Liberalismo o Libertad Económica

Dejar hacer o permitir hacer.

30 de julio, 2018

Dejar hacer o permitir hacer. Parecen planteamientos similares. No lo son. Su esencia difiere en doctrina, para el liberalismo sin duda, y en pronunciamiento de ley para la segunda, para la libertad económica. El liberalismo económico surge en el comportamiento del hombre y en la conducta humana; en libertad, el individuo busca su propio beneficio y es en ese proceso en donde se estimula el proceso productivo de una nación, conduciendo a la creación de riqueza y al bienestar de la sociedad en su conjunto. Así lo concibió Adam Smith en el siglo XVIII. El liberalismo económico fue ganando terreno en la medida en que los factores de producción crecían e impulsaban el comercio. Las naciones, en la conducción de su política, dieron margen a un crecimiento paralelo en la inversión y en la industria para asimilar la doctrina liberal y la actuación de la política. Se pensó en una igualdad y en una adaptación de libertad política a la libertad económica derivada del liberalismo. No sucedió así, el trayecto de los capitales creó hegemonía y dictado de control. La supuesta igualdad política arrastró diferencias de origen en el terreno social. Surgió la defensa de esta desigualdad en el marxismo. Hoy en día suele afirmarse que el liberalismo económico camina de la mano del liberalismo político en tanto se respete el Estado de Derecho, las libertades, la separación de poderes y el orden democrático.

Por siglos se debatió la intervención del Estado en la economía. Por siglos también, se han discutido bondades y limitaciones de la injerencia del Estado en la repercusión de la política de bienestar común, los esquemas sociales que han adoptado diversas nomenclaturas y acepciones dependiendo de la época. La adopción del individuo en sus necesidades como política de grupo, ha limitado la acción o conformación del capital para fines de producción y empleo. La natural distorsión de hegemonía en el control del capital y la visión de satisfacción del individuo y sociedad crearon un abismo en la supuesta defensa del trabajador. Los bienes productivos justificaban su asiento en el talento creador, mientras que la contemplación del control de estos laceraba la condición humana sin destino. El pensamiento sustentado en esta condición cambiaría al mundo durante décadas y el ambiente bélico de dos guerras transformaría no solamente doctrina, crearía división y brotes de disidencia en el orbe, brotes que todavía hoy padecen poblaciones enteras.

La reconstrucción de la segunda guerra mundial acordada en Bretton Woods, daba significado a una visión del capital, que desde los años cuarenta concibió dos mundos dispuestos a enfrentar su concepción de protección social. Una lo hacía desde programas de gobierno. Otra, lo hacía desde los medios de producción; no se concebía el dominio del capital en pocas manos, desde esta doctrina de protección al asalariado. Esta última, desprovista de riesgo empresarial, por la ausencia de competencia, fracasó. Los años demostraron presencia indispensable del capital, no como un fenómeno aislado de la cadena productiva, simplemente se rendía tributo al talento. Hoy día, la conocemos como iniciativa privada.

La transición del liberalismo económico como tal, a la libertad económica fue una simple conversión de semántica, interpretando principios de no intervención en reglas de producción en un inicio, para derivar en estructuras formales de competencia en mercados foráneos. Un simple traspaso de voluntades dio inicio al libre mercado. La adaptación política a este entorno dio margen a la política pública, la del respeto por actividades similares en franca competencia. Los precios dieron origen a márgenes de calidad y a la búsqueda de satisfactores mediante la innovación y la creatividad de la investigación y el desarrollo. Los traspasos de riqueza de un país a otro, permitieron la sustitución de productos importados por agregados de valor locales. La dependencia tecnológica estimuló terrenos de investigación propios. La especialización marcó una ruta de búsqueda en otras áreas, nichos de competencia siempre. Eso constituyó ventajas comparativas y reglas de intercambio comercial. Surgían fortalezas en todas las naciones, en todas existían puntos fuertes con los que competir.

La política económica desarrolló reglas oportunas en lo interno, y en lo externo, se iniciaban negociaciones que derivaron en tratados comerciales. Se preservó el derecho de sanción de reglas fuera de competencia y vicios de origen o surgidos en la marcha del intercambio. Se vigilaron los costos de uno y otro para nunca competir por debajo de ellos. Las elasticidades de la demanda conformaron una ruta de respeto y armonía para equilibrar las balanzas de naciones abiertas al mundo en intercambio comercial. Los márgenes de producción sentaban reglas de beneficio regulador en los salarios y otras prestaciones. Surgía la necesidad de eliminar fronteras, surgía la necesidad de las economías abiertas.

Las economías cerradas se estancan. Al carecer en lo interno de libertad económica, los bienes y servicios suman todo el esfuerzo de la nación para satisfacer en forma absoluta a toda la población. La disparidad en el abasto del insumo primordial, enfrenta retos de política pública para absorber la magra disponibilidad del ingreso, de modo que el subsidio toma el lugar de la ausencia de competencia. Al formar parte del gasto público, en algún momento surgirá la implementación del vacío creado entre la oferta desde una óptica de estado, y la demanda de los particulares. Esta brecha repercute en la cadena productiva que ahoga las posibilidades de mercado fuera de lo interno. Al no existir posibilidades de consumo de otras latitudes, la especialización carece de incentivo; la oferta se convierte en una función estática.

La repercusión lógica de una economía abierta cubre el terreno del ingreso per cápita, y demostrado ha sido que en las economías abiertas, el ingreso es muy superior. La diversidad de la oferta en el consumo favorece precios menores al entrar en competencia los proveedores de satisfactores de toda índole. Los gobiernos de las economías abiertas desempeñan un papel importante en materia regulatoria sin ninguna injerencia en la cadena productiva. Los alientos de política económica repercuten en empleo y en satisfactores de naturaleza social, en la asistencia del rezago. Libertad económica es un factor ligado al progreso, a la creación de ambientes propicios para la inversión y para la mira de satisfacción y mejora de vida de la población. Para algunas  naciones esto no ha resultado cierto,. Tenemos ejemplos en nuestra región: Cuba y Venezuela. La mayoría de las naciones ha transitado de aspectos doctrinarios a realidades globales, con un denominador común: la libertad.

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