La adaptación fílmica de las novelas de Philip Reeve llega a las pantallas para dar más pena que lástima
Hay libros que influyen tanto en la sociedad que llegan a intervenir en sus costumbres e incluso en sus leyes, por desgracia, en la mayoría de los casos, para mal. Un ejemplo sería La seducción de los inocentes de Fredric Wertham, que planteaba que los cómics daban malos ejemplos a los jóvenes y esto motivó a la creación del Comic Code Autority, que fue la normativa para este medio hasta entrados los años 80. Otro sería El vendedor más grande del mundo de Og Mandino, que expresaba que los vendedores, para triunfar, deben ser desvergonzados, patanes y decir verdades a medias (o sea, hablar de las ventajas del producto pero nunca de sus fallas). Este último se volvió “LA GUÍA” del vendedor, a tal grado que sus enseñanzas siguen vigentes hoy en día. Un texto que ha influido mucho en el medio del cine es Salva al gato de Blake Snyder, quien se dio a la tarea de analizar la técnica empleada por los escritores de los grandes éxitos de taquilla y da una “fórmula infalible” para realizar guiones que se puedan vender (algo irónico, si se piensa que el tipo nada más vendió 3 guiones, 2 de los cuales fueron los regulares éxitos en su momento, Cheque en blanco, de Rupert Wainwright y Para o mi mamá dispara, de Roger Spottiswoode). El sr. Snyder dice que en primer lugar, hay que dejar de lado los filmes artísticos como Citizen Kane, porque a pesar de ser excelentes no lograron el favor del público. Para él, lo que hay que estudiar son fenómenos económicos, como Legalmente rubia o Mi pobre angelito, que les dan miles de dólares de ganancia a los grandes productores. Una de las cosas vitales, según él, es el momento llamado “Salva al gato”, es decir, a los 2 minutos de empezada la cinta, el protagonista debe hacer algo noble, aunque sea darle una moneda a un vago o bajar a un gato de un árbol, para generar empatía. Y así, da consejos tan esquemáticos como en qué página del guión debe darse cada momento importante. Su obra es tan respetada hoy en día, que todos los estudios, en muchas partes del mundo, la siguen como si fuera la biblia de la realización cinematográfica, al grado que si intentas vender un guión o te encargan uno, y no cuenta con las características “sugeridas” por Snyder, dile adiós a tus intenciones. Incluso los mediocres productores mexicanos lo siguen y he ahí el porqué está tan jodida la producción nacional, porque el libro en cuestión no es infalible. Y una prueba de ello es precisamente, Máquinas mortales (Mortal Engines, 2018, de Christian Rivers).
La cinta, basada en las novelas de Philip Reeve, según la sinopsis oficial, se trata de que “en un futuro apocalíptico, una mujer misteriosa debe destruir Londres, una ciudad gigantesca que se transporta sobre ruedas devorando, a su paso, los recursos de otras ciudades más pequeñas”. Generalmente no me gusta usar los resúmenes de los distribuidores, pero es que es bastante confuso lo que se ve en pantalla.
La adaptación está hecha por Fran Walsh, Philippa Boyens y Peter Jackson, es decir, los mismos que hicieron la trilogía de El señor de los anillos hace algunos años. La dirección corre a cargo de Christian Rivers quien se encargó de los efectos visuales y el story board de casi todas las producciones de Jackson, y no tiene nada que ver con Jonny Rivers (perdón, la broma es inevitable). Ahora bien, visualmente es espléndida, la escenografía y ambientación usan un poco de steampunk y de ánime; esto, junto al vestuario y el maquillaje, seguramente será su punto fuerte en las entregas de premios (no sé si de este o el otro año) porque es uno de los trabajos más asombrosos en este rubro que se ha visto en mucho tiempo. Los efectos visuales son de primera y muy poco o nada se llega a notar el CGI. Las actuaciones son pasables y eso es todo. No hay nada más.
El filme es muy caótico, hay personajes que se pierden o que aparecen muy poco tiempo en pantalla, a pesar de tener funciones importantes, por lo mismo es muy difícil poder empatizar con ellos. El guión parece estar elaborado con la fórmula del famoso librito de Snyder y digo parece porque está saturado de personajes y situaciones, unas muy aburridas y otras muy predecibles. Pareciera que lo hecho por los flamantes guionistas fue mutilado y armado por algún mequetrefe del estudio, porque no hay ni una coma siquiera que recuerde algo de sus obras previas. Supongo que el “genio” que la editó tenía a la mano el texto de marras y ni así pudo salvar al pobre felino.
Otro problema, igual o más grave, es que trata de quedar bien con todos y no queda bien con nadie. Por un lado, intenta ser una distopía adolescente, como Los juegos del hambre, repitiendo los esquemas propios de este tipo de filmes (específicamente de Los juegos…), incluyendo una pseudo crítica al capitalismo salvaje, tan aplaudida, curiosamente, por los mismos que después se quejan si gana la izquierda – un tópico que podría ser el centro de un próximo debate cafetero en la Cineteca. Otra cosa que imita de este subgénero es la inclusión de puro actor guapo y los “piratas” o no sé cómo les llaman, parecen salidos de la telenovela de Juan del Diablo. Creo que en estos futuros imperfectos hubo un virus que mató a todos los feos. También intenta quedar bien con la audiencia china, que son los que salvan muchas veces del naufragio a este tipo de trabajos, y si tienes el hígado de verla, al final te darás cuenta de lo lame botas que se vieron con ella. Además, al intentar de apapachar a los fans del cine de ciencia ficción, se fusila entre otras cosas algunas escenas de Star Wars. Así de jodido está el asunto. Sin embargo, a su favor, hay que decir que no es la peor manera de empezar el año en el cine y sino me creen, pregúntenle a los que compraron boletos para Perfectos desconocidos, de Manolo “el Cacas” Caro.
Es difícil creer que los mismos que asombraron al mundo con la trilogía de El señor de los añillos estuvieron involucrados en esta pobre y poco divertida cinta. Y también es difícil creer que todavía los mayors de los grandes estudios de Hollywood crean que el texto de Snyder tiene vigencia. Aunque es cierto que lo que está proponiendo funciona en algunas ocasiones, también es verdad que, como todas las fórmulas, se vuelve predecible y se debe buscar siempre una manera de volver a enganchar al público. Ellos cayeron en la trampa de Snyder, pensaron que un teórico de cuarta les estaba dando la solución a sus problemas para colocar sus productos. Como Og Mandino y su literatura basura, la intención de Salva al gato no era cambiar al mundo sino la situación económica del autor. El manual lo dice desde su introducción, está diseñado para realizar guiones que se puedan vender, no para realizar películas exitosas. Y quizá algún día se percaten de que lo único que están consiguiendo es alejar al público. Por desgracia, Sr. Snyder, el gato de Máquinas mortales falleció desde el momento en que intentaron salvarlo.
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