Si tuviéramos opciones de rescate de nuestra economía, no optaríamos por el decálogo que anuncia el presidente. La revisión de preceptos enmarcados en nuestra Constitución, derechos y libertades no necesariamente se ajustan a los requerimientos de una de las 14 economías más importantes del mundo. Tampoco la difusión de su persona contribuye al clima de recomposición de una economía amenazada de tiempo atrás; la recesión esperada llegó sin pandemia, llegó por los yerros de una política económica carente de orientación y proyecto.
Ahora podemos deducir claramente la concepción equivocada de esta tercera transición en la adopción de un rescate significado en apoyo minúsculo multiplicado en la pérdida anticipada de recursos irrecuperables. Apoyos de 25 000 pesos a pequeños negocios, apoyo que llega un mes después del cierre de innumerables establecimientos y que conjuga una verdadera incongruencia: reactivar un negocio significa adentrarse en una cadena interrumpida en el abasto y en el consumo, haciendo de la intermediación un esfuerzo inútil. Por otro lado, alentar la interacción social entorpece la recomendación de aislamiento.
El resultado ya lo conocemos: 25 000 pesos resultan insuficientes para reactivar los costos fijos de cualquier negocio, los variables irían en detrimento de la puesta en marcha y de la operación misma. El recipiente o beneficiario naturalmente lo empleará en el hogar y en necesidades apremiantes. Esto lo convierte en dádiva dada la expectativa de nula recuperación. Si el planteamiento se hubiera dado en esta circunstancia de dádiva, hubiera caído en la ya larga trayectoria de captura clientelar que tanto daño ha hecho a la estructura de la economía mexicana esta transición en turno.
La nomenclatura no cambia el rumbo y definición económica de las cosas y los quehaceres de un gobierno. La concepción adoptada por el presidente en esa semántica que confunde preceptos de orden económico, que antepone el desarrollo al crecimiento de la economía y lo nombra bienestar en la acepción de que las clases de abajo, significando a los pobres, ahora tienen más, destruye toda concepción de valor agregado en economía.
El empleo, el verdadero acervo de la nación, es completamente ignorado en el modelo de esta administración; el empleo es el verdadero motor de cualquier modelo económico. Asimismo, debe contemplarse como un componente del costo de la cadena productiva. Esto lo hace un contribuyente directo al valor que agregan las materias primas y los costos de manufactura y de producción.
El consumo derivado de un recurso que confunde ingreso con dádiva lo único que logra es la dispersión de un asentamiento temporal de un mercado basado en la demanda y no en la oferta. Esto hemos vivido en 17 meses y esto ha acentuado la confusión de mercados internos contemplados con una óptica errada en su sostén y en su estructura. La otra parte del fracaso de esta administración la lleva la nula inversión pública y la falta de elementos de certeza jurídica para la invitación al capital.
La insistencia en la capitalización de una petrolera que debería tener otros derroteros ha acentuado el gasto equívoco de un gobierno que desperdicia planes concebidos y adoptados formalmente con otras naciones y con capitalización sin riesgo para la nación. Así también, se han desviado rondas de perforación y se han desechado inclusiones y recomendaciones de energías limpias. Al parecer, las calificaciones en sentido negativo no incitan a la corrección de rumbo. El exterior no ha significado expectativa de recepción de experiencias; ha quedado demostrada la ausencia patente e intencionada en foros internacionales. El presidente se niega a ser cuestionado por especialistas en arenas distintas a sus apariciones a modo, cautivas de auditorio seleccionado siempre.
La insistencia en el retorno al pasado, como redención de valores y de prerrogativas anunciadas como un nacionalismo aparentemente sepulto en los tiempos del liberalismo, ha provocado un destino de recursos a proyectos fallidos de origen y una concentración de presupuesto en descuido del contrato social. El supuesto ahorro en la función pública que en otras circunstancias adelgazaría el tamaño del Estado, con esta nueva inclusión de recortes sin miramiento de cobertura social probada, ha debilitado la eficiencia del Estado mismo.
La autosuficiencia de los años sesenta que implantó el modelo de sustitución de importaciones y otras medidas de capitalización con amplia participación del Estado, ha quedado en la memoria económica para resaltar la importancia de esa época y nada más. La economía de mercado ha despegado la función del Estado en materia económica y lo ha convertido en un regulador de importancia. Incentivar la inversión y caminar con el riesgo del capital en infraestructura es labor gubernamental de estos tiempos. Los tratados comerciales y las economías de bloque dan el rumbo de estos días.
México ha sido un baluarte en el reconocimiento de medidas de reciprocidad en materia de inversión y de comercio. La especialización ha marcado y acentuado las ventajas comparativas para competir. Se advierte una iniciativa para retomar el rumbo de la participación activa del empresariado mexicano y sentar las bases del empleo como fórmula de despegue. Se anuncian medidas de financiamiento y apoyo a sectores menos protegidos en la empresa mediana y pequeña, Se advierte sensibilidad en el Banco de México y en los gobiernos de los estados, reacción ante el pacto fiscal que recompondría el equilibrio del gasto público y su orientación.
Robustecer mercados internos sería el primer paso, dotar de insumos a la cadena productiva sería el siguiente paso, retar las imposiciones del desvío de recursos de la federación a proyectos no rentables y reactivar los lazos con el exterior. Reconocer una crisis es la siguiente mejor alternativa para salvarla; en economía se llama costo de oportunidad y se encuentra en la iniciativa y en el talento de las fuerzas productivas.
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