Pasividad Económica

Al parecer la política económica de México se está rigiendo por sentido presupuestal, abandonando la parte previsora de la planeación. La instalación del ahorro como...

1 de abril, 2019

Al parecer la política económica de México se está rigiendo por sentido presupuestal, abandonando la parte previsora de la planeación. La instalación del ahorro como eje rector del ejercicio de acción presupuestal está forzando una disciplina de gasto, pero supeditada al control de variables de imprevistos y de plazos adquiridos en la marcha temprana de una administración inexperta. No ha bastado el presupuesto de las cámaras que cumplen con el requisito constitucional; esa función de simple reparto acomoda ingresos previsibles y adecúa desembolsos programáticos. La función de distribución de los recursos del Estado para atender la solvencia de su programa de gobierno es mera fórmula de reparto sin apego sustancial. En esencia, no es novedoso el sostén de gasto del gobierno cuando la existencia de la asunción gubernamental está cifrada en la continuidad. El desconcierto de esta administración es precisamente ese afán desmedido por romper toda fase de continuidad, toda cuestión pasada. En esa tarea, de abolición de actividades cruciales de sustento social unas, otras de asistencia en innumerables actividades, desde promoción turística hasta culturales, han desequilibrado el esquema presupuestal, afectando programas considerados prioritarios, introduciendo mecanismos de dádiva directa con el supuesto combate a la corrupción derivada del intermediario, condenando, en la supuesta sentencia, la dispersión de programas que tal vez ya no alcancen su cobertura original.

La suplantación de temas por cubrir en un mapa tan extenso como es el de este país, siempre conlleva un costo: el ciclo de aprendizaje mismo, el ciclo de reacomodo de los recursos, el daño a la atemporalidad en esa parte invisible pero no cubierta del programa que ya había adquirido permanencia y por tanto cobertura. La simple nomenclatura no cubre la extensa capa de demanda del contrato social; cambiar los nombres de los programas para hacer lo mismo, se convierte en prerrogativa de capricho intolerante de fórmulas que probaron su eficacia, perfectibles todas, pero en ese cambio, se convierten en retardatarias del haber social.

Los pasos en errores irrecuperables, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, una y otra vez señalado como el error con el que se distinguirá a esta administración, error generacional, por el retraso que significa la propia cancelación, y los años que ya no alcanzará nuestra distinción aeroportuaria en el mundo, acumulan un costo mayúsculo en un presupuesto basado en el ahorro de partidas de gasto heredado en la nómina y en la marcha institucional de décadas. La secuencia del gasto público no se instala por ocurrencia, se inscribe en la consecución de programas de plazo; esta administración no lo entiende de ese modo, e irrumpe en toda planeación de esquemas concebidos de tiempo atrás.

La irrupción referida no se ha dado una sola vez con la cancelación de la infraestructura aeroportuaria, se da en cancelaciones repetidas, y la constante adherida al ahorro disfrazado de medida acomodaticia en el combate al intermediarismo y la autonomía que reta la imposición presidencial, ha derivado en suspensión de prerrogativas de orden básico en sectores de la población que ahora, sujetos a la dádiva desde el poder, para poder cifrar y etiquetar la dádiva misma, padecen la interpretación impositiva carente de lógica y sustento alguna vez conferido.

Así las cosas, el presupuesto sufre alteraciones un día y otro también. No existe planeación de plazo y los recortes en muchas áreas sumergen en la impotencia a un régimen dispuesto a sacrificar toda concepción de ortodoxia económica para sanear un abasto sin horizonte en el dispendio de la dádiva a jóvenes sin futuro y a programas sin padrón. Ya cobra la cifra del desempleo, ya también el reclamo del voto conferido y comprometedor de programas educativos, ya pagamos consecuencias funestas en el desequilibrio ocasionado por el salario mínimo fronterizo. Las gasolinas se han convertido en el desenlace de una desordenada política energética depositada en manos inexpertas. La traición cifrada en preceptos antagónicos y retrógradas de auto suficiencia nos descarrila de caminos de participaciones activas en los energéticos y en las energías renovables.

Pemex necesita de renovaciones importantes de capital, no de inyecciones temporales de recursos. No enfrenta problemas de capital de trabajo, enfrenta problemas de estructura, de exploración y producción y la refinación nunca debiera contemplarse como perspectiva de recuperación y saneamiento de sus finanzas. Así lo ve el mundo de la energía, así lo contemplan las calificadoras de inversión.

El presupuesto ya incursiona en los fondos de emergencia, cuando la emergencia no existe. Lo único que prevalece de momento es la necedad y la mira interna que no satisface planes objetivos de crecimiento. Tenemos un presidente que ignora las cuestiones internacionales, todas las que importan, todas las que revertirían favorablemente la dimensión del país y las instancias de crecimiento. Opta por viajes al interior y nutrir la agenda nacional en fases de aliento social y discurso retentivo en vez de sentarse en los foros internacionales que la nación demanda, en ese juego del desafío que toda nación en crecimiento hace valer en la demanda del capital.

El primer asomo de esta política errática es el crecimiento económico. Ya decrece en los primeros meses de esta administración. El síntoma del ahorro por el ahorro mismo no ha constituido y jamás lo hará, una política económica sustentable. El sacrificio de programas de aliento a madres trabajadoras, guarderías, comedores, y otros programas probados, destituidos y desmantelados sin resguardo, no inciden en partidas de ahorro, inciden en desconcierto y desamparo. El tono matutino, el empeño en guiar una agenda de la nación en esa imposición de un monólogo aburrido e intolerante, no contribuye a la secuencia y guía esperada de un gobierno incluyente.

El mundo de la economía espera la agresividad de sus dirigentes, la planeación y situación de plazos; debiera combatir la inconformidad de la espera, la pasividad que inunda las oportunidades que el mundo toma y México contempla. La esfera gubernamental en franco retraso de la iniciativa del dinamismo emprendedor. Eso tenemos.

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