La inversión, sin duda

La inversión, factor clave del crecimiento económico. Simula una obviedad de tanta repetición y tanta insistencia de planteamientos que recibe todos los días esta tercera...

8 de julio, 2019

La inversión, factor clave del crecimiento económico. Simula una obviedad de tanta repetición y tanta insistencia de planteamientos que recibe todos los días esta tercera transición que tenemos. Más allá de lo obvio, que se reitera una y otra vez en todos los pronunciamientos y voces en lo interno y lo externo, existen consideraciones que es preciso señalar:

La carencia de definición de modelo económico de esta administración en turno ha provocado más desconcierto que rumbo. Se ignoran las bases de modelos económicos que no solamente han sido representativos de desarrollo económico, los que han sido materia de rescate de políticas públicas, que han sido sustento generacional de aumento de riqueza nacional. Las prerrogativas de administraciones que nos han precedido han tenido sus oportunidades, como sus yerros. Los esfuerzos de separar la administración y operación de activos de la nación para alojar la expectativa en el terreno de la competencia y el riesgo son patentes. El adelgazamiento del aparato estatal para ser ocupado por el empresarial no es casualidad como tampoco en sus años de implementación significó un riesgo para la nación.

Los años del crecimiento sostenido y la sustitución de importaciones quedaron atrás en la concepción de nación acechada por fronteras beligerantes; tal vez nunca han dejado de serlo, pero la globalidad fue absorbida con éxito para nuestra economía y para la empresa libre de ataduras en su imaginaria y conquista de nichos de mercado.

Tenemos ahora un enfrentamiento de nomenclatura, de definición de actitud nacionalista para denostar modelos probados en la eficiencia y en la creación de riqueza, en la de empleo y en la de oportunidades. La presente administración no encuentra acomodo en su definición de proyecto económico, por eso enfrenta y enfrenta sin conocimiento: un día existe apertura al Tratado más importante del planeta, el Tratado de Libre Comercio con la primera economía, todavía en este 2019. Un día más tarde se anuncia un efecto retardatario para cerrar las oportunidades de inversión del mundo entero, con planes inciertos y sin fundamento económico.

Pemex y CFE no están en concordancia con la visión global, es un hecho. Constituyen el reto a la congruencia; son punto álgido de adversidad con las bases de sustento de un proyecto económico sólido. Surgen los calificativos, del presidente, las denominaciones de adjetivos inexistentes en la dirección de las prerrogativas existentes en materia económica. Se han trascendido las implantaciones de escuelas que alguna vez guiaron el pensamiento económico, como Chicago, el Varsity Club, las guías de la London School, para arropar la domesticidad de cada modelo en cada nación, para hacer de la economía una herramienta cambiante, sin arrogancias ni dictados imperativos. Esta administración lo ignora.

En esta transición se descarta el esfuerzo compartido de décadas para insertar la descalificación en un ramo doctrinal que abarca un poco de todo, y en ese todo incluir como práctica funesta de origen el conservadurismo, que México erradicó en el siglo XIX, como también el neoliberalismo, corriente que no puede irse si la insistencia del régimen plantea la inversión como factor clave de inicio de una administración que no acaba de darle cabida en lo conceptual, porque el enunciado de la pobreza como primicia doblegada por esta nefasta corriente, se contrapone con la bandera electoral que concibió un triunfo.

La contradicción de estos meses ya cobra en el crecimiento; la economía se contrae por la carencia de definición de rumbo. No se puede apostar al crecimiento, con la invitación a la inversión, con la mesa de diálogo con el sector empresarial, con la disposición para un Tratado Comercial con los vecinos del norte y haciendo un programa de dispendio basado en el recorte sin miramiento del gasto público para atender dádiva sin retorno. El programa de ahorro ha frenado la inversión pública y los programas en la mente de un solo gobernante redundan en auténtica desconfianza de la inversión privada tanto interna como externa.

Poner en manos de la justicia federal las cancelaciones esperadas de proyectos sin retorno económico, no constituyen la vía de la inversión esperada del inversionista que confía en criterios formales de retorno, amén de la certeza jurídica. El presidente utiliza adjetivaciones peligrosas, que naturalmente no maneja con soltura por no ser su especialidad, ignorando que el juego de su dicción es grabado en los rincones del orbe, rincones atentos a las oportunidades de las naciones seguras para la radicación de capitales.

Los tiempos han trascendido la nomenclatura de modelos por el simple hecho de las circunstancias tan apremiantes del entorno económico; las discrepancias entre potencias de oriente y occidente han desviado la atención de preceptos rígidos en política económica. La globalización misma ha borrado términos doctrinarios por la premura de términos comerciales. Las ventajas comparativas han doblegado principios doctrinarios y la competencia ha hecho de la actividad comercial, insignia apresurada de subsistencia.

Los mercados ahora son eficientes; la teoría de los años setenta que basaba sus primeras observaciones en el Capital Asset Pricing Model de la Universidad de Tulane, ahora es una realidad; los precios de las acciones y de diferentes instrumentos emitidos en mercados formales tienen en su precio de compra descontada toda actividad futura del instrumento, llámese bono, debenture o la denominación que adquiera. Esto significa que el riesgo que ha sido calificado para nuestras empresas insignia, las que enseñamos al mundo, ya llevan en su rendimiento futuro el castigo de las decisiones equivocadas del régimen, un costo sin precedente para los mexicanos en su totalidad.

La población ignora estos preceptos porque redundan en una realidad alterna, una realidad que cubre el discurso que ofende la lógica y la razón, porque pone por encima metas de un nacionalismo redentor equivocado. La equivocada percepción del abasto interno se convierte en un pantano todavía mayor al de Dos Bocas, siendo este un solo proyecto perdedor, pero la verdadera visión perdedora radica en el engaño de las cifras que nunca afloran en el discurso protector de la inteligencia menospreciada del pueblo, al que tanto se alude y al que es preciso darle pensamiento doctrinal en retazos, para que lo digiera la herencia cautiva.

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