- (Des)Encanto, la nueva creación del papá de The Simpsons, resulta superior a cualquiera de sus capítulos recientes
La teoría del autor, basada en el que el artista refleje sus sentimientos hacia las cosas con sus obras, muchas veces se confunde con el crear estilos personales que en el fondo solo presentan una poderosa puesta en escena, aunque sean tan huecas como cualquier capítulo de La rosa de Guadalupe, de ahí que gente como Pedro Almodovar, Tim Burton o Quintin Tarantino se dediquen a concebir producciones que visual y anecdóticamente son parecidas. Esto, a la larga, va a degenerar en que los realizadores agoten su fórmula y lo que en un principio parecía novedoso, al paso de tiempo se siente como ir a un restaurante en el que siempre tienen los mismos platillos y no los cambian por miedo a perder a su clientela.
Matt Groening, sin embargo, hizo lo que muchos temen: Aunque no cambió del todo el menú, sí le metió platillos nuevos. Y en ese sentido, (Des)Encanto (Disenchantment, 2018), es como The Simpsons y Futurama, pero a la vez es totalmente diferente. Cuenta las aventuras de una princesa hastiada de serlo y que se dedica impulsivamente a beber, drogarse y meterse en problemas (como lo hacen en la vida real todas las princesas), acompañada de un elfo que abandona su aldea porque piensa que hay más vida afuera de ella, y un demonio que se encarga de darle malos consejos y que por lo menos en la 1ª temporada, no sabemos quienes o para qué lo enviaron.
Visualmente es todo lo que esperarías de Groening. Los personajes tienen un trazo reconocible y la animación está plagada de detalles muy barrocos, llena de anacronismos y con muchos guiños de ojo al espectador. El humor es como acostumbra su creador, pero con la ligera diferencia que, al ser un trabajo para Netflix, está un poco más subido de tono – irónicamente, su personaje femenino aparece menos en paños menores que Marge Simpson y Turanga Leela. Existen personajes secundarios muy graciosos que a veces dan más la nota que los protagónicos y situaciones que se repiten de uno a otro capítulo, como el príncipe que es clavado de la cabeza accidentalmente por Bean en un trono de espadas y aparece ocasionalmente. Como en las otras obras del mismo autor, la música es excelente y el tema principal, creado por el ex Devo Mark Mothersbaugh, es uno de los mejores que se han hecho recientemente, irónicamente, desde el de Futurama, serie de la que, por cierto, esta repite su esquema dramático, porque hay una chica que no está feliz con su destino y aspira a más, un idiota ingenuo que está secretamente enamorado de ella, y un pícaro y vicioso que los mete constantemente en problemas. A primera vista, y como se han encargado de comentar la mayoría de los “especialistas” en crítica de series y filmes, Groening no se arriesgó demasiado y lo que entrega es un material, si bien agradable, muy menor que lo que presentó con la familia amarilla y los repartidores del futuro. Muchos le reprochan que no tenga el espíritu crítico-social de The Simpsons ni la oscura irreverencia de Futurama. Sin embargo, (Des)Encanto cuenta con la espontaneidad que perdieron las dos obras anteriores.
Al aparecer The Simpsons, en 1989, hubo literalmente una revolución en la forma de ver la animación para adultos. Aunque no tenía lenguaje soez, ni escenas gráficas – como American Dad, Family Guy y South Park, por nombrar únicamente a las que más han perdurado y que aparecieron después de la opus magnum de Groening – las situaciones eran más fuertes y cargadas de crítica social y moral que las presentadas en, por ejemplo, The Flintstones (en México, Los Picapiedra) o Top Cat (Don Gato y su pandilla), que hasta el momento en que llega la “familia amarilla”, eran dos de las más maduras “Caricaturas” que se habían visto. Es un secreto a voces que, coincidentemente con la huelga de actores de doblaje del 2005, la calidad de la producción comenzó un largo y doloroso descenso que ha seguido hasta la fecha, ya que sus últimos capítulos no tienen la misma gracia y no han sabido actualizarla a los tiempos que corren. Su humor se ha vuelto forzado y vulgar, y de esa espontaneidad (e ingenuidad, por qué no decirlo), no queda ni una pisca. Futurama llega 10 años después, en el momento en que ya empezaba el lento declive de la serie que le antecedía. Su principal aportación a la ya para entonces saturada animación madura, fue el enfocarse en una parodia a lo absurdo de la actualidad desde la perspectiva de una extraña familia por conveniencia del futuro (las cabezas de los famosos, por ejemplo, las cadenas de comida rápida, etc.). Por desgracia, sus números de rating no resultaron los esperados por su distribuidor y desapareció en la 4ª temporada, del 2003, regresando en formato de 3 películas para DVD y recortadas en capítulos de media hora para su transmisión en TV, pero estas tampoco conservaban del todo esa naturalidad que se exhibió en sus primeras emisiones.
Eso es lo más rescatable de (Des)Encanto. A pesar de que en ella no hay tanta crítica social como en Futurama y Los Simpson, sí se conserva ese detalle de sencillez que las hizo tan notables. Es injusto, a final de cuentas, que los “críticos” se empeñen en compararla con sus hermanas mayores. No se dan cuenta que, por principio de cuentas, no estamos en los mismos tiempos en que surgieron sus antecedentes. Groening ya no tiene 35 años y el público está demasiado acostumbrado al humor sarcástico y ácido – con sólo abrir su Facebook pueden encontrarlo. Además, existen animaciones para adultos ad nauseum, las cuales, por cierto, parecen que tienen una fijación por la mal hechura (BoJack Horseman, Bob’s Burgers, The Jellies! y un largo etcétera). Y en eso, la historia de la princesa Tiabeanie y sus tristes y absurdas desventuras, tiene un 10 de calificación.
(Des)Encanto es una serie nostálgica, que más que recordar, como muchos han comentado, a Game Of Thrones o Vikings, tiene mucho más de Monty Python y su agridulce búsqueda del Santo Grial, llena de absurdos y desencuentros. Y por lo menos en su primera temporada, a pesar de sus altibajos, nos deja deseando conocer más sobre el triste y oscuro destino de la princesa Bean, y es, con mucho, mejor y más divertida que cualquiera de los capítulos recientes de The Simpson.
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