Economía: La Tercera Transición, Empeñada en Perder

Centralizar las decisiones de Pemex en una dirección general depositada en manos inexpertas, crear un programa de corto plazo que confunde las metas del sector...

18 de febrero, 2019

Centralizar las decisiones de Pemex en una dirección general depositada en manos inexpertas, crear un programa de corto plazo que confunde las metas del sector en cuanto a refinación, exploración y abasto interno en una función programática cuestionada por expertos nacionales e internacionales, no solamente desafía preceptos de finanzas, reta el camino de la vigilancia de calificadoras que rigen destinos de inversión y financiamiento para el país. No es juego menor desafiar prerrogativas en la concepción nacionalista de abastecer lo interno con productos terminados que en nada inciden con la marcha de la economía, como ha quedado demostrado en el mundo moderno y en las economías globales, ejemplo singular, la actividad agropecuaria, y todas las incorporadas al sentido común de pertenencia al círculo de ganadores, círculo al que la nueva transición, que se juzga como transformadora, no quiere pertenecer. La administración de dictado matutino, que anula las funciones de gabinete y las remite a encargos de despacho, prefiere las economías de perdedores para asociar sus metas cortas en lo económico y en visión de futuro, para ligar esperanzas vanas de dispendio y educación limitada y coaccionada por liderazgos de voto conferido en campaña, para derrotar de una vez por todas, la educación de calidad. Esa es la mira, la realidad de esta anulada transformación de inicio, en la que por fortuna no han caminado ninguna de las sendas de modificación a la Constitución. Así vamos, del brazo de una necedad que no interrumpe pagos mensuales millonarios de un avión que no hace nada por nadie, de un aeropuerto que no cesa en su obra, para anunciar al mundo entero que en un futuro recibirá vuelos internacionales, que las líneas aéreas y el mundo en su totalidad esperan, todos conscientes de que Santa Lucía nunca será escenario de vuelos comerciales. Se une el Tren Maya en su estrepitosa anulación de inicio de obra, junto con la Refinería de Dos Bocas, que no vería operación sana antes de que se vaya esta transición. Esta administración huye de los proyectos rentables porque le produce escozor abrir una puerta al capital privado del que ya dependemos en la creación del producto. Una diferencia es la contemplación desde la perspectiva del poder público, y otra la realidad económica del sostén de la inversión y del desarrollo de la nación, y el papel del control de lo privado; la información que nutre al gobierno de esta transición a la que le restan únicamente cinco años y un tanto más, no satisface premisas de inversión y confianza. El Costo del Capital del gobierno en turno ha desperdiciado oportunidades en sus planes, presentado conclusiones y definiciones sin la consulta de expertos y la improvisación y la prisa ya cobran en nuestra propia escena. Los organismos internacionales de desarrollo y calificadoras de inversión nunca argumentan, porque no es su función desafiar ni contestar planes concebidos en lo interno de una nación, lo que hacen es alertar ante la inexperiencia y la ingenuidad expresa en la materialización de esos planes. Eso hacen y no son hipócritas, tampoco inexpertos.

Asumir el costo de un error tras otro, no es política económica justificable para dispensar un remedio de alineación de voluntades que reúne el dispendio como dádiva. La desesperación de esta transición en turno para alimentar fondos que debería sustentar el crecimiento del producto y no el ahorro, ya se convierte en preocupación tardía ante el escenario del costo crediticio;  el simple hecho de ignorar prerrogativas de inversión extranjera directa, participación activa en exploración, en energía limpia, en la maquila que tanta turbulencia acumula en nuestras fronteras ante el desatinado incremento del salario mínimo, sin consulta de consecuencias, predispone el sentido de la inversión como un factor detonante del desarrollo. La administración centra objetivos en lo interno, sin ningún fruto palpable hasta ahora. Se ignoró el foro de Davos para echar gritos en Acambay y las consecuencias de la lucha contra el tránsito ilegal de combustible no anuncia triunfos ni en el ámbito del abasto ni en la captura de delincuentes de peso, en lo que se presume daño generacional, que ahora nadie cree. La opacidad impera en todas las acciones de esta transición, desde la compra de pipas y el absurdo del abasto terrestre hasta los proyectos que simulan emergencia nacional para no licitar y transgredir todas las fórmulas de proveeduría gubernamental. Las fórmulas que imperan son las de imposición con personajes que la opinión pública detesta por sus antecedentes, y supuestos encargos desde el poder, como los gremios de trabajadores en una representación absurda como la de Napoleón Gómez, y recomendados sin mérito.  Esto no es generar confianza, estos desafíos no detienen a los adversarios en la imaginaria del presidente, adversarios que generan riqueza, no contrapeso, que generan empleos, no despidos masivos como los del gobierno en turno, que generan inversión por procesos productivos con riesgo y competencia, y no por mecanismos de ahorro que debilitan la eficiencia del Estado mexicano, que contratan y habilitan a jóvenes sin padrón y sin distingo, que promueven oportunidades de crecimiento individual y colectivo sin filas de adhesión doctrinaria. Esto se llama aportación al patrimonio de la nación, se llama como sea que se le conozca, desarrollo empresarial, libertad económica, libertad de acción, la que tienen las naciones que esta administración ignora, y de la que carecen las naciones que invita a su investidura y a las que disculpa en todos los foros que otras, prácticamente todas las naciones condenan, como condenan a Venezuela, terreno de un dictador que tiene los días contados, y que el presidente y pocos apoyan. México, no puede apostar a perder, no puede consentir en la centralización del poder, no puede someter su vida democrática a una interpretación desviada de la contribución de innumerables participantes, activos y valiosos, en ese monólogo matutino que usurpa el sentimiento de una nación.

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