Que no se toque la economía

Esta transición de gobierno que vivimos ha esquinado el tema de la economía. El ahorro asintomático pretextado bajo una circunstancia republicana, como si existiera tal...

4 de mayo, 2020

Esta transición de gobierno que vivimos ha esquinado el tema de la economía. El ahorro asintomático pretextado bajo una circunstancia republicana, como si existiera tal modalidad, ha convertido el gasto público en una función regresiva en la cobertura del contrato social y en una acepción distributiva de la riqueza de la nación en porciones que pretenden dar impulso al consumo y lo que han logrado es la desestabilización de la oferta. Las capas de abajo que menciona el presidente, en esa figura de dispersión que a él complace, lejos de representar un equilibrio en los mercados internos, simplemente alejan las tareas del empleo formal.

En este espacio se ha insistido en los elementos necesarios para considerar el empleo como parte de la cadena productiva: sin la unión del proceso de incorporación del esfuerzo laboral al valor agregado, jamás se logrará la función de ingreso para el acomodo de la demanda de bienes y servicios. El ingreso no puede actuar en forma aislada como una variable independiente. El ingreso debe contemplarse en su fase remunerativa y nunca como dádiva. El retiro de la función productiva representado como jubilación, sigue siendo un esquema que adopta la entidad generadora del recurso aplicable a esta circunstancia.

A pesar de la resistencia gubernamental en este tema y las vicisitudes que entrañan discutir abiertamente nuestra economía, ciertamente no nos priva del privilegio de rescatar conceptos que brindan validez al entorno de gravedad que acecha nuestra frontera de supervivencia económica. Las bases de discusión han tomado rumbos equivocados en la simple acepción de términos y representatividad de modelos. La escuela de Chicago y el Varsity Club, significando y reclutando pensamiento económico, en casi tres décadas que nos anteceden, plantearon una reducción del tamaño del Estado con un sentido de alejamiento de rectoría y una penetración amplia del sector productivo de las naciones.

Lo anterior ha sido rebautizado como una interpretación novedosa del liberalismo imperante desde el siglo XVIII. La adopción de un término que en la academia significa una simple separación o un punto de partida para un nuevo esquema, como quiera verse, no desemboca en doctrina o en reto de substancia a la ya adoptada rutina de la economía de mercado. La tercera transición mexicana, gobierno en turno, la ha destinado como un recurso de degradación, tal vez en un afán de rechazo a la función activa del capital. 

El capital como tal, si lo separamos de la función invasiva en ese catálogo antagónico del marxismo, nunca ha reunido más allá de su verdadera contribución, los excedentes de los costos de la cadena productiva para una vez cubierta la parte retributiva al Estado en la renta correspondiente, la reinversión como camino irredento en el crecimiento y expansión de la cadena misma. Sin esta fase redistributiva no existiría la innovación y ninguna competencia. 

Podemos decidir no tocar la economía como tema no toral y ángulo de debilidad de esta administración. Podemos también simular la retórica y planteamientos carentes de fundamentos para reorientarlos en la ortodoxia económica, pero la tarea de reordenar los dictados desde una tribuna incontestable se convierte en materia de precisión y a eso se dedican  precisamente analistas y prensa especializada. 

Los preceptos de economía no pueden soslayarse, tampoco negarse; existe un costo del capital para calificar proyectos y su rentabilidad, existen métodos de valuación para redimir inversiones. Existen capacidades que pueden ser medidas antes de exponer un producto a cualquier mercado. Existen calificaciones de carácter universal que han tomado décadas en las especialidades en las que intervienen. Esta transición las ignora y el señalamiento no solamente es interno, es global y el rechazo a las medidas adoptadas sin proyecto y sin sustento económico debe ser señalado una y otra vez. 

Podemos no tocar el tema de la economía cuando las cosas marchan en el orden adecuado, pero no podemos dejar de señalar el fracaso económico patente en 18 meses de trayectoria de esta administración. El equívoco no radica en la concepción de un proyecto, el verdadero equívoco radica en toda la acepción del modelo adoptado. Todo lo implementado está mal concebido, mal guiado y mal desarrollado. No existen funciones de ahorro en un modelo de dádiva sin programa, no existen bases de sustento de pretensión de función pública sin crecimiento de la economía.

Podemos no tocar la economía, pero las contradicciones nos sugieren confrontar el discurso de un presidente inmerso en las prerrogativas ya probadas y derrotadas en la autosuficiencia y en el abasto interno, reto de controversia ante las economías de mercado de naciones progresistas a las que pertenecemos. No podemos dejar de señalar la incorporación al bloque comercial más significativo del orbe y promover en lo interno una cerrazón al impulso de la cadena productiva y al pronunciamiento privado del rescate de una economía estancada por los yerros de esta administración. 

Podemos no tocar la economía, pero el lenguaje que estamos recibiendo nos está distanciando del entendimiento y de la razón. Se verbaliza el ataque frontal, se discurre en temas aleatorios y doctrinarios que en nada contribuyen al enriquecimiento de las ideas y del diálogo. Se interponen los calificativos sin dirección; el conservadurismo adopta las fases de la liberalidad y la liberalidad adopta una situación de intromisión en las fórmulas que dicta el poder en turno. La distancia entre una fórmula y otra invade el terreno del racionalismo y el avenimiento jamás encontrará una salida cuando la descalificación ya encontró en la premura un avance artero. 

Podemos no tocar la economía en su semántica y en su endeble mensaje dominado por el momento de la insurrecta interposición de dictado como precepto incólume de voluntad de un solo hombre, pero jamás será doblegada la indomable llamada a la corrección y a la batalla de una economía merecedora del legado de voluntad férrea de mexicanos que han precedido un andar de un país en escenarios de dignidad y de reconocimiento. 

Es tiempo y momento de tocar el tema de la economía. El derrotero de la recomposición está en camino en un gobierno ausente…que se toque la economía en rebeldía indómita

 

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