El próximo 24 de febrero será por fin la fecha en que sabremos cuál es la cinta que llegará a coronarse con el premio de la Academia. Hemos analizado las nominadas a Mejor Película por temáticas similares y ahora quedan únicamente 3 que aparentemente no tienen nada en común, La favorita (The Favourite, Yorgos Lanthimos), El vicepresidente: más allá del poder (Vice, Adam McKay) y Roma (Alfonso Cuarón).
El griego Yorgos Lanthimos crea una de las películas más hermosas visualmente que se han visto en mucho tiempo, con reminiscencias a la fotografía de Barry Lyndon (1975, Stanley Kubrick), cargada de claroscuros. La cámara es usada de formas inusuales y resalta el que se utiliza iluminación natural, tal y como lo hizo Kubrick en la obra mencionada. Es una comedia negra que cuenta una anécdota no comprobada históricamente, sobre las relaciones lésbicas entre Ana de Gran Bretaña, la última soberana británica de la Casa de los Estuardo, y una sirvienta que la seduce para quitarle el puesto de “Favorita” de la corte a su prima. El filme expone la decadencia de los poderosos y la condición de la mujer en el siglo XVI. Olivia Colman y Rachel Weisz, excelente como siempre, hacen una buena mancuerna con Emma Stone que toma el mayor riesgo de su carrera. Lo que logran es casi una obra de arte que, sin embargo, puede llegar a parecer algo aburrida si no se tiene gusto por este tipo de filmes.
Cada año, la Academia considera una o máximo dos cintas de arte entre sus elegidas que sin embargo, muy rara vez llegan a ganar, siendo quizá los únicos ejemplos Annie Hall (1977, Woody Allen), Amadeus (1984, Miloš Forman) y Birdman (The Unexpected Virtue of Ignorance) (2014, Alejandro G. Iñarritu). Grandes obras, como Phantom Thread (2017, Paul Thomas Anderson), Lost in Translation (2003, Sofia Coppola) o The Revenant (2016, González Iñárritu), no sirvieron más que para que los académicos se ufanaran de que saben de cine, aunque una y otra vez han demostrado que se dejan llevar más por sus emociones y principios personales. Es por eso que las posibilidades de que la obra de Lanthimos triunfe en la entrega son menores que las de otros trabajos similares, vamos, si la AMPAAS se ha dado el lujo de menospreciar a los más grandes autores, como David Lynch, P. T. Anderson, Robert Altman, Federico Fellini o Pier Paolo Pasolini, qué le puede esperar al pobre griego que recién empieza a generarse un nombre en los cineclubes. Quizá se pueda alegar que ha obtenido algunos premios en esta temporada y que es junto a Roma la más nominada, sin embargo, eso no garantiza nada, ya que por ejemplo, realizaciones tan sólidas y que eran favoritas como The Color Purple (1985, Steven Spielberg) o Gangs of New York (2003, Martin Scorsese), que fueron las más nominadas en sus respectivas entregas, se fueron con las manos vacías. Pero el Óscar cada vez se vuelve más impredecible y en una de esas da la sorpresa.
Uno de los mejores trabajos que están en la terna es la última cinta de Adam McKay. El vicepresidente es una biografía crítica y en forma de comedia política, sobre Dick Cheney, quien fue elegido por el Presidente George W. Bush como su Vicepresidente. La cinta lo presenta como el verdadero artífice detrás de las más polémicas decisiones que fueron tomadas por Bush y que llevaron al Partido Republicano a perder el poder a manos de Barack Obama. Mckay se ha dedicado a analizar y criticar a los artífices del poder, y aunque es apenas con la excelente The Big Short (2015) que se avienta a hacerlo en serio, ya desde su ópera prima Anchorman: The Legend of Ron Burgundy (2004) se empezaba a ver a un autor más comprometido que muchos de sus contemporáneos, al burlarse de los noticieros de forma salvaje y hay que reconocer que de forma muy divertida. Cuando presenta The Campaign (2012), sobre 2 aspirantes al congreso que son capaces de todo con tal de ganar, ya se puede vislumbrar al autor de El vicepresidente. Esta es una de las 2 mejores películas nominadas al Óscar (con perdón de Cuarón) junto a El infiltrado de KKKlan. En ella hay una muy satírica y violenta reflexión sobre el poder, los poderosos y la idiotez que permea en la política, y como los políticos son unos parásitos que se nutren del pueblo – hay un personaje que narra la historia y que al llegar al fin de la cinta, demuestra el porqué hago esa afirmación. Pocas veces han llegado a los Óscares películas tan críticas hacia el sistema, en un estilo que no por cómico deja de ser salvaje. Si llega a ganar el premio, seguramente será porque en el fondo es una muy ruda metáfora sobre lo que está pasando en estos días en Estados Unidos. Es quizá la única de las nominadas que podría oponerse al muy pronosticado triunfo de Roma.
