Pesadilla en el infierno: Acuchillando el cine de terror

El subgénero slasher (en el que abundan los asesinatos con cuchillos, sierras, machetes y cualquier arma punzocortante)...

27 de julio, 2018

El subgénero slasher (en el que abundan los asesinatos con cuchillos, sierras, machetes y cualquier arma punzocortante) es uno de los favoritos de los fanáticos, quienes han vuelto objeto de culto a muchas de sus representantes. Con muy pocas variantes, se ha venido produciendo este tipo de filmes desde la aparición de Psycho (Alfred Hitchcock) y Peeping Tom (Michael Powell) en 1960, siempre siguiendo prácticamente las mismas reglas: Mujeres acosadas por un asesino serial, sea este un psicópata o un monstruo deforme (variante impuesta en 1974, a partir de The Texas Chain Saw Massacre, del visionario Tobe Hooper); las primeras que mueren son generalmente las más “liberales” (o libertinas, como se quiera ver) y siempre es la más virtuosa la que termina salvando el día. A partir de Halloween (1978, John Carpenter) se comienzan a producir como franquicia, al grado que casi cualquiera que tenga éxito en taquilla se llena de secuelas que llevan al espectador a la indigestión cinematográfica. Friday the 13th (1980, Sean S. Cunningham), lleva 13 versiones hasta la fecha, A Nightmare on Elm Street (1985, Wes Craven), va por la décima, Saw (2004, James Wan), lleva actualmente ocho y un reality show chileno, y así, hasta la náusea. Una de las más recientes es Pesadilla en el infierno (Incident in a Ghost Land, 2018, Pascal Laugier), maldecida en México con un título espantoso que hasta Google confunde con el clásico de Wes Craven.

La cinta es dirigida por Pascal Laugier, un cineasta que ha vuelto la crueldad, la violencia y la originalidad su sello característico. A partir de la polémica e híper cruda Martyrs (2008) llamó internacionalmente la atención, al grado que para muchos (muy pocos en nuestro país, por cierto) se ha vuelto un director de culto. Para esos pocos, seguramente significó un logro el que su cuarta cinta se haya estrenado por acá, aunque haya sido en unas cuantas salas y en horarios espantosos. La película cuenta la historia de una adolescente que junto a su madre y su odiosa hermana van a dar a una casona victoriana, perdida en las inmensidades, en donde serán atacadas por un gordo asqueroso y un anciano travesti, que serán asesinados por la madre. Años después, la chica se vuelve una famosa escritora de libros de terror que comienza a tener perturbadoras visiones de fantasmas que atacan a su, ahora, loca hermana.

Al principio, la oscura fotografía y la claustrofóbica ambientación hacen creer que estamos ante un slasher convencional, lleno de los mismos clisés de siempre. Pero a los 10 minutos ha emprendido un camino que la lleva a separarse del género en el que se inscribe al principio. Las actuaciones son correctas (aunque el doblaje latino apesta), en ningún momento se pierde el ritmo y se nota que el director conoce tanto del género, que en lugar de intentar hacer algo diferente por hacerlo, la llena de referencias tan disímiles que en ocasiones llegan a aturdir al espectador. Por ahí se llega a ver The Texas Chain Saw Massacre, A Nightmare on Elm Street, Child’s Play (1988, Tom Holland), entre otras. Curiosamente, – aunque es poco probable por la distancia y lo oscuro de la referencia – hay cierto aire de una cinta que representa uno de los pocos ejemplos de cine de multiasesinos hecha en México: El profeta Mimi (1973, José Estrada). En ella hay mucho de la estética decadentista usada por Laugier, quizá por el hecho que durante el porfiriato tuvimos mucha influencia francesa o porque en estos tiempos de globalización hay mucha facilidad de acceder a todo tipo de materiales (se encuentra íntegra en Youtube, por ejemplo). En la cinta del “Perro” Estrada, se contaba la historia de un gordo asqueroso y retrasado que ayudaba a “bien morir” a las “mujeres de la vida galante”, tanto por un afán de hacer el bien como por venganza hacia su padre, que era un crápula que engañaba a su madre con rameras pecaminosas y hasta las llevaba a la casa. El tremendismo y los aires de Grand Guignol que inundaban la obra maestra de Estrada, sin duda son los mismos que se pueden encontrar en el más convencional trabajo de Laugier, realizado hasta el momento.

Y si bien, a pesar de los esfuerzos del director de darle una vuelta de 360° al género (ninguna de las mujeres es moralmente ambigua, por ejemplo), por desgracia, algunas cosas siguen siendo tremendamente incomprensibles, como ocurre siempre en este tipo de filmes. Como muestra de esto, está el hecho de recibir como herencia una casa vieja llena de objetos espantosos, perdida en el bosque o que el multiasesino esté totalmente desfigurado y sea un poco retrasado, pero lleno de fuerza, y sea cuidado por un anciano estrafalario, entre otros clisés. Fuera de ese tipo de detalles, se puede hablar de una cinta disfrutable (si se tiene gusto por este tipo de trabajos), perturbadora y extrañamente hermosa visualmente. Oremos pues para que no vaya a ocurrir con ella lo que con cualquiera de las obras que la preceden, y que dentro de poco no vayamos a toparnos con Pesadilla en el infierno 2, Pesadilla en el infierno 3, El regreso del gordo y así, hasta más no poder.

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