A mediados del año 2006, el entonces presidente Felipe Calderón, en un arranque de sobriedad – o quizá en medio de un delirio dipsómano, a saber – anunció la creación de un estímulo para mejorar la condición del cine mexicano. Se llamaba entonces Artículo 226, y era parte de la Ley del Impuesto Sobre la Renta (ISR), el cual consistía en que las empresas interesadas podrían invertir hasta el 10% del impuesto en producción y distribución cinematográfica nacional. Aunque la medida fue recibida con gritos y sombrerazos por la comunidad, al parecer los empresarios no le vieron mucha utilidad y muy pocos se sumaron al esfuerzo. Quizá debido al hecho de que Carlos Slim, en ese momento todavía el hombre más rico del mundo, fue uno de los primeros que se fijaron en ello, muchos vieron en el hoy rebautizado EFICINE 189 una interesante herramienta de inversión. Comenzaron a producirse cintas de todo tipo, desde cine de autor hasta obras más comerciales y poco a poco el público empezó a fijarse en ello.
Han pasado más de 10 años de su creación y el día de hoy, debido al éxito que han tenido muchas producciones, es el modo más socorrido para hacer cine, al grado que en 2018 se alcanzó la cifra récord de 190 cintas facturadas, aproximadamente. Sin embargo, no todo es color de rosa en cuanto a esto. Obras tan importantes como Los insólitos peces gato, El infierno, El atentado, Museo, Roma y demás, se han visto beneficiadas por este modelo, pero también comenzaron a realizarse otros productos de muy baja calidad, como No manches Frida, No se aceptan devoluciones, Lady rancho, Lo más sencillo es complicarlo todo e incluso, Pink, considerado el peor filme de la historia. Esto porque muchos empresarios vieron en el EFICINE la posibilidad de fungir como productores y se unieron con directores que realizaran géneros que le fueran atractivos a la audiencia, con elencos conocidos y sobre todo, que pudieran facturarse con $100.00 pesos y que pudieran deducir 20 millones. El polémico youtuber Kristoff Raczynski, que en su “comunidad” se ha encargado de denostar a todo lo que él llama “basura mexicana”, protagonizó una fuerte polémica hace unas semanas al estrenar su ópera prima titulada Loco fin de semana (2019), un trabajo escrito en 2 semanas, sin tratamiento alguno, filmada en otras 2 semanas, con un elenco medianamente conocido y un presupuesto de 4 millones de pesos que salieron de su propio bolsillo. La crítica se le fue a la yugular, debido a que el trabajo es igual o peor que las cintas que suele tratar con desprecio. Aunque el también guionista de la espléndida Matando Cabos (2004, Alejandro Lozano) no lo tomó muy bien y despotricó contra sus examinadores, lo cierto es que el señor la hizo para demostrar un punto: El cine que se está manufacturando en estos días está hecho al vapor, con presupuestos inflados o manipulados, destinado al consumo inmediato y encima, recibe más espacio en las salas que las películas de autor porque al público, habituado después de más de 13 años a verlo, no le importa gastarse su quincena en él.
Es verdad que la producción subió de forma nunca antes vista, pero esto tampoco significa que ya se tenga una industria. Para que esto ocurra debería, en principio de cuentas, existir una maquinaria que permita que la elaboración de 180 basuras genere el presupuesto suficiente para realizar una cinta interesante, cosa que no está ocurriendo, ya que como dice el dicho “caca llama caca”. Y muchos directores están generando una filmografía casi tan grande y tan terrible como la que tuvo el destajista ochentero que fue Victor Manuel “Güero” Castro, cuyo currículo incluye la nada despreciable cantidad de 80 títulos, todos bastante malos.
