It, eso, llega a las pantallas mexicanas para celebrar el grito, pero de terror
Si una película supo capitalizar la polémica, es precisamente, Eso (It, 2017, Andres Muschietti). Desde que se anunció la segunda versión de la novela de Stephen King, comenzó un furor tal que, sin haberse estrenado, se transformó en un éxito total, que, aunque recién se estrena este fin de semana en nuestro país, ya se ha convertido en uno de los filmes de terror más taquilleros de la historia (y rentable también, ya que con un presupuesto apenas por encima de los 30 millones de dólares, se puede decir que sólo está recibiendo ganancias). Y esto gracias, entre otras cosas, a que su publicidad se basó en utilizar a su favor el comportamiento de las redes sociales. Anuncios que representaban bromas falsas con payasos, la aparición de cientos de ellos en las calles oscuras de los Estados Unidos, etc. De tal manera que cada semana había una nota nueva, al grado que la primera imagen del payaso acaparó no sólo las redes sociales, sino también medios impresos y televisivos, algo fuera de lo común para una cinta de terror. Se hizo, se puede decir, un negocio de la coulrofobia.
La cinta narra las aventuras de un grupo de niños inadaptados (un negro, una niña que es abusada por su padre, un tartamudo, un asmático, un nerd y un gordo) que son atormentados por un demonio milenario con la forma de un payaso. Su misión es saber qué pasó con el hermano de uno de ellos, que fue raptado por el monstruo. Más cercana a la serie Stranger Things o a The Goonies (1985, Richard Donner) que a la versión televisiva de 1990 (de Tommy Lee Wallace), la cinta no tiene empacho en mostrar vísceras y sangre al por mayor, así como insinuar el despertar sexual de los adolescentes protagonistas. Si bien no es una cinta para niños, sí se adentra muy bien en su universo, aunque no puede evitar ciertos maniqueísmos (el bully, por ejemplo, es un chico malvado, asesino de gatos) y quizá por enfocarse en los protagonistas deja de lado algunas historias que son bastante interesantes, haciendo que resulten al final, muchos cabos sueltos. Es decir, si no es uno de los cinco protagonistas, no importa su vida.
El ritmo es lento al principio, y la escena inicial, alabada por muchos por su crueldad, lejos de ser impactante, hace parecer que estamos a punto de ver una cinta más de terror convencional. Y afortunadamente, no es el caso. Andres Muschietti es un director hábil, no por nada llamó la atención de Guillermo del Toro, quien le produjo su primer largometraje, Mama (2013). Y aunque hay muchas escenas shock de las que están de moda (imágenes distorsionadas, escenas aceleradas y detenidas, para volver a acelerar, etc.), visualmente es un agasajo. Las actuaciones de los niños son sobresalientes y el joven Bill Skarsgård, como Pennywise, es bastante inquietante.
Pero, como siempre, el negrito en el arroz viene de parte de la cuestión creativa. Aunque It logra quitar la espina que dejó la muy mala adaptación de The Dark Tower (2017, Nikolaj Arcel), al analizar lo ocurrido, se puede ver que el principal problema que tiene Hollywood en estos días tiene un origen. Mientras que It es básicamente un remake, The Dark… es una nueva propuesta. El problema es que la primera funciona, principalmente, porque al tener un bajo presupuesto, la creatividad del director se dejó fluir, total, sabían que había un margen mínimo de pérdida, debido, al escaso presupuesto y a que el fandom levantado por la nostalgia de muchos hacia la serie de TV, llevaría al cine la gente suficiente para recuperarse. Mientras que a la segunda se volvió para el estudio un Gato de Schrödinger, ya que se invirtió tanto dinero que se tenía pánico de perderlo. Se enfocaron en la base del público que más va al cine, es decir, los young adults y los adolescentes, y se hizo lo que se pensaba que ellos querían, traicionando a la novela, a la base de fans con que contaba y al autor. El filme fracasó brutalmente, ya que ni al público, ni a la crítica y ni a la mamá del director, les gustó. Es decir, por miedo a que el gato estuviera muerto, lo mataron. Y aunque para cualquier persona con algo de sentido común significa que los estudios no quieren apostar por lo nuevo y quieren capitalizar lo ya hecho o conocido, para ellos, ésto les dice que tienen razón en irse con cuidado y seguirán apostando por lo seguro. Por algo estoy convencido que los estudios están manejados por verdaderos payasos, pero de esos del microbús, mal maquillados, que cuentan chistes viejos y malos porque saben que la gente les va a dar algo de dinero por lástima. Y por desgracia, sacan mucho más que los que se esfuerzan por crear rutinas nuevas y originales, que cuidan su maquillaje y su presencia. Como dirían en Billy & Mandy: Es oficial; todos odiamos a los payasos.
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