“…Pero Luke ignora que el Imperio Galáctico ha comenzado en secreto la construcción de una nueva estación espacial armada, más poderosa que la temida Estrella de la Muerte. (…) Una vez terminada, esta arma suprema significará la aniquilación del pequeño grupo de rebeldes que lucha para restaurar la libertad en la galaxia…” – Star Wars: Episodio VI – El regreso del Jedi.
Reagan amaba el cine. Y así como su política influiría en el séptimo arte, este a su vez intervendría en él. Era muy dado a usar frases de sus películas favoritas o referencias en sus discursos (“Háganme el día”, diría alguna vez ante el congreso, parafraseando a Harry el sucio/Dirty Harry, 1971, Don Siegel) y dicen que alguna vez, al ver la cinta Un día después (The Day After, 1983, Nicholas Meyer) se impresionó tanto que incrementó la seguridad nacional en materia atómica (la cinta hablaba sobre lo que ocurre tras una guerra nuclear).
George Walton Lucas, Jr. presentó a los estudios FOX la idea de su tercera película, una saga de ciencia ficción que hablaba de unos rebeldes que destruían el arma inventada por una dictadura intergaláctica. Nadie, pero mucho menos los estudios FOX, se imaginaban lo que vendría el 25 de mayo de 1977 con el estreno de Star Wars. De más está decir que hoy en día es la franquicia fílmica más redituable de la historia. Cuando se anunció el estreno de El imperio contraataca (Star Wars: Episode V – The Empire Strikes Back, Irvin Kershner) para el 21 de mayo de 1980, todo mundo enloqueció, quizá hasta el mismo Ronald Reagan.
En 1983, Reagan presentó su nuevo proyecto de defensa contra la URSS, la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), que consistía en armamento laser tanto en tierra como en satélites en el espacio, obviamente apuntando a la Unión Soviética. Fue rebautizada al presentarse como Proyecto Star Wars, lo cual sería ampliamente criticado (se llegó a decir que C3PO sería presidente en 1984). El mismo Ronald llegó a llamar al Bloque Socialista como “El Imperio de mal” y a su proyecto como “una nueva esperanza”. El IDE era prácticamente imposible de realizar, entre otras cosas, porque la tecnología del momento no estaba lo suficientemente avanzada. No fructiferó, sin embargo, la tercera parte de la trilogía, El regreso del Jedi (Star Wars: Episode VI – Return of the Jedi, 1983, Richard Marquand), estrenada meses después, sí. Lo que Ronaldito no calculó es que, tratando de sentir que era parte de la “República”, terminó siendo el Emperador Palpatine, su Vicepresidente, George H. W. Bush, un desconchabado Darth Vader y su proyecto de defensa, algo así como la “Estrella de la muerte”. Entre ambos se encargarían de espantar al mundo con la “amenaza fantasma” del socialismo.
El miedo constante de una posible eliminación nuclear y de la invasión de los bolcheviques, generaría que el cine se llenara de testosterona al volver al héroe en un montón de músculos con voz de idiota que exterminaría a todos los enemigos de la Nación Americana. Rambo (First Blood, 1982, Ted Kotcheff), una nada despreciable cinta de acción con tintes de antibélicos, presentaría al segundo personaje más emblemático del actor, director y ex pornstar, Sylvester Stallone. La película presenta a John Rambo, un ex combatiente de la guerra de Vietnam que sufrirá de intolerancia en un pueblucho Redneck, de Washington. Esto le hará perder el control y destrozar a cuantos se encuentren a su paso. Su habilidad es tal, que es capaz de tirar un helicóptero de una pedrada. Y sin embargo, al final llora como magdalena porque le dicen “asesino de niños”. Así será de hoy en adelante el héroe de Hollywood: Mamado, tarugo, sin elocuencia, habilidoso con todas las armas existentes, patriotero, intolerante y sobre todo, con la suficiente capacidad para meterse en problemas casuales. Rambo II (Rambo: First Blood Part II, 1985, George P. Cosmatos) sería el epítome de este nuevo “súper patriota” que llegaría sólo a invadir cualquier país enemigo o a evitar cualquier intervención en la Bendita Tierra Norteamericana de Gringolandia.
Cintas como Comando (1985, Mark L. Lester, Depredador (Predator, 1987, John McTiernan), Fuerza Delta (1986, Menahem Golan), entre otras, serán referentes de este momento. Actores como Stallone, Chuck Norris, Arnold Schwarzenegger, Jean-Claude Van Damme, Dolph Lundgren, pasarán a la posteridad como los héroes que defenderán con la sangre (de los extranjeros, claro) su país… Que curiosamente, no lo era de la mayoría de ellos. Suecos, austriacos, alemanes, etc., serán los encargados de reflejar el ideal de “Reagancito”. Pero sus mayores defensores, vendrían, curiosamente, de Israel: Yoram Globus y Menahem Golan, productores de cine que generarían los filmes más delirantes y sui géneris de esta época. De ellos hablaremos la próxima semana. No dejen de sintonizarnos aquí, en su mismo canal.
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