Surgen ciertas dudas en el entorno del análisis económico mexicano; se somete a consideración, ¿de mercados?, un plan de negocios de Pemex, conociendo de antemano que en realidad representa la visión de un gobierno conocido como la tercera transición de nuestra democracia, aspirando a transformar, término demasiado holgado para las circunstancias que presume, pero lo relevante del caso es que esta no concordancia puede interpretarse de diversas formas:
La primera de ellas es la reestructuración de pasivos y la fase de rescate de una empresa con severos problemas de deuda acumulada. Una parte ya se ha dado y ha merecido la intervención de bancos que de una manera u otra no tienen mejor opción que renovar papel. Esta fase naturalmente no es trascendente en la vida de la empresa, simplemente se le añade el sello de soberanía de una nación que jamás ha fallado a sus compromisos de deuda. El mundo conoce esta circunstancia.
Siguiendo esta fase de reestructura, que simplemente abona a la pospuesta e incierta continuidad, recurrimos a la fuente de los recursos empleados en esta aventura de compra de tiempo. Tenemos como único antecedente el modelo sintomático del ahorro basado en recorte presupuestal para lograr dos objetivos, la disciplina fiscal y el control del déficit primario de nuestra cuenta pública. Entonces empiezan las etiquetas a aflorar en la escena que pretende no contaminar recursos presupuestados y los imprevistos que exigen las circunstancias.
El siguiente punto de partida es la contingencia; en palabras sencillas, los fondos que nunca deben tocarse para mantener la pauta de recomendaciones y lineamientos internacionales en disciplina presupuestal. Una vez tocados la tendencia es imparable; la llamada de atención a este precepto desde luego vino de fuera con más estertor que desde nuestro entorno. Se llaman calificadoras y sancionan. Desde su primera mención, el torbellino ha sacudido planes una y otra vez, han surgido presentaciones fallidas en plazas del exterior y más planes hasta convertirse en un documento que no sabemos como interpretarlo, el término negocios no concluye en estos en forma convincente.
La terminología y la costumbre lo llama y se conoce como plan de negocios; en teoría debería ser una guía para que Pemex haga negocios, pero tal vez y por esta ocasión sea un llamado al rescate de la verdadera intención de la empresa, que da a conocer de más, para que le ayuden a impulsar lo que sabe hacer y frenar lo que no sabe hacer. Explorar y extraer crudo sabe y conoce, construir refinerías no. Sería un verdadero alivio para el ciclo inversor la cancelación de Dos Bocas, pero el verdadero alivio sería para la empresa. El mensaje está dado desde el Instituto Mexicano del Petróleo y recientemente sembrado, se insiste, en el plan de negocios de la petrolera. Si alguien debiera recibir ese mensaje es su impulsor, el único en el escenario, el presidente.
De ese punto vendría la segunda consideración de nuestro análisis, la consideración de expertos y más allá de esa consideración interna, el papel del mercado y todas las atribuciones del exterior, finalmente en donde radica la experiencia de nuestra petrolera y en donde radican sus ingresos. Algunos analistas han apuntado que el llamado plan de negocios lo redactó la petrolera para satisfacer objetivos y lineamientos de las calificadoras, única y exclusivamente. Si esto es cierto, tal vez el clamor de rescate más allá de la guía financiera, también puede resultar cierto.
Podemos entender esta tesitura si nos ponemos en el asiento del Consejo Consultivo de Pemex. Trabajar en los destinos de los últimos años, con mercados probados, con proyectos sustentados en capital sin riesgo, con farmouts que resuelven circunstancias que no tenemos, con tecnología de empresas del exterior con verdadera experiencia y con un flujo de efectivo con mayor certidumbre en su ocurrencia, contra la incertidumbre en el añadido de una séptima refinería que no necesitamos, bueno, podemos entender un clamor de auxilio urgente en ese rescate de divergencia de opiniones que cubre la cara de la necedad y la incongruencia, buscando el dictado de la sensatez que proviene del mundo entero.
Pemex seguramente entiende que el dictado de fuera más que el de dentro de nuestra nación tiene que reunir contundencia para cerrar el camino de la especulación con ocho mil millones de dólares que nunca terminarían la refinería de Dos Bocas, nunca en tres años, nunca a tiempo de probar energía alterna. ¿Porqué si lo sabemos todos, porque leemos, estudiamos reportes de experiencias probadas, dictámenes de empresas con décadas de experiencia, reportes de las calificadoras, sopesamos los riesgos de alejar la especialidad de nuestra petrolera, porqué se insiste en aventurar al país en un riesgo tan grande?
La oportunidad viene en forma de castigo, la oportunidad brilla en la insistencia de un plan de negocios que de verdad lo sea; someter a la nación a un riesgo crediticio, situación que nunca imaginamos no produce certidumbre en la consecución de proyectos futuros y tampoco sienta confianza; ya es tiempo de que el presidente lo vea. Las sanciones ya llegaron, están costando fortunas en todos los frentes, en las cancelaciones de obra, en el servicio de la deuda, en las bajas de calificación. Ya no estamos en la etapa de prometer, ya no existe campaña, existe un gobierno transitorio empantanado en una idea sin destino, en una cimentación falsa y en una apuesta a un crecimiento que se nos escurre de las manos.
No perdamos visión en la semántica, recesión o no, la gravedad de decisiones erróneas de estos siete meses de gobierno, tiene consecuencias y la pérdida de rumbo no perdona; la implantación de un modelo absurdo de ahorro y la consecución de programas bautizados con eufemismos electoreros ya afectan la vida nacional y la rectificación no la vemos, vemos la obstinación y el abandono, vemos la insensatez por encima de la cordura de sectores productivos y vemos la incompetencia por encima del talento. Si Pemex acudió con su plan de negocios a las voces autorizadas para definir su rumbo, habría que apoyar su iniciativa. Vendrán las del poder judicial a frenar las que faltan, todas las que sea preciso corregir o desechar. Esta transición no debe retar planes de verdaderos negocios para México.
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