El amanecer económico no deseado

Hoy amanecemos con dos despertares diferentes, dos encuentros irreconciliables: la decepción y la obstinación. La decepción que interrumpe el trabajo, el esfuerzo de la libertad...

20 de abril, 2020

Hoy amanecemos con dos despertares diferentes, dos encuentros irreconciliables: la decepción y la obstinación. La decepción que interrumpe el trabajo, el esfuerzo de la libertad enmarcada en la actividad cotidiana del sustento, en la devoción de entrega a la familia, eje impertérrito de protección y concesión a la historia y origen de lo más sagrado y apartado de las imposiciones que pudieran derivar de una doctrina o un precepto. No es la supervivencia de los siglos de formación de nuestra estirpe, es la conquista de ese paso generacional de la responsabilidad compartida y entendida por los gobiernos que nos han precedido y legado en principios de convivencia, en legado de entendimiento.

El otro despertar es el del gobierno en turno, una transición sin legado, sin precepto y sin orden constitucional; un camino cifrado en la derrota de origen y en una continuidad basada en la obstinación. La ruta sin proyecto ahora destila presagios conceptuados de origen ante un veredicto implacable, que el mundo sanciona en un marco de civilidad y de no intervención porque simplemente no lo necesita; la contundencia es clara y la derrota anunciada ya es proclama dentro y fuera del país: la tercera transición de nuestro proceso democrático es un fracaso.

La derrota en la negociación petrolera de días pasados y la indolencia mostrada por la titular de Energía debería mostrarse como un símbolo de estulticia y arrogancia de personas carentes de experiencia y de preparación. No es casual la ausencia de México en foros internacionales, no es carente el desdén ante las esferas de hombres con formación de Estado y con visión muy apartada de la mira de un gobernante que contempla hechos pasados como un rédito al antagonismo y a la sepulta redención de una imaginaria histórica. La dimensión de la historia en alguien que se precia de su conocimiento, pregonaría su asimilación y asimismo su diversión.

El haber de hoy es la impotencia al contemplar pérdida tras pérdida, todas significadas en la obstinación y en la cortedad de visión de Estado. El haber de hoy es un horizonte plasmado de dictados, plasmado de rencores y plasmado de imposiciones. Por fortuna siempre existe el equilibrio del debe, de la contraparte que otras naciones no detectaron a tiempo. Todas esas naciones se hundieron en su espera y en su inacción. En economía le llamamos Costo de Oportunidad, costo que brinda la siguiente mejor alternativa.

En México ya existe, a 17 meses del fracaso de esta transición, pasmada ante su intemperancia y su falta de reacción, vienen los gobernadores de los estados, las organizaciones civiles, los organismos que representan células latentes en la sociedad y lo más importante, los empresarios, no los consorcios, los emprendedores que ejemplifican  la vida económica del país, la verdadera, la de la subsistencia diaria, la que coordina y sustenta la cadena productiva y la que sustenta lo que esta transición ignora: el empleo, a manifestar su presencia.

Los oidores de esta transición no existen, pero uno cuenta, es el presidente, el ser más aislado de la tierra, el ser que no asume lo que ocurre, el que no da cuenta de lo que inicia, por la simple razón de que nada culmina. Un solitario con una cauda de la que todos se apartan; los que no se apartan se hacen invisibles. Los que se quedan ya saben que el mañana no existe. Unos cuantos pretenden ese afán como utilitario ante una apuesta de permanencia y los más confundidos, de lealtad. 

En la obsecuencia tardía de esta transición, y en la asimilación de los yerros que el mundo señala y el presidente desmiente, hoy tenemos un problema que jamás soñamos acumular, una pérdida en calificación próxima al desastre económico del país. La simple admisión de costos nos hubiera evitado esta circunscripción; no existe superación de costo de extracción de crudo ante un precio por barril que todos sabemos se encuentra a expensas de un mercado con jugadores de altos vuelos en materia de extracción. La cortesía que se brindó a nuestro país, para sentarse con los grandes, cortesía debe leerse, rompió todos los protocolos insertos desde 1974, año de creación de la original OPEC, respetando nuestra acepción idiomática. 

Lo anterior no representaba mayor controversia ante Arabia Saudita y Rusia, toda vez que nuestra producción de crudo representa una mínima parte de su producción: Arabia Saudita diez millones contra un millón seiscientos mil nuestros. El juego de las soberanías, que naturalmente esta transición no conoce y en ellas empeña una obstinación como estulto remate a una negociación que no lo era, resultó en una simple reducción de precio de los árabes insultados por nuestra Secretaria de Energía y una pérdida del mercado asiático que ya teníamos.

Este amanecer no se antoja, porque en esta mañana ya sabemos que las inclinaciones a rebatir a calificadoras que no se esconden en las trincheras ideológicas que imagina el presidente, serán las mismas con las mismas respuestas, las que en este momento no se justifican y que naturalmente serán las que seguirán hundiendo la economía del país: los tres proyectos que el mundo rechaza, los que la razón rechaza, los que la recuperación y los plazos rechazan y los que la sociedad en algún momento cancelará y revertirá. De eso no existe duda, la marcha atrás a estas arbitrariedades se dará, es cuestión de tiempo. 

México no merece despertar de esta manera…México no merece amanecer perdiendo.

 

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