Los tiempos dictan cautela; enfrentamos visos de incertidumbre en áreas de disponibilidad de recursos que limitan la exposición del capital. Precisamos dividir la expectativa desde diversos puntos de vista: Iniciamos con el que más inquieta, el gubernamental, del gasto público presupuestado y la creación de infraestructura y la concepción de reparto. El primero obtiene retorno, el segundo obtiene horizonte ilimitado en el tiempo y en el abasto. La función programática del gasto corriente diluye el concepto de base cero por la función acumulada sobre todo en renglones como el servicio de la deuda y otras acepciones fijas, irrenunciables todas. En México, como en otros rincones del planeta enfrentamos una cultura nueva de acomodo del poder público y un reacondicionamiento del gasto y su destino. La cancelación de obra pública, la instalación de idea de infraestructura por convocatoria efectúa un giro inesperado en el programa del gasto y la concepción de inversión. La sujeción a variables domésticas alejan un tanto la calificación de un mundo que unifica criterios en la transferencia de recursos por un lado y por otro sanciona cualquier desviación de esa visión paralela de unir tasas y referencias. En esa tesitura es difícil la función programática. El impulso del ahorro cubre una película endeble de protección a un sistema operativo de gasto soporte de instituciones al servicio del Estado. En apariencia se nutre del dispendio de otras épocas el ahorro sustancial para programas de asistencia por encima de la infraestructura de inversión pública. El riesgo que existe en este modelo asistencial y popular es el desplazamiento o aplazamiento de obra que acelera la invitación del capital tanto interno como externo. El efecto puede desacelerar la gran economía y reducir márgenes de captación de inversión o bien aumentar los parámetros de participación del exterior en cargas más demandantes de retorno. Es en lenguaje claro y expresado en términos financieros, un costo del capital por encima del promedio histórico por el simple denominador de la inversión desde cualquier punto de vista, y por sobre todo el plano de las finanzas, predomina un elemento clave, sustento irredento de la inversión, llamado confianza.
El juego de los números es una especialización y el juego de la interpretación económica no admite fórmulas simples de retención de conceptos de gasto, de ese nutriente que conforma la marcha de la eficiencia del Estado, en donde se conjuga todo lo que un Estado posee, en su fuerza institucional y en su fuerza humana. Desprender ese complejo tejido o desarticularlo desafía un ciclo que tal vez se convierta en referente de incompetencia en la aportación de valores agregados naturales de la economía y en reclamo de mayorías ligadas al derivado del sustento generacional. Interrumpir ciclos económicos incurre en costos que pueden iniciar fases de ineficiencia hasta descomposición social, todas cargas a un erario promovido en la inexperiencia con prácticas no probadas en la función pública. En apariencia el juego presupuestal puede cubrir la expectativa de un gobierno que sienta sus bases de operación en plazos relativamente cortos cuando la expectativa de un orbe globalizado en esencia y en forma, cubre décadas de permanencia.
El pensamiento económico no necesariamente está confrontado con la admisión de programas de orden social, con situaciones de colectividades que han vivido en el desamparo y la protección parcial del capital. Si ha existido la concepción de afán devorador de la inversión, ha sido en estricto apego a órdenes de especialización y competencia, y en estricto apego a regulaciones de los países que han decidido ampliar sus horizontes de participación, de productos y servicios, de labor especializada y de márgenes de superación de su planta laboral y productiva. Si el juicio de participación global subsiste, subsisten las transferencias de valores y la difusión de las ideas y de igualdad. Nada por encima de nadie parece normar la regla del comercio y la apertura de fronteras, ningún predominio si las reglas son claras. Enclaustrar un pensamiento nacionalista para protección de valores considerados propios y seculares, nada tiene que ver con el llamado de la pluralidad en materia de satisfactores. El recogimiento e introspección de una identidad no tiene que resultar en un desafío a la norma y prerrogativa de pertenencia si el mundo decidió ser global y participativo en la paz.
La captura del ahorro es intención malsana de la captura de las decisiones que corresponden a toda una colectividad. Es captura irrestricta de poder, es manipulación y restricción de actuación de la correspondencia del gasto. Es decisión unilateral de empleo y destino de recursos. Es fórmula anquilosada de épocas de dictado y regulación de una economía coartada en sus libertades. El síntoma de ahorrar no justifica la necesidad cuando se tiene una economía que crece, cuando la invitación al capital del exterior no requiere renovarse, cuando las variables internas contemplan salud financiera e institucional.
La mira del exterior puede gustar o no, puede desafiarse su juicio, puede contestarse, pero no puede ser ignorada en el juego de las reglas cambiantes y participativas de las naciones. El exterior simplemente manifiesta criterios unificados. El exterior no impone, facilita, amplia órdenes de participación y actúa con márgenes de justicia. México tiene empeñado futuro ligado a ese mundo global en el que ha caminado por la senda de la actitud participativa y la confianza. México también está inmerso en esa disposición del criterio político por encima del económico en franco desafío a la norma que ya no es del exterior, es interna y muy adentrada en nuestra estructura de operación económica y estructural. El mundo como lo conocemos de tiempo atrás, mundo nuestro en lo dinámico y conceptual, está atento a una programación de ahorro y gasto fuera de la ortodoxia económica que han seguido actores y agentes económicos con trayectoria probada de éxito en el mundo entero. Estamos en espera de decisión ejecutiva y nos espera función participativa en la consulta popular.
México exige cuentas
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