En el mes de diciembre, en medio de la sorpresa general, se anunciaron diversos recortes presupuestales debido a la política de austeridad del actual gobierno. La cultura tuvo un descenso de mil millones de pesos, que después de diversas negociaciones fueron de menos del 8% de lo ejercido el año anterior. La industria cultural más afectada resultó la del cine, que recibió una importante pérdida, lo cual podría afectar el número de producciones que se hagan este año. Otro golpe más fue cuando la diputada Sandra Simey, en compañía del presidente de la Comisión de Cultura en la Cámara de Diputados, Sergio “la bolita que me sube y me baja” Mayer, presentaron una iniciativa para desaparecer el EFIARTES 190 y fusionarlo con el EFICINE, mismo que no sólo contaría con menos presupuesto de operación sino que debería compartirlo con otras disciplinas. El motivo, precisamente, eran los malos manejos que se detectaron entre los beneficiados a estas áreas. Tal caso no se dio, ya que recularon al llegar a un acuerdo en una mesa de trabajo con trabajadores de la cultura. Sin embargo, los despidos en diferentes áreas culturales, desaparición de apoyos a proyectos y algunos festivales, han molestado a la comunidad artística en general, quienes sufrieron el último descalabro cuando Jesusa Rodríguez, polémica como siempre pero con cierta razón, desde su curul como diputada pidió que desaparecieran las becas de la Secretaría de Cultura, antes CONACULTA, mismas que es un secreto a voces, se dan principalmente a las mismas personas o a los amigos de los amigos y que son despilfarradas por muchos de los becarios, quienes se la pasan todo el periodo entre pachangas, viajes y desmadres, y cuando deben entregar resultados, sacan de la manga un proyecto o en su defecto, lo declaran inacabado.
La gente del cine está dividida actualmente por muchas razones. Muchos están molestos porque votaron por el presidente López Obrador y se sienten defraudados porque sus medios de vida están en peligro, otros, sin embargo, ven los recortes como necesarios porque la prioridad del gobierno debe ser los pueblos indígenas y los sectores más bajos de la sociedad. Sin embargo, aunque las protestas por la desaparición de los Premios Fénix y muchos festivales, o el poco presupuesto otorgado a la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, son válidas, al ver el despilfarro y la baja calidad del grueso de la cinematografía nacional, uno se pregunta si tiene caso rescatar al cine mexicano, ¿vale la pena que se sigan financiando con dinero del estado y los impuestos cosas como Hazlo como hombre, Macho y demás?
La Cineteca Nacional es quizá la respuesta a esta pregunta. Cuando se anunciaron los recortes, muchos se preguntaron qué pasaría con el recinto encargado de la preservación cinematográfica, dedicada a proyectar la producción nacional de calidad o independiente y que no la tiene fácil cuando busca distribución. Según el director de la misma, Alejandro Pelayo, esto no le afectó porque, entre otras cosas, entre la renta de locales, ventas en dulcería y taquilla, así como el ser un organismo autónomo, le permite generar sus propios ingresos y por lo mismo, depende en menor medida del presupuesto asignado. Según reporta Pelayo en entrevista para Reporte Índigo, algo que le ayuda bastante es que la audiencia para el cine mexicano ha aumentado bastante, por lo que puede darse el lujo de tenerlo por lo menos 4 semanas en cartelera y si es necesario, más. Así como este ejemplo, Cine Tonalá, La casa del cine y otras salas independientes, demuestran que hay audiencias para la producción nacional. Algunas cinematografías, las más sanas del mundo, por lo general no dependen tanto como la mexicana de los apoyos institucionales (tenemos el EFICINE, FOPROCINE y FIDECINE). Quizá sea momento de levantar la cabeza y en lugar de exigirle a papá gobierno que no nos deje desprotegidos, habrá que empezar a trabajar por generar un cine de calidad, que permita al público divertirse y al mismo tiempo, que los amantes del séptimo arte, tengan productos que le dejen discutir y analizar a sus anchas. No es imposible, pensemos que en la llamada Época de Oro, era la iniciativa privada quien generaba las películas que se presentaban y aunque no todo lo hecho en esos días tenía la gran calidad de las que triunfaban en el mundo, el gobierno no se metía para nada. Solo falta iniciativa, compromiso y voluntad, principalmente de los inversores, que se dejen de quimeras y tranzas, solo así se podrá salvar al cine mexicano.
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