Si El vicepresidente no llega a imponerse a la obra de Cuarón, seguramente será por razones más políticas que otra cosa. Y es que la oleada de premios a Roma y la polémica por su protagonista, tienen razones más profundas que solo su indiscutible calidad.
Empezando por el hecho de que la creación del mexicano, aunque es producida con capital mayormente norteamericano (la producen Participant Media y Netflix, junto a Esperanto Filmoj, propiedad de Cuarón pero con domicilio en E.U.), está realizada totalmente en México, con personal mexicano y en español. Por lo tanto, no debería estar ahí más que como Mejor Película en Lengua Extranjera, y si está, es porque a la Academia y todas las asociaciones que entregan premios en estas fechas, tienen una cierta fascinación por las cintas exóticas. Pensemos, por ejemplo, en Crouching Tiger, Hidden Dragon (2000), del Hongkonés Ang Lee, coproducida por E.U, Taiwan y China, hablada en Mandarín y con actores chinos, La vita è bella (1997) de italiano Roberto Benigni, que fue coproducida y filmada en su totalidad en Italia y en italiano, Slumdog Millionaire (2008) del inglés Danny Boyle, coproducción inglesa, norteamericana y francesa, filmada en India y en hindú o Il Postino (1994) del anglo-hindú Michael Radford, que fue producida y filmada también en Italia. Menciono estas porque estaban entre las favoritas de su categoría y sin embargo, solo la de Boyle lo logró. Aproximadamente, cada año hay un filme “exótico” entre los contemplados y más aun desde los años 90, en que comenzaron a ponerse de moda los derechos humanos y la inclusión, y como muestra, ahí les van unas más: 2018, Call Me by Your Name; 2017, Lion; 2012, Amour y la lista puede seguir. En resumen, sólo una de muchas lo ha logrado, lo cual da a entender que la mayoría de las veces se circunscriben para homenajear o quedar bien con ciertas minorías raciales y con posibles socios comerciales, pero a final de cuentas, no se les da porque sólo es para demostrar solidaridad. Esto puede ser la razón por la que no gane Roma.
Otra cosa importante es que Roma no representa al cine mexicano en su totalidad. El cine facturado en charrotitlán no cuenta con su calidad técnica, generalmente es realizado con presupuestos más humildes (costó $15,000,000.00 USD), además que hay 3 tendencias fílmicas a saber: Una mayoría de filmes comerciales, clasistas, dirigidos a conseguir éxito de público y de poca calidad; algunos trabajos “de nicho”, pensados para triunfar en festivales, muy personales y en su mayoría, tan herméticos que quizá hasta aburren a sus creadores. La 3ª son obras poco comunes, planeadas para tener buena recepción del público y crítica, como La 4ª compañía, Amores perros, Matando cabos, Museo, Temporada de patos, entre otras. En esta categoría se puede incluir a Roma, sin embargo, no es el grueso de la producción, sólo se hace una o dos al año y a veces ni eso. Quizá, si sigue la ola de premios que ha conseguido, es muy probable que logre ganar el Óscar, y siendo francos, será un honor que lo logre por sus valores fílmicos, pero también hay que reconocer que no va a cambiar la industria nacional por ello y nuestro cine seguirá siendo mayormente, basura pagada con dinero del Estado.
La nominación a Roma y su posible triunfo, puede ser para quedar bien con el sector latino que consume cine hollywoodense, el cual es cada vez mayor. México se ha transformado en uno de los mercados “salva fracasos” de Hollywood, junto a China, Rusia y Brasil. Además, cada vez más, los latinos avecindados en E.U., exigen mayor representación en los filmes que ven, no sólo que hablen su lengua sino que estén integrados a la comunidad sin distingos. Hasta Spider-Man: Into the Spiderverse, que está en la terna a Mejor Filme Animado, tiene un protagonista afro-latino (lo cual significa doble representación). Por lo mismo a “la meca del cine” le interesa reconciliarse con la comunidad que habla español, ya que ha sido vapuleada por Donald Trump con sus constantes ataques, amenazas del muro y demás, que ha generado odio en cierta parte de la población del país. Y a Hollywood no le interesa demasiado la cuestión de la inclusión como presume o por lo menos no más que el perder a gran parte de su público cautivo.
De cualquier manera, gane o no la obra del “Charolastra” mayor, hay que reconocer que logró hacer muchísimo ruido. Y eso ya de antemano, es bastante ganancia.
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