Hombre al agua: Eugenio Derbez haciendo buches

Hombre al agua, la nueva cinta de Eugenio Derbez, repite la fórmula que le ha dado éxito desde No se aceptan devoluciones.

18 de mayo, 2018
  • Hombre al agua, la nueva cinta de Eugenio Derbez, repite la fórmula que le ha dado éxito desde No se aceptan devoluciones.

Hace unos días, antes del estreno de Hombre al agua (Overboard, 2018, Rob Greenberg), su productor e intérprete, Eugenio Derbez, se atrevió a decir en el programa matutino de Ciro Gómez Leiva que “no estoy seguro que (Andrés Manuel López Obrador) pueda ser la mejor opción y en general la gente está votando por el menos peor (para la presidencia), y no creo que eso sea bueno para el país”. De inmediato se soltó una polémica en redes sociales, en las que los seguidores del político invitaron al público a realizar un boicot contra el estreno del comediante. Se decía que era un vendido, que había sido mandado por Televisa a desacreditar al tabasqueño y así. Contrario a lo que los lopezobradoristas intentaron, la cinta se estrenó con un estrepitoso éxito, al grado que hoy en día ya rebasó los 200 millones de pesos en taquilla, mucho más de lo hecho en el país por Avengers: Infinity War (2018, Hnos. Russo). Cuando ésto se publique, quizá ya haya superado los 400 millones que hizo su cinta anterior, How to Be a Latin Lover (2017, Ken Marino). El poderío del cómico surgido en Televisa, a la sombra de Andrés Bustamante, es tal hoy en día, que se ha vuelto el nombre mexicano más importante del otro lado del muro.

No es la primera vez que López Obrador (bueno, sus seguidores) y Derbez se enfrentan. Aunque “Eloy Gamenó” nunca había hablado mal de Obrador, coincidió que el 8 de julio de 2012 se realizaba una mega marcha que iba al Zócalo capitalino a protestar porque ganó las elecciones Enrique Peña Nieto, al tiempo que el intérprete se desposaba con la cantante Alessandra Rosaldo. Debido a que el evento se estaba transmitiendo en vivo por Televisa, y a que existía la sospecha de que el candidato priista fue apoyado por la televisora, durante la ceremonia hubo gritos de “¡Fraude!” “¡Fuera Peña!” y así. Desde entonces, hasta la fecha, existe mucho rencor hacia el “peje” por parte de Ludovico P. Luche. No es de extrañar que el señor Derbez hable mal de él a la primera oportunidad.

Volviendo al tema central del texto, debo reconocer que si el éxito y la calidad fueran lo mismo, el nuevo filme actuado por el señor P. Luche, sería una obra maestra, aunque hagan mueca de enojo los “morenistas”. Pero la realidad es que si el éxito fuera excremento, la película en cuestión sería lo que se derrama de la letrina más sucia que dejaron después del Vive Latino.

La cinta es un remake de Overboard (1987), dirigida por un sobrevalorado Garry Marshall (Pretty Woman, 1990; The Princess Diaries, 2001 y Valentine’s Day, 2010, entre otras “obras” prohibidas para diabéticos) e interpretada por unos muy simpáticos Goldie Hawn y Kurt Russell. La química entre el matrimonio de intérpretes era lo mejor de una comedia insulsa que retomaba con mediano éxito la anécdota de La fierecilla domada, de William Shakespeare, misma que ha sido adaptada e imitada innumerable cantidad de veces, con mayor o menor fortuna (por ejemplo, Emilio Fernández la usó como base en la maravillosa Enamorada, de 1946). La anécdota gira en torno a una mujer rebelde que es “domesticada” por un macho calado. En el caso de la cinta de Marshall, se narra lo que ocurre cuando una millonaria caprichosa y grosera recibe un golpe en la cabeza que la hace perder la memoria, cosa que es aprovechada por un carpintero al que humilló en el pasado, y decide engañarla para hacerla creer que es su esposa. Al llevarla a su humilde casa, la mujer aprende a ser una mujer útil y a su vez el hombre se enamora de ella. En la versión de Derbez, el comediante decide jugar con la corrección política y convierte a la millonaria en un hombre, latino, hijo de un potentado del cemento y el carpintero se vuelve una madre soltera gringa, que tiene dos empleos para salir medianamente adelante y estudia en las noches enfermería. Eso sí, el señor es muy hábil. Intuye cómo volver un éxito todo lo que hace y este caso no es la excepción. Utiliza elementos propios de su humor, así como de las telenovelas hechas para el mercado “latino” de EE.UU., e invita a diferentes comediantes y estrellas, tanto hollywoodenses como mexicanos. Y de esta manera, permite la identificación de su público cautivo, en este caso, los mexicanos que viven en el otro Laredo.

Y no es de extrañar que resulte un éxito su cinta. Está armada sin riesgos, con la misma fórmula que le ha funcionado desde su llegada a Hollywood. Si en Derbez en cuando usaba sin reservas el humor abstracto de Andrés Bustamante y “Los polivoces”, el doble sentido, el albur y la parodia, en Norteamérica emplea lo mismo que funcionó en sus producciones anteriores:

  • Historias familiares que alternan momentos emotivos con guarradas y chistes babosos.
  • Niños simpáticos y que dan ternura.
  • Familias disfuncionales, formadas una madre o un padre soltrero.
  • Comediantes famosos por decir pendejadas sin ton ni son.
  • Personajes irresponsables que por medio del contacto con una familia, se vuelven productivos y aprenden el valor de la misma, interpretados por él.

Decir que es una mala película sería un lugar común. Siendo honestos, resulta por lo menos más divertida que How to Be a Latin Lover  y más tolerable que No se aceptan devoluciones (2013, Eugenio Derbez). Y por supuesto, mucho mejor que las producciones mexicanas donde participó, como fueron las lamentables No eres tú, soy yo (2010, Alejandro Springall) o Soy hombre y qué (1993, Jorge Manrique). Lo que falla de manera notable es que a diferencia del filme que toma de base, no existe química entre sus protagonistas. Una correcta Anna Faris, realiza un personaje que conoce al dedillo, similar en todo a lo que hace en el sitcom Mother, mientras que Derbez demuestra que puede ser muy chistoso, pero eso de actuar no se le da. Fernando Luján y Jesús Ochoa están totalmente desperdiciados, y Mariana Treviño, Cecilia Suárez, Omar Chaparro y Adrián Uribe están ubicados exactamente en lo que siempre hacen y sus participaciones son lo peor de la obra. Quizá la mayor debilidad de la cinta es que el final se alarga a lo tonto por intentar una vuelta de tuerca al clásico final feliz a lo Adam Sandler (el cretino se queda con la chica bonita y se vuelve millonario o rico, en su defecto).

Al terminar la película hay una sensación de vergüenza por ser mexicano, por haber gastado $70.00 MN más palomitas y refresco; esa sensación de “mejor la hubiera visto en G-Nula” o la hubiera comprado con el “pirata” de la esquina. Es como un bote de remos que hace agua por todos lados, que sin embargo, fue vendido como un trasatlántico de lujo. En realidad, lo que aventaron Por la borda (el título original) parece ser las neuronas del público.

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