Planet of the Humans: Michael Moore y las mentiras de la ecoenergía

"El capitalismo verde solo consiste en hacer negocios arreglando lo que primero es devastado. Por eso para él es necesaria la destrucción de los ecosistemas...

22 de mayo, 2020

“El capitalismo verde solo consiste en hacer negocios arreglando lo que primero es devastado. Por eso para él es necesaria la destrucción de los ecosistemas y la desposesión de las comunidades. El capitalismo verde es la mejor expresión del ‘cuanto peor mejor'” – Antonio Aretxabala

Haciendo la compra de la semana, al momento de buscar el pan para los sándwiches, de pronto encuentras una opción de pan sin conservadores, sin azúcar y sin gluten. Nada raro, hay muchas opciones similares en las tiendas de conveniencia, pero de pronto, caes en cuenta que tiene el sello de Bimbo. Todo parece ir bien, la empresa desde hace años se presume como “socialmente responsable”, así que lees los ingredientes y entre ellos, hay… azúcar. Esa es la sensación que se tiene al ver el documental Planet of the Humans (2020, Jeff Gibbs).

Aunque se tenía previsto su estreno en salas para celebrar el Día de la tierra, por desgracia, debido a la pandemia que estamos viviendo, su productor, Michael Moore, decidió subirlo gratuitamente a Youtube y desde su salida ha causado mucha polémica y también muchísimos detractores. El documental analiza, desde la perspectiva de su director, quien fue mucho tiempo colaborador de Moore, su desencuentro con las energías renovables y el activismo verde, debido a que hay demasiados mitos y mentiras alrededor de esto. Según la teoría que sostiene el director, las fuentes de producción energética alternativas no son suficientemente efectivas para poder eliminar la utilización de combustibles fósiles y llegan a contaminar tanto como estas. Además, lo más grave, es que detrás de las ONG’s dedicadas a luchar contra la contaminación y la emisión de gases invernadero, están las grandes corporaciones que son las mismas que han contribuido al calentamiento global.

El filme es tan explosivo y manipulador (no de forma negativa, aclaro) como los otros que llevan la firma de Michael Moore, e igual que estos, busca generar el debate sobre el poder corruptor del neoliberalismo y el capitalismo salvaje, y cómo la sociedad, los más pobres y en este caso la naturaleza, salen perdiendo. Sin embargo, al ser una obra firmada por otro autor, su visión es más descarnada que la de Moore e incluso, menos sutil, lo cual ya es demasiado. En este caso, el cáustico sentido del humor del director de Roger & Me (1989), Bowling for Columbine (2002) y Fahrenheit 9/11 (2004) está totalmente ausente y el resultado en pantalla es desolador. Aquí no se deja títere con cabeza y se dispara directamente a las sienes de ambientalistas y organizaciones emblemáticas como Michael Bloomberg, Al Gore, Michael Brune, Bill McKibben, The Sierra Club, 350.org y por supuesto, destroza la fiesta del Día de la tierra, por haberse convertido en un evento comercial más. 

Lo que Jeff Gibbs trata de demostrar es que detrás de la fiebre actual por mejorar el planeta se encuentran intereses más oscuros y que los mismos que promueven la utilización de “energías limpias” son los grandes corporativos que han dañado al mundo inmisericordemente desde la Revolución Industrial. Y aunque decide no dar ninguna alternativa, al finalizar la cinta deja una sensación de que todo este tiempo hemos sido manipulados para que creamos que “las pequeñas acciones causan grandes cambios”, como reza la publicidad de CONDUSEF. Y si bien no dice nada nuevo ni original – nada más en Youtube hay dos documentos sobre las medias verdades de las energías verdes, El falso mito de las energías limpias en Latinoamérica (2019, Claudia Rámos Guillén y Aldo Santiago) y Fairytales of Growth (2020, Pierre Smith Khanna) – , e incluso Hollywood había puesto el dedo en la llaga de la intromisión de las grandes corporaciones en los movimientos sociales en Promised Land (2012, Gus Van Sant), lo que logran Gibbs y Moore es precisamente lo que otros no han podido: Generar indignación tanto en sus detractores como en sus defensores. Nada más hay que ver la oleada de comentarios tanto a favor y en contra, que se pueden hallar en una googleada, aunque lo más curioso es que la mayoría de los análisis negativos están en inglés o son de sitios norteamericanos, así que podemos hacer un acto de “sospechosismo” para saber de qué lado masca la iguana.

Yo no sé mucho de ecología y energías renovables, por lo que no me siento suficientemente preparado para evaluar su verosimilitud, pero cinematográficamente, es un documento con mucho ritmo, muy claro en sus planteamientos y sobre todo, muy oportuno. Una de las cosas que se le han achacado es que no se detiene demasiado en la reflexión de que en realidad, aunque la generación de energía verde no es mala, el verdadero problema es el exceso de población, ya que entre más personas haya en el mundo, más será su consumo de energía y por lo tanto, se eleva la contaminación. Y es que aunque se toca el tema en la mitad del filme, por desgracia es de forma sesgada y se deja de lado para dar el verdadero mensaje que quiere dar, el que los movimientos ecologistas fueron comprados por los mismos que contribuyeron en la debacle ambiental. Y esa verdad, sobre todo en estos días, duele demasiado.

Sí, es un filme desolador. Al terminar la cinta, uno se pregunta, después de secarse las lágrimas, si existirá algo verdaderamente honesto y sano en este mundo, y se siente como Charlton Heston al final de Planet of the Apes (1969, Franklin Schaffner), cuando descubre que el planeta en el que está es en realidad la tierra destruida por el hombre mismo. Solo que en esta ocasión, quien observa su mundo destruido por el ser humano es un mono.

Fuera del círculo ecologista, poco se ha hablado de este estupendo documental, quizá porque la crítica de cine está muy ocupada en reseñar las peliculitas de Netflix o recordando las cintas que vieron cuando eran chiquillos. O quizá porque de alguna manera, en días en que el gobierno de AMLO está en plena guerra con la iniciativa privada precisamente por la producción energética, es poco prudente hablar de él sin, aparentemente, darle la razón al presidente. Tristemente, si el filme demuestra que no se puede confiar en Al Gore, quién le puede creer a Claudio X. González.

Quizá el único “pero” que se le puede encontrar es que aunque destruye el mito de la limpieza del “capitalismo verde”, no da soluciones ni propone nada, más que el que se debe hacer algo para evitarlo.

Un documental indispensable, que hace reflexionar y que en poco más de hora y media, abre un debate que por años y ríos de tinta, nadie había podido levantar. Lo malo es que está subtitulado en inglés, francés y portugués, aunque bendito sea Youtube por la opción de la traducción automática.

La película completa está aquí https://www.youtube.com/watch?v=Zk11vI-7czE

 

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