Entre la ligereza y la contundencia

Dos foros, dos audiencias, un ayer que divide un año nada más. El tiempo proscrito que vio nacer un gobierno con reto cifrado mucho antes...

2 de diciembre, 2019

Dos foros, dos audiencias, un ayer que divide un año nada más. El tiempo proscrito que vio nacer un gobierno con reto cifrado mucho antes de llegar. En una plaza el pronunciamiento, en las calles aledañas el reclamo; en la primera una voz, en las segundas todas las que quisieron ser escuchadas. El juicio ligero detenido en aparente circunspección y el contundente en marcha. Podría agregarse lo estático de uno y el dinamismo de otro, como alegoría de una ciudadanía plasmada en la razón para contestar la sinrazón que se vive.

Los pasos de un festejo que alejan la unidad y la concordia, que anegan la tarea y la senda institucional para instalar el capricho y la denostación, para anexar una colectividad que responde a la dádiva, que responde al aliento de la protección ignota de origen. Dos visiones encontradas de país, dos rumbos de la concepción del trabajo y el denuedo, dos formas de enfrentar futuro, uno cautivo, el de la plaza de la Constitución y el de las calles, libre.

Pendientes se les llama a las tareas prometidas y no cumplidas, eufemismo conveniente para desviar el señalamiento de incompetencia, para desviar el descuido de niños con necesidad de medicamentos, para desviar las tareas educativas entregadas al vandalismo, para desviar la ola de crímenes en todo el territorio nacional, para desviar y desviar sin miramiento. El balance de pendientes es enorme y la devoción por calmarlas, por atenderlas, no existe.

Y a todo esto, la economía, el tema de los recursos no creados, suprimidos, alterados y desviados en concepciones equivocadas que la transición en turno, la tercera, quiere llamar proyectos. De ese pendiente que ya trastorna la vida nacional se cuelgan méritos incomprobables sin censo, sin padrón y sin regulaciones para destacar empleos inexistentes en jóvenes becarios que no suman en el agregado de valor de la nación. El presidente destaca como logro el que una cantidad importante de hogares mexicanos reciben apoyo gubernamental, desviando otra vez la fase de oportunidades que debieron crearse con políticas públicas incluyentes.

La exclusión de la participación en las decisiones de Estado, como debe concebirse una democracia, está retrasando a la nación y el primer síntoma es el nulo crecimiento. Sustentar la base social como premisa ascendente, esto es, pretender que el ingreso enmarcado en dádiva nutra el mercado interno y satisfaga el equilibrio que debió crearse en la oferta, es una falacia. Los mercados internos se nutren de oportunidades que crea el empleo, siendo este uno solo de los componentes de la cadena productiva.

La tercera transición, que encabeza el presidente López Obrador carece de un modelo de economía al conservar el gasto público como pivote y enlace de programas asistenciales, que lo único que logran es el freno de inversión pública, utilizando metas intermedias como el control del déficit primario y el fiscal para evitar el enunciado de deuda, pero no es así y la realidad demuestra un proceso de endeudamiento provocado por asunciones de deuda que no tenía el gobierno, como Texcoco, sin mencionar el gravamen del exterior por calificadoras de riesgo nuevo, el provocado, otra vez, por esta transición.

Construir un modelo económico con un error de inicio deja de lado toda prerrogativa de buen juicio en el ejercicio diario del quehacer económico. La referencia a la cancelación del aeropuerto de Texcoco se conformará en la huella irreparable de la salud de las finanzas públicas en el futuro. Reponer ese error no solamente llevará lo que resta de esta transición, será un capítulo sumado a la intolerancia y la obsecuente réplica de toda lógica gubernamental. Difícil explicar al mundo una cancelación de este tamaño y trascendencia; difícil más aún, caminar en paralelo con esta transición desde la óptica del empresariado mexicano. Las señales que envía esta aberrante obstinación nunca habían sido contempladas en nuestro medio y en nuestra etapa democrática.

El pasado envuelve un velo de añoranza a pesar de los abusos y desmanes desde el poder. No obstante, la estabilidad de otros años se convierte en muestra clara de tolerancia y de inclusión. Toda forma de gobierno es perfectible, las democracias se robustecen precisamente de esa revisión constante, pero la supresión y el totalitarismo anulan la representación de la sociedad. Las formas de esta tercera transición han sido por demás abruptas y excluyentes. El reclamo de la sociedad no es casual como tampoco lo es que surja en toda la nación como alerta y demanda de las primicias más elementales de convivencia.

Todo ciclo económico tiene visos de renovación, por ello se le denomina ciclo, como lo es el operativo de las empresas; la renovación del capital se transforma en expansión de planta y equipo, en la producción de utilidades y reinversión. En la dimensión de la administración pública el ciclo se renueva con presupuesto de infraestructura, facilidades y promoción del capital. Una vez inmerso el ciclo del gasto en inversión pública, la reacción del capital se convierte en coadyuvante del ciclo productivo y la economía crece.

La suma de bienes y servicios se llama producto y constituye la riqueza de una nación. Si el producto estimula la función de equilibrio entre el ahorro y la inversión, la economía prospera y las oportunidades para la población se desprenderán del empleo generado por los agentes económicos. El gobierno no puede ni debe asumir esta responsabilidad, el gobierno crea oportunidades de inversión, empleo nunca, exceptuando las funciones propias del servicio público.

El modelo adoptado de esta transición seguirá castigando la expansión económica, simplemente porque surgió de premisas falsas: la corrupción supuestamente se cuantificó en 500,000 millones de pesos y se añadió a suposiciones presupuestales. Transcurrió un año y la extinción de este fenómeno de corrupción, anunciado, debería sumar en el agregado del circulante. Desde luego no ha sucedido, como tampoco tendrán efecto los recortes presupuestales que se hicieron sin la medición del resultado que afecta la vida nacional, cimentados en un término que no concuerda con política económica, recorte, confundido con ahorro.

Ligereza de pronunciamiento y distancia en la contundencia de las cifras, desde luego existe. El gobierno actual no lo ve, gran parte de la sociedad lo tiene claro.

 

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