Tres son los géneros más importantes en el cine de Hollywood: el western, la comedia romántica y por supuesto, el musical. Desde la llegada del sonido al cine, las canciones y los bailes acompañaron la producción fílmica norteamericana, vía El cantante de jazz (The Jazz Singer, 1927, Alan Crosland). Para la segunda entrega del galardón de la Academia, en 1929, el premio a la mejor película se le entregó a Melodías de Broadway (The Broadway Melody, 1929, Harry Beaumont) y posteriormente, hasta los años cuarenta, había por lo menos una cinta de este género entre las nominadas. El gran Ziegfied (The Great Ziegfeld, 1936, Robert Z. Leonard), Un americano en París (ya mencionada arriba), Gigi (1958, Vincente Minnelli), Amor sin barreras (también mencionada arriba), Mi bella dama (My Fair Lady, 1964, George Cukor), La novicia rebelde (The Sound of Music, 1968, Carol Reed) y Chicago (2002, Rob Marshall), son las únicas que lo han obtenido, aunque fueron competidoras cintas tan extraordinarias como La calle 42 (42nd Street, 1933, Lloyd Bacon), Sombrero de copa (Top Hat, 1935, Mark Sandrich), El mago de Oz (The wizard of Oz, 1939, Victor Fleming, Mervyn LeRoy, George Cukor, King Vidor y Norman Taurog), Cabaret (1972, Bob Fosse) y El show debe continuar (All that jazz, 1979, también de Fosse).
La tendencia a seguir ha sido hacia filmes espectaculares y con mucha producción técnica. Son pocos los que cuentan anécdotas con contenidos sociales o melodramáticos fuertes los que han entrado a esta categoría. Obras como New York, New York (1977, Martin Scorsese) o Zoot Suit (1981, Luis Valdez) ni siquiera figuraron. Otras, como Dulce Caridad (Sweet Charity, 1966, Fosse, otra vez), Tommy (1975, Ken Rusell) o Sweeney Todd, el barbero demoníaco de la calle Fleet (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2007, Tim Burton) apenas y fueron colocadas en categorías menores. Como comentaba anteriormente, durante los años treinta, prácticamente se nominan una o hasta dos de estas producciones al año, mientras que en los tiempos posteriores va decreciendo poco a poco esta situación hasta quedar prácticamente desaparecido el género en esta categoría. En los setenta sólo se nominan tres, para los ochentas no hay absolutamente nada y en los noventas y dos miles, sólo habrá otras tres: La bella y la bestia (Beauty and the Beast, 1991, Kirk Wise y Gary Trousdale), Moulin Rouge! (2001, Baz Luhrmann) y la ya mencionada Chicago, que gana después de más de treinta años de la última vez.
Ahora bien, ¿el musical desapareció? ¿Perdió calidad? Pues no. Simplemente mutó. Cintas tan interesantes y experimentales como Dinero del cielo (Pennies from heaven, 1981, Herbert Ross), Footloose, todos a bailar (Footloose, 1984, también de Ross) o Pink Floyd – The Wall (1982, Alan Parker), muestran nuevos y muy diferentes caminos. Pero por desgracia, a pesar de lo excelentes que son, poco atraen a una Academia anquilosada y dinosáurica. El hecho de que después de casi quince años de la nominación y triunfo de Chicago regresen con una cinta visualmente tan atractiva como La La Land: Una Historia de Amor (La La Land, 2016, Damien Chazelle), es algo digno de llamar la atención.
Esto no quiere decir que no se hayan hecho cintas así en los últimos años, sino que éstas eran muy convencionales o seguían la fórmula de lo hecho por Rob Marshall en 2002. La la land juega precisamente a lo contrario. En lugar de apelar a la simple recreación de éxitos de Broadway o al experimento como en Across the Universe (2007, Julie Taymor), Chazelle se la juega con una realización nostálgica, apelando más al musical europeo, como Los paraguas de Cherburgo (Les parapluies de Cherbourg, 1964, Jacques Demy) y a clásicos de los cincuenta, que a lo que es tendencia.
Ahora, ¿por qué podría ganar? Lógicamente, por su técnica o su corrección no sería extraño, pero siendo franco, no es ni de lejos lo mejor que se hizo en el año (muchos se me van a ir a la yugular, pero Zootopia se me hizo superior). Lo que le puede dar el premio es que es muy optimista y que su banda sonora es inolvidable. También puede pasar porque ha sido la favorita en la mayoría de las premiaciones de este año. Ahora bien, esto mismo podría ser por lo que no va a llegar. En las últimas ceremonias del Óscar, las ganadoras del Premio de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, el hoy famoso Golden Globe, han sido nominadas como mejor filme, pero no obtienen este honor. Muchos opinan que esto ocurrió porque al ser la de la Academia la última ceremonia del año, se había vuelto muy predecible, así que si la tendencia sigue, alguna otra cinta le va a comer el mandado a la Opus Magnum de Chazelle.
Sea como sea, la película va a pasar a la historia como una curiosidad. En días de superhéroes, transformers y zombis, el apelar a lo más sublime, el amor en todas sus variaciones, se vuelve una pieza digna de admirar en un museo. Y La la land nació siendo una reliquia exquisita.
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