invita a opinar, así se invita al capital, a aplaudir esa fórmula retrógrada, descalificadora, divisoria y retadora; el lenguaje del presidente de esta transición, grosero en esencia, vulgar en contexto lingüístico, envía señales de discordia entre sus gobernados, los que toman la estafeta de la herrumbre de esta calígine y los que optan por la ruta del avenimiento y la razón. Segregar el entendimiento en la ceguera de la obstinación y el resurgimiento de la cordura, no es el terreno que pisamos hoy día los mexicanos.
Las formas de gobierno acuden a los símbolos que en nada ayudan a acercar los criterios, diseminados en la conceptualización vacía de la ruta de la conservación de lo que no necesitamos y de lo que realmente anhelamos. Se desechan fórmulas de remuneración, de transporte, de seguridad, de amparo, de sostén familiar, de autonomía, de contestación libre al poder absoluto, de infraestructura y errores generacionales, de simple observancia de la ley, y aún así despertamos con la incertidumbre del capricho matutino que desborda el rencor por encima del sentimiento de una nación pensante y congruente con su destino.
La defensa se está convirtiendo en un denuedo en el que la nación paga, en el que la nación cubre, en el que la nación desvela y contesta, con esa claridad que han brindado generaciones edificadoras, todas previas a esta pesadilla que vivimos estos días, todas dispuestas a enfrentar esta incertidumbre y amasijo de confusiones y discordias.
Nunca alcanzarán los símbolos que pretende diluir esta administración, nunca se irán los alcances que no logró destruir el afán inicuo del ahorro como afán distributivo de lo no logrado en los réditos de la riqueza de una nación que sustenta todas sus primicias en la bondad del trabajo y de la oportunidad sin dádiva; en la compensación justa del esfuerzo.
Símbolos por símbolos, los de la historia por los del ahorro absurdo para no abordar un avión, para no pisar el terreno de lo construido, para no sustentar políticas congruentes con el futuro de niños y jóvenes educandos, para no amparar a las madres que trabajan, para no asegurar lo ya asegurado en materia de salud y de política asistencial probada, para cancelar por cancelar, para ahorrar y repartir a inútiles sin futuro, para instalar programas educativos en universidades que no merecen esa catadura en la universalidad del conocimiento, para promover proyectos perdedores en la energía y en el turismo devastador de riqueza ambiental, para denostar por denostar, para descalificar por descalificar, práctica sin límite de entendimiento.
Vienen las interpretaciones desde otras orillas, las de la inversión, implacables, cruentas en el conteo de los réditos y los retornos en metálico, los que cuentan para la reinversión, para la distribución esperada de las utilidades, las que han regido los destinos del mundo como lo conocemos, en crecimiento, en plena aceptación de sus deberes, de sus haberes y de sus responsabilidades, con sus lealtades y sus permanencias. No es apunte curioso, de eso se nutren las naciones, de eso se alimentan las expectativas de crecimiento y de bondades a la población. No existe fórmula alterna. Los impedimentos en fórmulas contestatarias como las que han implementado Cuba y Venezuela han sumido a sus habitantes en la humillación y en la marginación, aunque nuestra administración en turno pretenda ignorarlo. Millones de mexicanos lo destacamos como política errónea y como atentado a los más elementales derechos de la humanidad.
Así caminamos, en los pronunciamientos de una economía que no resurgirá por la intemperancia de un régimen que no contempla las participaciones activas de agentes económicos clave para el crecimiento y para la recomposición del capital en áreas prioritarias. Así se multiplican las señales en los ámbitos de procedencia del capital. Así también se subrayan las diferencias que día con día crecen para señalar yerros de la historia que nunca fueron, porque la historia alguna vez fue y el futuro de nuestra nación no pende del hilo de esa historia, irrepetible como todas. El pasado debe descansar en el pasado, el futuro debería convertirse en semblante de unidad y lo tenemos dibujado en la discordia y en la confrontación. Los símbolos de esta transición se agotan, vendrán las acciones de gobierno…menuda responsabilidad.
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