El cuidado de las formas

El planteamiento de invertir 17,000 millones de dólares por la iniciativa privada deja claro el espectro de visión de futuro para una nación en estanco...

30 de septiembre, 2019

El planteamiento de invertir 17,000 millones de dólares por la iniciativa privada deja claro el espectro de visión de futuro para una nación en estanco en su función productiva. Infraestructura, vocablo que reúne todas las fórmulas del progreso cifrado en la inversión. Así será el planteamiento para 2020. Solamente de esa manera se reactiva la economía mexicana. Así deberá absorber el planteamiento la transición en turno.

En el anuncio se interpone una marcha, que revive un episodio trágico de la vida nacional: Ayotzinapa. Se produce un saqueo de bienes y activos de comercios y daños patrimoniales. La autoridad no aplica la ley y la ciudadanía queda a merced de vándalos. La no represión la festina el gobierno local y el federal. Y viene la interpretación desde la tribuna del presidente a confundir los hechos y a difundir un mensaje que trasciende nuestras fronteras. La invasión anárquica de las calles de la ciudad no es un movimiento doctrinal; no es el anarquismo de Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano que combatía la tiranía y la dictadura. No puede ni debe confundirse un sueño libertador con una invasión callejera.

El vandalismo vivido es guiado, ordenado desde algún rincón que, apuesta a la desestabilización, que apuesta a la anarquía como telón del caos y síntoma de la confusión. La adjetivación del presidente siembra un mensaje que añade a la desconfianza ya existente en el ambiente de la inversión y de la invitación al capital. Las fuerzas conservadoras han existido siempre y en todas las naciones; son equilibrio de mesura y contrapeso al poder absoluto y totalitario. No son doctrina que encierra ostracismo ni regresión, es simple nacionalismo protector de cultura, de valores, de historia y de acervo. Conservar es por definición preservar, custodiar. El derivado que interpreta el presidente en conservadurismo es en cierta forma medida extrema, medida lacerante de provecho y abuso de una simple forma de contemplar la arbitrariedad y señalarla. Conservadurismo puede existir como término, en un léxico denostador, pero jamás sería interpretativo como instigador de una revuelta vandálica.

La sociedad, interpretada de muchas maneras, desde cuerpos civiles hasta organizaciones formales que unen pensamiento y directrices consideradas provechosas para todas las comunidades del país, simplemente señalan y en ese señalamiento esperan respuesta congruente. Cuando no la reciben, reclaman por las vías de la civilidad y la legalidad. Eso es todo, es quehacer ciudadano. Así se demanda la restitución de un despojo de un activo nacional, el aeropuerto de Texcoco, así se reclama la cancelación de proyectos inútiles como Dos Bocas y el Tren Maya. Así se demandan protecciones alejadas de recipientes y beneficiarios de programas probados en su cobertura y eficiencia. Así se demandan innumerables proyectos y programas interrumpidos para sustituirlos por dádiva directa y clientelar.

La demanda de orden, como restitución de garantías ya existentes en nuestro medio, como preservación del patrimonio constitucional que ampara la vida de todos, no obedece a ninguna doctrina, no obedece a dictados de historia pasada como tampoco a imposiciones de orden material; la simple conveniencia de las economías de mercado muestra bondades de todo tipo para la vida de las naciones progresistas. El ritmo gubernamental que exige la sociedad es de mero acompañamiento y acomodo de los bienes nacionales para siempre acompasar y conjugar la inversión pública y la privada. No hay nada liberal ni conservador en esta fórmula. El diseño de la libre competencia y el imperativo de la especialización ya cubren toda expectativa de participación en un comercio abierto y fronteras con libertad.

El desprendimiento que enarbola esta transición de todo acto de gobierno anterior carece de validez en el sentido de borrar una huella que pudo tener fallas, que pudo tener anomalías y abusos sin precedente; de esa postura a la corrección nadie pondría en tela de duda un cambio de rumbo. Eso se espera de una administración renovadora, pero la continuidad es inevitable en la vida institucional de las naciones. Esta transición ignora que es solamente un paso del que restan cinco años para complementar vida de nación a una economía que se sitúa en las primeras quince del mundo. Esa debe ser la mira.

El primer año de esta tercera transición se irá en la experimentación del ahorro como función toral en la retención de programas y recortes sin miramiento. El resultado ya está a la vista: detuvo toda la función económica y el nulo crecimiento del producto ya sanciona horizontes de crédito, de ampliación de infraestructura y lastima los principales propulsores de la economía en la construcción y en la producción manufacturera. El empleo es el principal perdedor y por ende el consumo interno ya sufre las consecuencias del estanco.

La contracción económica es real, el aislamiento del presidente en foros internacionales también lo es; el aparente descuido o desdén por las citas internacionales tal vez presienta el señalamiento desde la óptica del exterior en el error histórico de inicio, error que marcará esta transición para la perpetuidad en la cancelación de la obra más importante del continente: el aeropuerto de Texcoco. Así seguiremos en ese tema, hasta que el poder judicial imponga la restitución de la razón que nos asiste y deseche la imposición de Santa Lucía.

La invitación al capital u oferta del capital no se recibe con mensajes de calificativos inapropiados, con menosprecio de las manifestaciones a las que son ajenas tanto la sociedad como el gobierno en turno; la búsqueda se daría en trayectorias pasadas, vividas en un ambiente de resurgimiento de fuerzas alguna vez dominadas o anuladas por gobiernos anteriores. Corresponde a la inteligencia de los gobiernos combatir sus orígenes, su expansión y su contención. Los calificativos sientan confusión y el mundo no descuida un segundo los pronunciamientos de líderes de naciones que cuentan, como México. Si el capital se encuentra en la puerta de nuestro progreso y de nuestro crecimiento, es preciso cuidar las formas.

 

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