El 1 de junio, una vez que empezaron las protestas por la muerte de George Floyd en Estados Unidos, el actor mexicano Tenoch Huerta comentó en su cuenta de Twitter: “Cuando terminen de apoyar el tan necesario movimiento antirracista en Estados Unidos podemos hablar del racismo en México? ¿O ese tema seguirá siendo tabú?”. Sin “querer queriendo”, como diría esa célebre filósofa televisiva, Florinda Meza “La Chimoltrufia”, arrancó en México una discusión sobre el racismo y el clasismo que se tenía pendiente. Mucha gente salió a la calle a protestar por el abuso policiaco, gracias a la difusión del presunto asesinato del albañil Giovanni López – ocurrido en Jalisco, históricamente uno de los lugares en que es más que aceptable el oscurantismo social en el país –. Sin embargo, en redes sociales también se encendió la mecha sobre el tema, al grado que hoy es el trendic topic que más ha opacado al COVID-19. Y por mera coincidencia, el pasado mes de abril, Netflix USA liberó en su cuenta de Youtube, el documental Enmienda XIII (13TH, 2016, Ava DuVernay).
Considerado por la crítica el mejor filme documental del 2016, el trabajo de Ava DuVernay, quien dirigiera la polémica y necesaria miniserie When They See Us (de la cual ya hablamos en este espacio por acá), cuenta el origen del sistema carcelario en Estados Unidos tras la guerra civil y la abolición de la esclavitud, y cómo éste está diseñado para poder continuar con eso, debido precisamente a la organicidad del racismo en ese país.
Según DuVernay, el que los negros sean estigmatizados como delincuentes por el simple hecho de ser de color y vivir en barrios pobres, es algo que fue creado para poder alimentar el sistema de cárceles en su país, debido a que después de la prohibición de la esclavitud se necesitaba alguien que realizara los trabajos que dejaron de hacer con la liberación. Con el avance de los tiempos, debido a las protestas por los derechos de los afroamericanos y a que las cárceles estaban tan llenas que era casi imposible costearlas, se privatizaron, volviéndose una parte fundamental de la economía del país. Así que para poder tenerlas funcionando, se debe cumplir con una especie de cuota de arrestos, por lo que es casi institucional la violencia por parte de la policía hacia los sectores menos privilegiados. Las estadísticas que se presentan en el filme son abrumadoras, contando, por ejemplo, que casi el 70% de sus presos son de raza negra, seguidos por los latinos y después por blancos (“rednecks” y “whitetrash”) y otras etnias.
El trabajo es muy emotivo, es cierto, pero en todo momento trata de ser objetivo. Si algo caracteriza el grueso de las obras dirigidas por la directora, es el que disecciona la sociedad norteamericana de tal manera que hace percatarse de que nada es casual, y que si los grupos conservadores y liberales de la época aceptaron la abolición de la esclavitud, también es cierto que esto solo se llevó a cabo de forma superficial, en el fondo, lo que se buscaba era engañar con una falsa idea de igualdad que en la práctica no ha existido. Un ejemplo es la enmienda XIII de la Constitución de los Estados Unidos, que dice textualmente que “Ni en los Estados Unidos ni en ningún lugar sujeto a su jurisdicción habrá esclavitud ni trabajo forzado, excepto como castigo de un delito del que el responsable haya quedado debidamente convicto”. En pocas palabras, los afroamericanos ya no son esclavos, pero si son acusados de un crimen pierden sus derechos y deben trabajar gratis y a fuerza en la prisión, de ahí que se necesite rellenar las cárceles. Al ver las imágenes que presenta la realizadora (de varios individuos que son arrestados con exceso de violencia), uno comprende el por qué el encierro por la cuarentena, la crisis económica y las pendejadas que dice el Presidente Trump, hicieron estallar no solo a los norteamericanos sino al mundo entero. Pero principalmente en México, en donde históricamente hemos vivido excesos de los policías, racismo y discriminación desde la colonia.
Sí, la rodilla en el cuello de los arrestados es una práctica común de la policía en EEUU. Y sí, los negros están hasta la madre de que los tengan con la rodilla en el cuello. Igual que los mexicanos.
Regresando al twitt subido por Tenoch – el cual se sumó a los que se difundieron en cuentas como @LosWhitexicans, que se dedican a difundir mensajes y comentarios racistas y clasistas voluntarios e involuntarios –, éste comenzó un debate, primero entre estrellitas que se sintieron ofendidos, como Luis Gatica y un tal Mauricio Martínez, quien presumiblemente es un actor mexicano que trabaja en Broadway, para después volverse una verdadera fiebre que terminó en la cancelación temporal del programa de Chumel Torres en HBO. El asunto comenzó cuando el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) anunció un foro sobre el tema y entre los invitados se encontraba el polémico opinólogo. De inmediato, comenzó la indignación porque el señor Torres se ha dedicado a denostar, burlarse y ofender a cuanta persona considere inferior, por medio de sus comentarios “cómicos”. Con sus palabras ha insultado a indígenas, personas de barrios populares, empleadas domésticas, obreros, albañiles y a cualquiera que tenga menos dinero y más melanina en la piel que él. El evento planeado por el CONAPRED terminó cancelándose por la presión en redes, a la que se sumaron personajes diversos, como la esposa del presidente de México, Beatriz Gutiérrez Müller, cuyo hijo fue insultado en su programa por el comediante o lo que sea, pero lo lamentable fue que la Institución no les avisó de frente a los invitados (según Torres) y avisó de esto por medio de un twitt, que en esencia decía algo como “queríamos hablar del racismo con racistas y progresistas, pero ustedes no están preparados para la conversación”. El escándalo por los dichos del polémico conductor llegaron a tal grado que HBO, quien lo tenía en su programación, informó, por medio de un comunicado que llegó directamente de su sede principal en EEUU (algo que es importante señalar), que había suspendido su relación laboral y desapareció los capítulos de su emisión de la plataforma, en la misma semana que retiró Lo que el viento se llevó de la misma, para colocarle un aviso de que el filme es políticamente incorrecto para los estándares de hoy en día. Obviamente, a la fecha, Chumel se sigue quejando de que lo censuró el presidente, aunque él mismo sabe que esto se debió a que HBO USA tiene políticas muy estrictas sobre el racismo, por lo que es improbable que por presión de AMLO lo hayan sacado de circulación, aunque De Mauleón y otros están haciendo leña del árbol caído, como lo hacen cada que en las “mañaneras” un periodista pregunta un pendejada y parar peor, el presidente se las contesta.
