Películas para celebrar al cine mexicano

El día de ayer, 15 de agosto, se celebró el Día del Cine Mexicano, una cinematografía que últimamente se encuentra en la que es quizá...

16 de agosto, 2019


El día de ayer, 15 de agosto, se celebró el Día del Cine Mexicano, una cinematografía que últimamente se encuentra en la que es quizá la peor crisis creativa de su historia, irónicamente, cuando más audiencia ha presentado desde hace más de 50 años que terminó la famosa época de oro. Aun con todo, hay que celebrar y les comparto las mejores películas nacionales de cada década desde los años 30.

 

Vámonos con Pancho Villa (1935, Fernando de Fuentes)

Parte de una trilogía sobre la Revolución de 1910 – las otras son El compadre Mendoza y El prisionero 13 – es quizá la mejor muestra de que en el país se podían filmar cintas a la altura de las mejores de Hollywood. Aquí se narra la historia de 3 rancheros que deciden ir a “la bola”, siguiendo a Pancho Villa. Lo que en un inicio parece una gesta de libertad, al paso del tiempo muestra su verdadera faceta y se torna una verdadera carnicería sin sentido, que muestra lo peor del ser humano.

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Enamorada (1946, Emilio “Indio” Fernández)

La Época de oro comienza, según muchos, con Santa, de Antonio Moreno, en 1931, sin embargo, llega a su plenitud con esta cinta. Emilio Fernández alcanza la perfección en esta especie de versión libre de La fierecilla domada, de Shakesperare, solo que en esta ocasión, por medio de la improbable historia de amor entre un general revolucionario y una bella hacendada, “el Indio” simboliza a la Revolución conquistando a la implacable burguesía, la libertad enamorando a la Patria. Una obra maestra.

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Los olvidados (1950, Luis Buñuel)

No se puede decir demasiado ya sobre la que es considerada el mejor filme mexicano de la historia. Dura, oscura, metafórica, es una visión cruda e implacable sobre la pobreza que circundaba la entonces cada vez más cosmopolita Ciudad de México, así como de la miseria imperante en la ignorancia y la necesidad. Buñuel ganó la Palma de Oro en Cannes y está siempre entre las 100 mejores películas a nivel mundial. El día de ayer se dio la notica que la Filmoteca UNAM se encuentra en proceso de restauración de este extraordinario documento.

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Los hermanos Del Hierro (1961, Ismael Rodríguez)

Quizá Macario (1960, Roberto Gavaldón) es la más recordada de los 60 por su espectacularidad, su folclorismo y por ser considerada la última de la época de oro, sin embargo, es con la obra maestra de Rodríguez que se puede encontrar un cine moderno, maduro, comercial y autoral al mismo tiempo. Junto a Tiempo de morir (1966) de Ripstein, este es el mejor ejemplo del chili western, género que deja de lado la visión clisé del ranchero enamoradizo y encantador del “cine de caballitos”, sustituyendo las canciones con símbolos y psicologismos que nunca se habían visto en el cine mexicano. Un lujo.

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Canoa: memoria de un hecho vergonzoso (1975, Felipe Cazals)

La época de oro es reconocida por ser cuando se hizo el cine más perfecto técnicamente y popular de nuestra historia, sin embargo, es en los 70 cuando se realiza el más personal y trascendente. Pudieron tomarse muchos títulos de muchos grandes directores para esta lista, pero quizá la más impresionante fue la primera de la trilogía de la violencia, de Felipe Cazals – las otras dos son El apando y Las poquianchis – . En ella se narra el linchamiento sin sentido de 5 trabajadores de la Universidad de Puebla que son confundidos con estudiantes, al ir de campamento al pueblo de San Miguel Canoa, en 1968. Violenta, cruda y distante en su puesta en escena, es quizá un ejemplo de cómo manejar las limitantes económicas a favor de una narrativa incómoda y exacta.

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Mentiras piadosas (1987, Arturo Ripstein)

En los 80 se hizo el peor cine hasta la fecha, según muchos solo superado por las porquerías del día de hoy, pero también hubieron grandes filmes como la 2ª colaboración entre la guionista Paz Alicia García Diego y su esposo, el maestro Arturo Ripstein. Considerado como el mejor director mexicano de la historia, Ripstein usó un drama de celos muy oscuro y barroco, para hablar como en cada una de sus cintas de la época, sobre la pobreza, pero no económica sino espiritual, del ser humano.

 

La ley de Herodes (1999, Luis Estrada)

Durante los 90 se hicieron grandes obras, muy bien filmadas, con ideas muy frescas, además de que debutaron los que hoy en día han consolidado nuestro cine a nivel mundial. Si en algo sobresale la cuarta obra de Luis Estrada, es que saltó de lo meramente cinematográfico y se volvió una pieza fundamental para la caída del PRI, que estuvo en el poder por más de 70 años. Crítica, sarcástica y sobre todo muy divertida, es la mejor de la tetralogía que hizo el realizador sobre el poder en México – las otras son Un mundo maravilloso, El infierno y La dictadura perfecta.

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Amores perros (2000, Alejandro González Iñárritu)

Sin “querer queriendo”, el “negro” Iñárritu comenzó la fiebre actual por las películas mexicanas a nivel mundial. Aunque su ópera prima es perfecta técnicamente, con excelentes actuaciones y con una banda sonora excepcional, lo más importante fue el que enseñó al cine mexicano a venderse. Su campaña de marketing permitió que se volviera viral su existencia y su estreno es quizá el que más ha sido esperado en la historia nacional. Indispensable.

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Roma (2018,  Alfonso Cuarón)

Ahora que casi se ha terminado la segunda década del siglo, hay que reconocer que cuando aparezca la lista de las mejores películas hechas en estos 10 años, Roma va a estar en ella. No por su calidad (indiscutible) sino porque siguiendo los pasos de Amores perros, Cuarón supo vender su trabajo de una manera sensacional, además de la polémica que hasta el día de hoy sigue por su protagonista, lo cual, de forma indirecta, ha puesto en evidencia la existencia de la “pigmentocracia” y de las condiciones en que viven las mujeres dedicadas al trabajo doméstico.

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