Parásitos, el origen de la lucha entre “chairos” y “fifís”

Cuando me acerqué por primera vez la obra de Bong Joon Ho me sorprendí por su innegable oficio, pero también porque era muy consistente con...

20 de diciembre, 2019

Cuando me acerqué por primera vez la obra de Bong Joon Ho me sorprendí por su innegable oficio, pero también porque era muy consistente con ciertos elementos de otros filmes coreanos que encontré en ese entonces, una cinematografía auto estigmatizada por su situación sociopolítica, ni comunista ni capitalista sino todo lo contrario. A pesar de que ya tenía un par de obras magistrales previas, yo lo conocí con The Host (2006), un impresionante kaiju que presentaba un monstruo que atacaba en zonas proletarias. A partir de entonces se volvió uno de los creadores que menos me han decepcionado. Ahora, presenta su última obra, Parásitos (Parasites/Gisaengchung, 2019), con la que ha vuelto loca a la crítica a nivel mundial y no es para menos.

El filme cuenta la historia de una familia de desempleados que se dedican a sobrevivir usando todas las mañas posibles y que por azares del destino termina sirviendo a una familia de millonarios, usando documentos falsos y todas las mañas habidas y por haber.

La sinopsis no le hace justicia a lo complejo y sorprendente de un guión que es quizá el más lúcido de la carrera del realizador. El aspecto técnico es impecable y más que por su acabado visual, sorprende por la poesía visual que alcanzan algunas escenas. Las actuaciones son de primera y asombra lo carismática que resulta la familia de vivales protagonistas. Un aspecto a destacar son las dos casas que se muestran en la cinta, ambas completamente contrarias pero que se complementan porque representan la tesis del autor: Los ricos viven en las partes altas y los pobres en las bajas. La mansión de los millonarios cuenta con un sótano enorme en el que puede vivir una persona sin problema. Es decir, los miserables están siempre debajo de los poderosos.

Hay que reconocer que Parásitos es la más radical y directa de las obras del director. Desde sus primeros trabajos ha reflejado la desigualdad en la que vive su patria, uno de los países más ricos del mundo y que a su vez, está lleno de pobreza. En Host el monstruo representa al capitalismo salvaje que devoraba a los pobres, Memories of murder (2003) critica la corrupción existente en la policía y el gobierno, en Okja muestra cómo las grandes corporaciones han perjudicado el medio ambiente y así. Parásitos es un muy evidente análisis crítico (y acríptico) sobre las causas de la injusticia social y la separación que existe entre los más acaudalados y los más desfavorecidos. Cada uno vive, literalmente, en lugares opuestos, piensan, se visten y huelen diferente. Una escena brutal es la que ocurre tras una inundación que afecta en las zonas bajas, donde habitan los pobres. Mientras unos lamentan la pérdida, los otros celebran que no les pasó nada, sin siquiera compadecerse de los enlutados. El mensaje de Bong Joon Ho es contundente: No hay escape de los sótanos de la pobreza. Para el coreano, su país está cada vez más dividido, para los de arriba, los de abajo son unos parásitos que se aprovechan de ellos y viceversa. Y su mensaje, tristemente, se vuelve universal.

No hay que ir muy lejos para encontrar una referencia, simplemente hay que echar un vistazo al campo de batalla que se ha vuelto twitter en nuestro país. Estamos en momentos en que los ricos y poderosos sienten que los pobres quieren quitarles todo, mientras los pobres los ven como unos abusivos que quieren hacer todo lo posible para conservar sus privilegios. Y a eso hay que sumarle el elemento faltante en la fábula de Joon Ho, los medios de comunicación, encargados de echar leña al fuego e inventar noticias falsas o seccionadas (que para el caso es lo mismo). Se trata de decir, si las cosas están mal, que están terribles y si son terribles, que están de la chingada.

La obra del coreano es una muy triste fábula sobre la realidad que vivimos y un análisis brutal sobre la desigualdad económica existente en los grandes países capitalistas (la cual no existe en los comunistas, ahí todos están jodidos). No por nada, se ha vuelto una de las favoritas de la temporada de premios y una de las obras más importantes de lo que va del siglo.

La obra maestra del también director de Snow Piercer (2013) es un documento imprescindible para conocer la realidad del mundo. Una cinta polémica, divertida, conmovedora y salvaje. Imperdible.

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