Al mirar el documental de DuVernay y ver lo que se ha desatado en redes y en las calles, es evidente que el tema está más que vigente. La última cinta que tuve la suerte de ver en una sala de cine antes de la cuarentena fue la extraordinaria Just Mercy (2019, Destin Daniel Cretton). En ella se narra la historia real de Bryan Stevenson, un abogado de color que sacrificó la oportunidad de trabajar en uno de los mejores despachos de Norteamérica para dedicarse a defender presos que están condenados a la pena de muerte en Alabama. Entre ellos, destaca un afroamericano que es acusado injustamente del asesinato y violación de una mujer blanca. De más está decir que el sistema está diseñado para demostrar la supremacía de los blancos. Y si bien es una casualidad que ese haya sido el tema de una obra que vi antes que el coronavirus nos encerrara, también hay que reconocer que no es tan raro, a sabiendas que el tópico está a flor de piel.
Si uno piensa que eso no pasa en México, que no existe el racismo en el país y que la “pigmentocrácia” en un invento de los jodidos prietos ardidos porque no tienen un Mercedes Benz porque son unos huevones buenos para nada que se conforman con sus miserables $5000.00 pesos al mes por trabajar de 8 a 12 horas al día en un OXXO y que en realidad ellos son racistas a la inversa, que humillan a los güeritos al decirles “¿Qué va a llevar, güerito?”, como dijeron fallidamente en el CONAPRED, sería importante ver los acontecimientos que ocurren todos los días y a todas horas.
Al tiempo que se supo de George Floyd, la familia de Giovanni López dio a conocer un video que mostraba el arresto del albañil por no usar cubrebocas. A la vez que se llevaban a cabo las manifestaciones en EEUU, en las que se violentaba a los manifestantes, en las protestas espejo en CDMX, por López y Floyd, en la Representación del Gobierno del Estado de Jalisco, en Polanco, unos policías golpeaban a una jovencita que, dicen, los había provocado, causándole lesiones graves porque la chica era un palillito de menos de 1.60 y ellos unos labregones de más de 100 kilos. Mientras, Donald Trump llamaba vándalos y exigía al ejército salvaguardar la ley y el orden, Enrique “Mussolini” Alfaro, gobernador de Jalisco, disculpaba a sus policías y culpaba de los actos vandálicos que se dieron en su Estado en las protestas a un plan orquestado desde el gobierno de Claudia Sheinbaum en la Capital del país, para desestabilizar su gobierno. Y como colofón, el 15 de junio pasado, otro afroamericano, llamado Rayshard Brooks, fue asesinado por unos policías por quedarse dormido mientras esperaba en la fila de un restaurante Wendy’s, cinco días después de que en Oaxaca, los uniformados mataron “por accidente” a un chamaco de 16 años, llamado Alexander.
¿Y todavía podemos creer que en México no pasa eso? ¿Que los campesinos y gente de barrio son pobres porque quieren y además de todo son prietos y feos? El reclamo de Huerta viene desde la misma posición en la que han estado TODOS los actores que no tienen la suerte de ser “latinos internacionales” (o sea, blancos) y que incluso desde sus escuelas sus maestros les dicen “no, si por tu tipo a lo mucho te darán papeles de naco, de chofer o de chacha”. Y esto pasa porque al mismo sistema le conviene, porque los prietos, los nacos, los chunditos, los indios y los brayans, son necesarios para que hagan trabajos que “ni los negros quieren hacer” (Vicente Fox, dixit) y que además, lo hagan por poco o si se puede por nada. Igualito que con los afroamericanos en Estados Unidos. El documental de Ava DuVernay es un testimonio sobre una realidad que hasta hace poco nos parecía exótica, lejana e inconcebible, que podía ofendernos y conmovernos aunque a la salida del cine le gritáramos al pinche indio baboso que nos pedía una limosna. Irónicamente, empezamos a ver lo que está pasando afuera de nuestras casas, desde el encierro.
Un documental indispensable, actual y además de todo, muy accesible. Está disponible en Netflix, en la plataforma y en su cuenta norteamericana de Youtube con subtítulos. Les dejo el link abajo, no se la pierdan.
Festival de la canción de Eurovisión: la historia de Fire Saga y la decadencia de la comedia americana
Will Farrell es un tipo muy inteligente. Aunque no lo parezca, representa lo que queda de una tradición de...
julio 6, 2020El presidente o ¿a qué diablos huele el fútbol?
El futbol no me gusta. Y no como deporte. Debo reconocer que tiene su dificultad y como todas las...
junio 29, 202020 años de amores perros parte 2: 5 lecciones que le dejó al cine mexicano (Y que les valieron m/%#”s a los cineastas)
El 16 de junio del año 2000, un mes después de su primer visionado en el Festival Internacional de...
junio 15, 2020Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico o las cadenas invisibles
Después del incidente de George Floyd y el reinicio de las protestas raciales en Estados Unidos, fue curioso que...
junio 5, 2020