Salvo Enemigo de todos (Hell or High Water, 2016, David Mackenzie) y Manchester frente al mar (Manchester by the Sea, 2016, Kenneth Lonergan), de las que, si es posible, hablaremos después; el resto de los nominados a la mejor película del año tienen en común el que tocan temas similares: Fences (2016, Denzel Washington), ubicada en los años cincuenta, es sobre un padre de familia de raza negra que a la par se enfrenta al racismo y a tratar de sacar adelante a su familia. Talentos ocultos (Hidden Figures, 2016, Theodore Melfi) relata la historia de tres mujeres de color que deben luchar contra los prejuicios raciales y demostrar que son muy útiles, al usar su inteligencia para ayudar a que EE.UU. gane la carrera espacial a finales de los cincuenta. Es muy entretenida, de esos trabajos que pueden verse un domingo en la tarde y que no aportan nada, aunque es curioso que el director parezca obsesionado en los traseros de las protagonistas negras. Lion (2016, Garth Davis) habla acerca de un joven hindú, adoptado por una pareja de australianos, que busca a su hermano desaparecido, observando las diferencias existentes entre la India y los países del primer mundo. Y por supuesto, Luz de luna (Moonlight, 2016, Barry Jenkins) también toca el tema de la pobreza, el racismo y la discriminación por preferencias y roles sexuales.
Cuenta sobre un hombre de color, homosexual y narcotraficante, que crece en una zona pobre de Miami. Se divide en tres fases: su infancia, su adolescencia y sus años de adulto joven. En estas etapas se relacionará emocionalmente con su mejor amigo, por el que siente una atracción romántica. En realidad es una cinta que, como bien apunta Fernanda Solórzano, en su videoblog, Cineaparte, si no fuera porque tiene un protagonista negro, gay y narco, no tendría nada de novedosa, ni en la temática ni en su formato. Sin embargo, está muy bien fotografiada y actuada, salvo, curiosamente, en las presencias femeninas, que son tratadas de forma acartonada y llenas de clichés. Así que no, no es la mejor película del año.
Si algo seguramente llamó la atención de la Academia para tomarla en cuenta, tiene que ver con el que entre los filmes nominados que hablan de minorías, es la mejorcita. Las otras son cintas rutinarias, poco inspiradas y sin nada nuevo que decir. Responden más bien a un escándalo que se presentó el año pasado, ya que la actriz (o eso cree ella) Jada Pinkett Smith, empezó una campaña de boicot en redes sociales porque no se nominó a nadie de su raza (en realidad fue que no contemplaron a su esposo, Will Smith). Junto a otros actores y directores afroamericanos, entre ellos Spike Lee, presionaron tanto a la Academia que tuvieron que nombrar a una presidenta negra, Cheryl Boone Isaacs, que decidió que se integrarían más cintas este año para “celebrar la inclusión”, es decir, para poder meter películas de morenos después de las que en verdad tengan algún valor. Y no lo digo por racismo, sino porque en verdad no hay nada más lamentable que ser reconocido por tu color de piel. Es lo mismo que ocurría cuando a las mujeres de piel oscura no las dejaban entrar al baño para “blancas”. Es racismo pero a la inversa.
Ahora, Luz de luna posiblemente podría ganar el Óscar debido a que sería una manera de lavarse las manos después de los acontecimientos de la entrega anterior. También porque mucha de la crítica y el público de a pie se ha desbordado de aplausos, ha ganado muchos premios a nivel mundial y toca todos los temas que llaman la atención a la Academia: negros, minorías, racismo y pobreza. Fue lo que hizo triunfar a Quisiera ser millonario (Slumdog Millionaire, 2008, Danny Boyle) y 12 años de esclavitud (12 Years a Slave, 2013, Steve McQueen). Pero también puede que nada de esto le funcione. Los académicos no son tan progresistas y por desgracia, salvo al galardonar actores, no se les da mucho esto de premiar cintas que hablan de minorías sexuales. Por ejemplo, Filadelfia (Philadelphia, 1993, Jonathan Demme), que le dio el trofeo a Tom Hanks por interpretar a un gay y tuvo varias nominaciones, menos la de mejor cinta. En su lugar metieron la basura de El fugitivo (The Fugitive, 1993, Andrew Davis), en la que Harrison Ford se la pasa huyendo como idiota. Otro más sería Secreto en la montaña (Brokeback Mountain, 2005, Ang Lee) que perdió ante la muy menor Crash (2005, Paul Haggis, de la que muchos se burlaban, llamándole “trash”), que reflexionaba sobre el racismo. Si logra encumbrarse Luz de luna, será porque habla de minorías negras, pero es difícil, porque si ocurre, sería la primera con temática gay en obtener la victoria. Ahora sí que se las va a ver negras una Academia a la que no le gustan los homosexuales.
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